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Sentía que los días pasaban cada vez más rápido; en un abrir y cerrar de ojos, Chuseok, el regreso a clases e incluso el cumpleaños de cierto omega habían sido celebrados, marcando el transcurso de otro mes en el que su rutina consistía en reposar en su habitación, en su refugio, durmiendo largas horas hasta la noche, momento en el que quedaba completamente solo contemplando la Luna en la oscuridad, hasta que el sueño volvía a apoderarse de él, justo a tiempo para la salida del sol.

Su pelaje oscuro como el cielo nocturno sin estrellas, ya no era más que pelo pajoso y sucio que no se preocupaba en cuidar, su hocico manchado con comida que de vez en cuando lograba probar pequeños bocados, y su casi esquelético cuerpo le daban la apariencia de un perro callejero más que de un lobo. Su madre y sus amigos se lo habían dicho varias veces; él mismo se veía en el gran espejo que colgaba detrás de la puerta de su habitación, pero no podía importarle menos.

¿A quién le interesaría su apariencia física cuando por dentro ya estaba muerto? Que su cuerpo aún siguiera con vida solo era cuestión de tiempo, pues estaba seguro de que, bajo esas condiciones, no aguantaría más que unas semanas.

Y eso tampoco le importaba; no le importaba antes de conocer al omega que le hizo trizas el corazón, y mucho menos le importaba ahora que ese omega se había ido. Era cuestión de tiempo para que todo, absolutamente todo su sufrimiento terminara de una vez por todas, aunque eso solo sucedería siempre y cuando el alfa, su parte lobuna, estuviera de acuerdo con él.

No moriremos.

Era todo lo que le decía cada vez que esos lúgubres pensamientos inundaban su atormentada cabeza, provocando que la rabia y desesperación en su interior, aumentarán. Pero lo entendía; tanto lobo como humano querían morir lo más pronto posible, pero el lobo, como alfa y líder de su pequeña manada, no se podía permitir marchar así sin más, por más que quisiera no podía.

Dejaría que el humano sufriera y deteriorara su cuerpo todo lo que quisiera, porque sabía que volverían a estar bien, ambos lo estarían y saldrían adelante a pesar de todo el dolor que llevaban sintiendo por tanto tiempo. Confiaba en la fuerza y la capacidad de ambos, incluso cuando la parte humana no tenía la más mínima intención de seguir adelante.

—MinHo Hyung... — la suave voz a sus espaldas le provocó un malestar en la boca del estómago, sus orejas bajaron casi con miedo y su cola se pegó a su costado a la vez que bajaba su cabeza con pesadumbre—, ¿no voltearás a verme?

Soltando un resoplido, giró la cabeza para encontrarse con la mirada de su hermanastro, quien, de pie en la puerta de su habitación, lo esperaba con los brazos abiertos. Habían pasado dos meses desde lo ocurrido con JiSung, y JeongIn, debido a un viaje de negocios de su padre, no había tenido la oportunidad de visitarlo antes, sintiéndose como el peor hermanastro del mundo.

Pero el malestar se disipó cuando el lobo, con dificultad, se puso de pie y se acercó a él con tropezones y leves jadeos que lo alarmaban cada vez más, hasta que finalmente, luego de largos momentos de angustia, lo tuvo en sus brazos, abrazándolo contra su pecho, sintiendo cómo el gran y escuálido lobo negro dejaba descansar todo su peso sobre su menudo cuerpo.

—¿Hace cuánto no comes? — preguntó acariciando su cabeza con sumo cuidado y cariño, observando cómo el lobo levantaba la cola para dejarla caer cuatro veces seguidas — ¿Cuatro días? ¿Es en serio? — resoplando, intentó separarse del beta, pero cuando éste lo agarró de una oreja y comenzó a tirar de él fuera de la habitación, se alarmó — Bajarás a comer ahora mismo, Lee estúpido MinHo.

Entre forcejeos y gemidos de dolor por parte del lobo, lograron llegar a la sala en una pieza, ambos jadeando por el esfuerzo hecho, especialmente MinHo, que no había tenido ninguna actividad física en mucho tiempo, sintiendo sus músculos y huesos adoloridos.

❝Blind Eyes❞『•MinSung•』Donde viven las historias. Descúbrelo ahora