Capítulo 15

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Capítulo 15

I'm paralyzed / Where are my feelings? / I no longer feel things.

Estoy paralizado, / ¿dónde están mis sentimientos? / Ya no siento nada.

NF – Paralyzed


DRACO

Draco gimió. Sabía lo que estaba por venir y le daba miedo. Encadenado al techo de esa sala, con las manos atadas y completamente desnudo, fue capaz de sollozar una vez más.

—Sí —susurró—. Me arrepiento de todo.

Y pudo sentir que el hombre se reía de su respuesta. Esa risa, esa risa no se le olvidaría nunca mientras viviera.

—Mentira.

Y después, le lanzó un nuevo maleficio que rompió la piel de su espalda.

Despertó gritando, tan agitado que su corazón parecía estar a punto de escapársele del pecho. Draco tuvo que poner toda su fuerza en tomar aire en sus pulmones, sentía que iba a morirse por no poder respirar, pero no fue así.

Esas pesadillas iban a matarlo, iban a conseguir que perdiera la pequeña parte de cordura que aún le quedaba en su cerebro. Tenía que acabar con eso cuanto antes.

Consiguió ponerse en pie, aún temblando. Tenía miedo, pero a la vez se sentía aliviado: aliviado porque eso no había sido más que un recuerdo y una pesadilla, ya no era la realidad. Ahora, Draco estaba libre. Bueno, más o menos.

Llegó hasta el baño y el sonido del agua corriente le ayudó a recuperar la compostura. Cuando se miró en el espejo, el reflejo le devolvió la imagen de una persona que no parecía estar en sus cabales. No le extrañaba, él mismo se sentía más loco que sano la mayor parte del tiempo.

Minutos más tarde, después de salir de la ducha, ese reflejo había cambiado: ahora parecía una persona normal. Quizás porque su cuerpo había dejado de sentir el intenso dolor de las torturas, aunque pudiera verlas con tan solo dirigir una simple mirada a sus brazos. Inspeccionó su cara, preguntándose cómo coño podía parecer normal estando tan podrido por dentro; sus labios crearon una pequeña sonrisa torcida, sarcástica. Estaba incluso guapo. Sus ojos grises eran atrayentes. ¿Cómo podía ser eso? Sabía que, si se mostrara tal y como era por dentro, resultaría un auténtico monstruo.

Malfoy se secó con una toalla y se vistió rápidamente. Su estómago rugió al comprender que pronto podría tomar un desayuno y la idea fue tan agradable como una caricia o un abrazo. Ahora comía todos los días, tanto como quisiera. Incluso comenzaba a notarse en su cuerpo y por fin estaba engordando un poco, recuperando su constitución natural.

Draco llegó al comedor. Ese día encontró allí a una joven mortífaga, Lisbeth Crowder. Ambos compartieron una mirada corta, desviándola unos momentos más tarde. No existía ninguna intención por parte de ninguno de ellos de hablar con el otro. De hecho, creían que lo mejor que podía pasarles era no tener que volver a relacionarse con un mortífago nunca más en su vida.

Draco se sirvió una taza de café y estaba a punto de sentarse —tan alejado de Lisbeth como le fuera posible— cuando Miranda Ewing, la trabajadora de la Residencia que se le había acercado el segundo día, entró a la sala. Lo observó con una enorme sonrisa, algo que a ello no le había sucedido ni una sola vez en los últimos años, como si se alegrara de verlo.

—Buenos días, Malfoy —saludó ella con buen humor.

Draco tomó su taza en una mano y el plato con un croissant en la otra. Ignoró por completo a esa bruja y se sentó en una de las mesas del comedor. Ni siquiera le sonaba esa tal Miranda, ¿de dónde coño había salido? Seguro que era una Hufflepuff y por eso no le resultaba familiar. Ella lo siguió.

—¿Cómo ha ido tu semana? —preguntó Miranda.

—Muy bien —respondió él de forma sarcástica.

La sonrisa de Miranda se acrecentó. Su cabello negro cayó sobre su rostro cuando sonrió.

—¡Eso es maravilloso!

Demonios. ¿Era estúpida? Sí, seguro que era estúpida. Y encima le tenía que tocar a él aguantarla.

—Prefiero desayunar solo, si no te importa.

—Claro, claro. Perdona. —Por un segundo pareció avergonzada.

Él supuso que debía sentirse mal por haberla tratado así. Pero no lo hizo.

Antes de marcharse, Miranda le habló una última vez.

—Solo quería decirte que... —Miranda tomó aire, como si le costara sacar sus palabras de su boca—. Si te sientes mal o... o si necesitas hablar, puedes contar conmigo. Yo siempre he querido ser tu amiga.

Acto seguido, Miranda desapareció, como si fuera una niña de doce años que acababa de declararse a su amor platónico. Draco se quedó boquiabierto. ¿Qué demonios? ¿Cómo que siempre había querido ser su amiga? Como si él no fuera un mortífago, como si él no fuera un criminal. Y, además, ¿qué cojones quería decir con «siempre»?

Draco bebió un sorbo de su café.

No tenía dudas: esa chica era estúpida.


Este capítulo me parece interesante para meternos, de nuevo, en la desesperación de Draco. También para entender un poco más las motivaciones de Miranda, porque en el futuro será importante. Os adelanto de que a partir de aquí las cosas se van a poner bastante más oscuras y escabrosas y el uso de palabrotas se incrementará en un 300%. ¡Yo aviso!

Nos vemos mañana, ¡mil besos!

Nunca le hagas cosquillas a un Dragón herido. [Dramione]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora