28. Un dolor diferente al quemazón

286 26 2
                                    

Habíamos conseguido huir pero no todo salía como lo establecido en el plan, al menos ya llevábamos a un herido y si había alguno más seguramente su herida no fuese de un grado tan alto como lo era Gè y su disparo en el estómago que desde que había puesto la mano en él para intentar frenar el sangrado no ha habido forma de hacerlo. Mi mano se ha vuelto completamente roja y me he olvidado de que era yo quien llevaba todo el peso de su cuerpo ya que le era imposible dar más de dos pasos sin tropezarse. Bruno estaba demasiado ocupado guiándonos por el camino mientras Samantha y Eva nos cubrían las espaldas por si algún vigilante se atrevía abrir la puerta que habíamos cerrado con prisa. Estábamos actuando sin pensar, sin ser conscientes de que Gè se estaba desangrando, solo huíamos con él arrastras lo más profundo del bosque se pudiese parar intentar llegar a la base para que Ana nos ayudase.

Estaba tropezando con todo, hasta con los diminutos granos de arena que se habían vuelto para Gè y para mí un serio problema ya que a medida que avanzábamos el tiempo se acababa y mi manos ya no servía nada más que para hacer de tapón en el gran agujero que la bala había dejado, junto a eso parecía que se nos había olvidado andar y las tropas dirigidas por Bruno estaban cada vez más lejos de nosotros, los rezagados.

-Venga, venga, no os paréis que estamos cerca- dice Samantha.

Eva se gira dejándola sola cubriendo las retaguardia y me ayuda a llevarle más rápido pero poco a poco ella también se queda sin fuerzas. La respiración de Gè va frenándose más deprisa por lo que intento hacer otro esfuerzo por llevarle encima mío pero todo es inútil, él mismo sabe que le queda poco tiempo y tira de mi camiseta para llamar mi atención sobre su mirada de un azul que va a morir a la orilla de un suave lago pidiendo que pare y deje de esforzarme por algo que ya es imposible. Ha pasado del miedo a la rendición. Cierro los ojos negándome e intento seguir un poco más pero volvemos a tropezar esta vez con un arbusto molesto dejando atrás a Eva con el impulso y consiguiendo que Gè suelte un grito desgarrador que asusta a cualquier animal cercano a nosotros que se haya querido acercar para curiosear.

Bruno se acerca a nosotros tras frenar a las tropas para comprobar que es lo que pasa y como el resto de chicos que está detrás suya solo ven a un alma que pide ser libre sin que se luche por su vida.

-Pararemos aquí, voy hablar con Ana- nos manda ordenando que tumbemos a Gè.

Entre Eva, Samantha y yo le dejamos en el suelo con la cabeza apoyada en un rama que parece estar puesta ahí para él y su buenos movimientos por el suelo. Le rodeamos entre los tres y con mis manos vuelvo a intentar hacer tapón para que deje de salir tanta sangre frenando todo lo que me es posible el momento que no queremos que llegue y por el cuál estábamos luchando para llegar a la base. Samantha abraza a Eva mientras que esta le coge la mano a él y entre todos permanecemos unidos hasta que vuelve Bruno con lo que no parecen ser buenas noticias.

-Lo siento, de verdad que lo siento ojalá fuese yo y no tu Gè- sus ojos e cristalizan pero rápidamente se recompone- Voy a intentar poner orden chicos, cualquier cosa me informáis.

Se va junto a las otras dos tropas dejándonos solos, oímos como habla con los sublevados dándoles ánimos de que todo va a salir bien y también charla con alguna que otra familia del pueblado mientras que nosotros rogamos a lo que sea que nos dé la vida para que no se lleve la de nuestro compañero, el que ha sido mi único amigo desde que entré en Otpor mientras el resto a veces eran miradas incómodas.

-No le gustan las despedidas, eso lo sé- dice débilmente Gè.

-Ya, nunca se despide- ríe Eva con él entre un par de lágrimas.

-Bueno, tampoco hay que despedirse de nadie porque nadie se va a ir- murmura Samantha mientras toca su pócima con cuidado.

Mis ojos salen disparados a su rostro y Eva también parece sorprendida, como si no se hubiese acordado de que tenía el mismo collar que su compañera y que podría devolverle la vida a su amigo. Sus dedos también se disparan a la pequeña pócima mientras que la examina comprobando que no se ha derramado ni una sola gota del contenido y se fija en mi para después buscar la mirada de aprobación de su amiga la que ya ha soltado el colgante dejándolo lucir en su cuello como cuando luchaba.

Los ojos del océanoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora