1. La marcha

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El sudor me bajaba por toda la columna vertebral, hacía rato que sentía como la espalda me quemaba y lo más probable es que al final del día acabara con un nuevo color rojizo pero no podía parar. Mi padre se había ido, bueno él en sí no, más bien le habían llamado para formar parte de la estúpida nueva guerra como les gustaba llamarla. La carta llegó ayer por la noche y esta mañana temprano se fue para que le enseñaran como usar las nuevas armas que habían fabricado ya que no era la primera vez que mi padre empuñaba un arma, a los catorce años tuvo que hacer frente a una guerra donde se prometía paz y tranquilidad para las futuras generaciones y por el resto de las décadas, no contaban con que el movimiento exterior de extranjeros impulsaría a rebeldes llamados Snaga en nuestro país sería un gran problema. 

Desde que se ha ido yo me encargo de sus tareas ya que mi hermano no es lo suficientemente mayor y prefiero que estudie para poder tener un futuro más haya del campo que teníamos. Con suerte podría ser profesor en una escuela o médico ya que viendo cómo estaban las cosas harían falta muchos médicos. Mi madre se dedicaba a reparar pequeñas cosas, por ejemplo si aún vecino se le rompía la bici acudían a casa para que mi madre se la arreglará, si se trataba de un agujero en el pantalón mi madre tenía los mejores hilos para coserlo y que aguantará otra temporada más. Yo estudiaba como mi hermano y por las tardes ayudaba con los animales a una de las familias más ricas de la ciudad, ahora me tendría que conformar con cuidar los cultivos que nos daban de comer e ir a cuidar los animales por la tarde. A mí madre al principio no le gustó la  idea pero al ver el poco dinero que teníamos se dió cuenta esta mañana de que no había otra opción. Podría estudiar con mi hermano aunque le sacaba un par de años, pero me serviría para repasar todo y así no olvidar cómo se escribía, pero por la noche al llegar a casa lo más seguro es que solo tuviese ganas de tumbarme en la cama.

Miré el Sol y por intuición dejé el trabajo de la tierra por esta mañana, tenía que comer aunque fuese una hogaza de pan o caería desmayado por la tarde. Nada más entrar en casa pude oír a mí madre sollozar, sabía que ocultaba el dolor que sentía y lo poco probable que era el regreso de mi padre, esta vez era más mayor que la primera y está guerrera era más seria. Cogí un poco de pan y salí a la puerta de casa para esperar a que mi hermano volviese, seguramente vendría acompañado de alguno de mis amigos a pesar de que yo no estuviera, nos protegemos unos a otros.

-Hugo- oí gritar desde lejos reconociendo la voz aguda de mi hermano.

Me levanté acabándome la hogaza y comprobé que venía acompañado, iba junto a Flavio qué vivía dos casa más al fondo de la calle que nosotros. En su casa siempre había algo de comida ya que su hermano mayor se dedicaba al comercio, hacia todo tipo de trueques y conseguía más comida de lo que valían las cosas que cambiaba. Mi hermano corrió hacia mí y me abrazó haciéndo como si llevase todo el día sin verme y es que nunca había ido solo al colegio ya que siempre le había acompañado, incluso los días que yo no podía ir.

-Hey ya está Rafa venga venga- digo separándolo de mi.

-Ya me ha contado que no vas a ir más- empieza a decir Flavio- Debes replanteartelo, sabes que tienes futuro y no lo digo sólo yo, lo dicen los maestros.

-Dile al de historia que he recibido su mensaje pero no puedo ir.

-Venga ya tío, seguro que puedes apañartelas si hablas con los Stark te dejarán ir a cuidar los animales los sábados y domingo.

-Pero necesito todo el dinero que me dan- miro a Rafa que sigue junto a mi observándonos y con la cabeza le mando entrar a casa- Mi padre no está, tengo que traer comida a casa.

-Seguro que si le cuentas todo aún así te darán el mismo dinero, yo juraría que te consideran uno más de la familia.

-Como si no fuesen suficientes en la suya.

-Ellos no, sabes que no tienen hijos y sus sobrinas les visitan pero no mucho ya sabes cómo son.

Río ante los gesto que hace simulando un falso vestido que suele llevar la pequeña y yo pongo los labios con forma de o mientras imito a la mediana. Hacemos un rato el tonto riéndonos de ellas como a veces hacemos en el colegio.

-La mayor es imposible de imitar- dice el cogiendo diferentes poses.

-Si, es que es diferente a las otras, no parece tan-busco una palabra apropiada para denominarlas.

-Tonta, esa es la palabra Hugo- ríe el- Me tengo que ir hermanita.

Nos despedimos volviendo a ser los dos imbéciles que éramos hace un par de minutos y al entrar en casa mi madre ya está sentada en la mesa junto a mi hermano que le cuenta como le ha ido el día en la escuela. Mientras escucho para integrarme en la conversación me lavo las manos un par de veces intentando eliminar de mi piel el color oscuro de la tierra que se resiste a dejarme, froto hasta volverla de un color rojizo y me doy por rendido cuando ciertas partes no se cambian a mí color blancuzco.

-Hugo- me llama mi madre- Ven un momento.

Me acerco con delicadeza sabiendo que ha pensado algo nuevo que puede ser destructivo para nosotros o de ayuda en la ausencia de mi padre. Ambas ideas me parecen tan probables que no me decido por ninguna así que me siento enfrente de ella y con mi hermano presidiendo la mesa.

-He oído como hablabas con este chico.

-Flavio- añado yo ante el olvido de su nombre.

-Si, ese, quizás tenga razón con lo de pedir que vayas solo los sábados y domingos a los animales.

-¿Has oído mi conversación?- pregunto abriendo los ojos intentando asimilar todo.

-Una poco, era audible desde aquí.

-¿Por qué? No, ya sabes que no voy hacer eso mamá.

-Pero hijo, así podrías volver a la- antes de que acabe la frase me levanto de un golpe de la mesa.

-He dicho que no, no voy a pedir ese favor y no voy a volver a la escuela. Ya soy mayor para tomar mis decisiones.

Con la mirada de mi hermano y mi madre mirándose las uñas me voy de la mesa hacia mí cuarto, no mucho más lejos, donde podré descansar hasta tener que ir a la casa de los Stark para cuidar de los animales. Vale que les caiga bien y sean amables conmigo, pero no puedo ir con esa confianza para pedirle tal favor, me podría costar el trabajo y si lo pierdo perderíamos el dinero que gano con él. No está en mis planes y no va a estar en ellos a no ser que me vea obligado hacerlo.

Los ojos del océanoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora