6. Conchas pequeñas a cambio de comida

460 34 2
                                    

Había quedado con Flavio a las ocho, el pasaría por mi casa y juntos iríamos hasta la cuadra donde solíamos ir. Allí teníamos varias herramientas como tablas de maderas y clavos para poder hacer todo tipo de objetos que posteriormente cambiaríamos por cualquier alimento que llevarnos a la boca. Nunca estaba de más una ayuda extra.

Como un reloj puntual Flavio apareció en el portón de madera oscura de mi casa. Con un grito de "Mamá salgo con Flavio, volveré tarde" cerré la puerta intentando hacer el menor ruido posible.

-En cuanto lleguemos te cuento- le dije a Flavio que me miraba detrás de sus gafas de pasta negra.

Nos conocíamos de toda la vida, como solía pasar normalmente si nacías en un año los que habían nacido en el mismo año que tú y vivían a un par de casas de la tuya se convertían automáticamente en amigos tuyos. Flavio y yo no nacimos el mismo año ya que yo era del último día del año pero al no tener ningún niño de edad cercana y ser unos meses los que nos separasen habíamos hecho buenas migas. Mi hermano sin embargo era el único niño que vivía por la zona con su edad, el restro vivían en la otra parte de la ciudad o pasaban del ratio establecido para convertirse en tu amigo inseparable. Igualmente ese no había sido problema alguno ya que a mí no me importaba llevarlo conmigo siempre hasta hace un par de meses donde empecé a pedirle que no me acompañase llegando hasta el incidente de hoy donde lo abandoné en el camino a la escuela. Siempre habíamos sido uña y carne y empezaba a notar como nos separábamos igual que la uña de la carne, con el dolor intenso que eso conllevaba.

En diez minutos habíamos llegado a la cuadra como siempre, sin ningún imprevisto. Todo estaba como la última vez, con un par de tablones a medio acabar que formaban un armario pequeño y el suelo lleno de pequeños trozos de madera que aún no habíamos limpiado.

-Bueno, cuando tú quieras- dijo Flavio cogiendo un par de clavos.

-He hecho un trato con Herg Stark- suspiré ante su movimiento de cabeza afirmativo- Iré a trabajar a su casa los fines de semana cobrando el mismo dinero a cambio de que su sobrina mayor vaya a la escuela.

-¿Eva? Esa lleva sin pisar la escuela al menos cinco años, no le gusta nada de allí, ni la gente ni la ordinariez de los profesores.

-Lo sé, lo he comprobado hoy.- me acerco a él para ayudarle- Me ha llevado a un pequeño estanco y nos hemos bañado, luego se ha ido y ya está.

Con un fuerte golpe demasiado cercano a su dedo pulgar Flavio fija su mirada en mi. Como si acabase de oír una mala noticia o se le hubiese aparecido el señor, en su cara se refleja el asombro y miedo a lo que acabo de decir.

-¿Que os habéis bañado? ¿Pero tú estás loco?

-Solo me he refrescado la espalda, ayer me la quemé trabajando por la mañana y sentía como me ardía, ya te he dicho que ella se ha ido sin si quiera hablarme. Mi presencia la estorbaba.

-Lo tienes muy jodido Hugo, demasiado.

Rodé mis ojos dejándole que diese los últimos remates al pequeño armario que nos habían encargado. Sabía que iba a tenerlo difícil aunque esta mañana pensase que en dos días conseguiría que ella sola fuese a la escuela sin mi ayuda. Las cosas se habían ido torciendo en mi cabeza a medida que iban pasando las horas, había pasado de verlo todo muy claro a dudar si quiera de las posibilidades que tenía de cumplir el pacto. No me iba a dar por vencido eso estaba claro, pero tampoco iba a perderme todos los días de clase por ella y sus tonterías. Mañana iba a ir, la pediría que me acompañase y si no quería me iría yo solo andando hasta la escuela.

Una vez acabado de montar el armario yo le di los últimos retoques para que fuese más resistente a los golpes, no contábamos con mucho material ya que el dinero que conseguíamos iba para comida pero una parte lo gastábamos en mejoras para que los objetos fuesen de mejor calidad. Como decía mi madre, "a mayor calidad, mayor es el precio que debes poner". En un par de horas ya estaba todo acabado y Flavio había empezado con un taburete que acabaría al día siguiente y por el cual sacaríamos un par de conchas pequeñas para comprar aunque fuese la ración de pan del día.

-Hugo, ¿Fuiste a su casa entonces?- me pregunta Flavio camino al dueño del armario.

-Si, te diría que es como la imaginábamos pero no llegué a entrar y por lo que vi del jardín mejor, desprendía demasiado lujo.

-Ojalá tener una casa así algún día.

-Yo soy feliz con lo que tengo, me basta con tener una familia.

Cruzamos las miradas donde pude ver su rostro de pena y afirmación. Flavio tenía varios hermanos pero sus padres estaban separados y eso hacia que la familia no estuviese tan unida como la mía donde al ser dos y mis padres seguian juntos lo primero era la familia. No por ello Flavio dejaba de preocuparse por su familia, al contrario, buscaba dinero por todos lados pese a que en su casa siempre había cosas que comer y conchas con las que pagar. Quizás influía el trabajo de su padre o que su madre era profesora, no lo sabía pero igualmente el buscaba junto a mí para que no faltase nada.

-Es está casa- dijo Flavio parando frente a una pequeña casa bastante más acomodada que la mía pero no tanto como la de los Stark.

-Llamo yo.

Con paso decidido me acerqué hasta la puerta sin tiempo para golpear una joven rubia abrió la puerta. Nos miro a ambos intentando hacer un reconocimiento y después miro ambas direcciones de la calle comprobando que no había nadie más para finalizar su recorrido en el pequeño mueble recién hecho.

-Ah sois vosotros, un momento voy a por lo que os debo.

Sin darme la opción a responder cerró la puerta rápidamente haciéndome girar sobre mis talones donde vi la sonrisa de Flavio, tanto porque la chica me acaba de dar en todas las narices con la puerta como que no era para nada fea o me atrevería a decir que era una de las primeras chicas que llamaba la atención de Flavio.

-Si hubiese sido yo no me habría cerrado la puerta- dice riendo- Sabes que tu no les das nunca confianza.

-No es mi culpa no llevar gafas de listillo- le devuelvo.

La puerta se abre de nuevo y la chica nos mira con su ceja izquierda alzada y las conchas en un pequeño saquito de tela. Me las da negando con la cabeza sin decir mucho más. Una vez le acercamos el mueble a la puerta nos despedimos listos para buscar la cena de hoy.

-Que sepáis que os hubiese cerrado la puerta a ambos, no me inspiráis confianza ni con unas gafas.

Flavio y yo nos reímos dejándola atrás con su mueble recién hecho y relamiéndonos los labios pensando en la perdiz que vamos a comprar y repartir entre ambos. Hemos conseguido una buena recompensa por el pequeño mueble y nos lo vamos a compensar con comida, como bien sabemos ambos.

Los ojos del océanoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora