Capítulo 5

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*Dedicado a Lectora en las Sombras*


Capítulo 5

I'm afraid of all I am, / my mind feels like a foreign land.

Tengo miedo de lo que soy, / mi mente parece una tierra extraña.

Duncan Laurence - Arcade


DRACO

Cuando terminó de afeitarse, su reflejo le pareció mucho más familiar por fin. Volvía a ser Draco, aunque a la vez hubiera algo en su cara que nunca sería como antes. ¿Qué era? Estaba más delgado, sí, pero sus cejas eran iguales, la mandíbula angulosa, los ojos plateados y unos labios simétricos, bonitos. Lavarse los dientes por fin había sido como una especie de catarsis y Draco se sentía más limpio que nunca por fuera. Por dentro seguía estando podrido.

Salió del baño desnudo, sin preocuparse de que alguien pudiera verlo. Quizás había encantamientos para vigilarlo, seguro que los había. Pero no le importaba. Llegó hasta el pequeño armario de la habitación y, complacido, se percató de que estaba lleno de ropa de su talla. Mucho mejor, ya que no tenía magia como para poder ajustar las medidas, especialmente ahora que estaba tan delgado, pero seguía siendo muy alto.

Se puso unos pantalones negros y una camisa del mismo color. Su cabello rubio, demasiado largo, ya casi se había secado y le molestaba, se lo apartó del rostro de un manotazo. Tendría que cortárselo, era un incordio... luego recapacitó: ¿Qué importaba? Si iba a morir igualmente.

Un reloj encima de la cama le informó de que eran las nueve, imaginó que sería de noche, pues no habían podido pasar mucho tiempo aún desde que se despidiera de Granger y ella había dejado claro que se verían a las diez de la mañana del día siguiente. Sí, eran las nueve de la noche. Hora de salir.

Necesitaba una varita, no sabía de dónde podía sacarla, tendría que conseguirla de algún modo ilegal. Podía robársela a alguien, sí, pero corría el riesgo de que la varita no le obedeciera. Lo más prudente era comprar una varita en el callejón Knockturn, claro. Nadie le vendería una varita a Draco Malfoy en el callejón Diagon. ¿Con qué dinero lo haría? No lo sabía aún, algo se le ocurriría de camino al Londres mágico. Ni siquiera sabía dónde estaba esa Residencia, hasta donde sabía, podía encontrarse en una isla de Gales sin darse cuenta... no. Debía de estar en Londres. Al Ministerio no le gustaba perder de vista a sus mascotas.

Salió de la habitación y bajó las escaleras hasta el recibidor en el que se había despedido de Hermione Granger. Le hervía la sangre cada vez que se acordaba de ella, seguro que en ese momento Granger estaba en su casa tocándose al pensar en que por fin podía abusar de él y tratarlo como quisiera. Sí, fijo que eso la ponía cachonda. La sola imagen mental de Granger masturbándose a su costa lo enfadó y trató de alejarla de su mente. Para distraerse, Draco escribió su nombre en el maldito librito de visitas que controlaba el acceso a la Residencia. Fue entonces cuando la misma mujer que antes había hablado con Granger tras un mostrador lo vio y se acercó corriendo.

—Señor Malfoy, ¿qué está haciendo? —preguntó.

Él se aclaró la garganta antes de hablar, aun así, su voz fue demasiado ronca, le parecía extraño todavía... como si no fuera él mismo.

—Voy a salir.

Una sonrisa estúpida se instauró en el rostro pecoso de esa mujer pelirroja. En su túnica morada podía leerse un pequeño cartel que rezaba «Sophie W.».

—Me temo que eso no es posible, señor Malfoy —explicó ella—, los horarios de acceso al exterior son solo de nueve de la mañana nueve de la noche. Y son ya las nueve y cinco.

Nunca le hagas cosquillas a un Dragón herido. [Dramione]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora