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Inquieto, se removía en su cama, jalando las sábanas de un lado a otro y suspirando de vez en cuando por las constantes imágenes que inundaban su cabeza. Después de mucho tiempo, estaba soñando con colores que creía haber olvidado, con paisajes y personas que creía jamás haber visto.

En el sueño, se veía a sí mismo en un parque rodeado de frondosos árboles de hojas verdes. Estaba sentado en una banca, con las rodillas pegadas a su pecho y los brazos pequeños rodeándolas, intentando buscar protección de algo que ni él mismo sabía.

De repente, el vago recuerdo de haber estado ahí antes lo sacudió. ¿Cómo podría recordar un parque que no había visto? Los árboles, arbustos, bancas y flores le resultaban demasiado familiares, dándole la sensación de conocer muy bien ese lugar.

Suspirando, dejó caer sus piernas, permitiéndose observar todo a su alrededor. Se sorprendió al ser capaz de recordar colores cuando hacía años que no veía nada más que negro cada vez que abría los ojos.

Pero allí estaba, fascinado con los suaves colores que adornaban el paisaje. El verde proveniente de los árboles y el césped, el rosa, lila y blanco debido a las flores que le daban vida al hermoso lugar.

Tantos colores tenían su total atención que no notó cómo alguien se acercaba a él hasta que una sombra a su lado lo asustó. Volteando rápidamente, se encontró con unos felinos ojos que, volviendo a sorprenderse por enésima vez en ese sueño, lo miraban con cariño.

En cualquier otro momento, muy seguramente habría huido, aun sabiendo que solo era un sueño, pero no lo hizo por la simple razón de que esa sutil mirada y la suave sonrisa que adornaba los delgados labios del pelinegro chico lo hacían sentir cálido y protegido.

—H-Hola... — se avergonzó al escuchar su voz tan temblorosa, pero aquello no hizo más que fascinar a su espectador.

El chico era un poco alto, quizás lo pasaba por 3 cabezas y un poco más. Su cabello era negro ébano, sintiendo unas ganas extrañas de enredar sus dedos en él, pero lo que más le fascinó fue la tierna sonrisa de encías que le regaló cuando se atrevió a fijar sus ojos en los contrarios.

Hola, Hannie... — solo bastaron esas simples palabras dichas con voz ronca para que él supiera quién era.

MinHo Hyung...

De un sobresalto, el aún no presentado omega despertó, sentándose tan rápido en la cama que un pequeño mareo lo aturdió. Se sintió estúpido al voltear a todas partes, asustado de no poder ver, cuando recordó su realidad.

El sueño había parecido tan real que, por un momento, olvidó lo que realmente era la realidad, su realidad, en la cual no podía ver colores, ni disfrutar de una agradable tarde en el parque, ni ver la linda sonrisa de encías de su Hyung.

A tientas, tomó el despertador de su mesita de noche, pasando sus pequeños dedos por la pantalla, sintiendo el relieve de los números.

6:38 am.

Demasiado temprano para su gusto, y más si se trataba de un día sábado. No tenía otra alternativa, debía quedarse en cama hasta que su madre despertara o el sueño volviera a invadirlo, lo cual no tardó demasiado en suceder, quedando completamente dormido nuevamente.

Lunes otra vez, comienzo de semana y de aburrida rutina. O quizás ya no tan aburrida.


Como siempre, SeungMin fue a buscarlo a su casa, esta vez acompañado de Chan y, para su sorpresa, también estaba Felix. A pesar de que iban por el mismo camino, nunca habían estado los cuatro juntos, ya que el mayor siempre se separaba de sus amigos al llegar al cruce para ir a su escuela.

❝Blind Eyes❞『•MinSung•』Donde viven las historias. Descúbrelo ahora