29. El agua como señal de roce

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El movimiento del agua me mantiene distraído, como las ondas vienen y van de un lado a otro mientras que se unen las unas a las otras para hacerse de un tamaño mayor. Como si no tuviese nada más importante que hacer o el tiempo hubiese dejado de correr sigo a todas las ondas con los ojos, sus viajes con el inicio de la vida y la muerte a las orillas del pequeño riachuelo que ha aumentado la corriente respecto a cuando íbamos camino ayudar a un poblado que le costaría la vida a Gèrard. Mi amigo y compañero en los entrenamientos donde había demostrado toda la valentía que en el campo de batalla le faltó y quizás me sobró a mi a la hora de clavar su arma haciendo que la bala acabara directamente en su estómago y con su vida.

Los ojos azules de Eva se dejan ver por la superficie del agua sin sacar aún los labios y me mira atenta, rodeándome con círculos perfectos que me mantienen pendiente de ella haciéndome olvidar las ondas que forma en el agua con todos sus movimientos. Saca la cabeza inclinando la barbilla hacia el cielo para poder hablarme sin tragar agua.

-Perdón por lo de antes, tenías razón tú- dice parando delante mía

-Debíamos intentarlo como dijiste, era uno de nosotros en la pequeña tropa y si llega a tratarse de ti o de Samantha no hubiese dudado.

-Bueno, no ha funcionado y lo hemos desperdiciado así que ahora solo nos queda volver a la base y reponerlo para la próxima.

-Espero que no tengamos que volver a reponerlo porque me pienso cargar a todos los que se me pongan por delante para vengarle- digo apretando el puño.

-Yo también lo pienso hacer, ahora estamos de acuerdo en algo al fin- ríe tímidamente.

-Ya, por fin, si- toso adrede para hacer una pequeña pausa- espero no volver a causarte problema si quieres puedo pedir que me cambien de tropa o bueno te puedo hacer caso a todas tus ordenes también.

-Si lo hubieses hecho quizás eran dos cuerpos los que estaban tendidos bajo ese árbol con una bala en el estómago- saca medio cuerpo del agua igual que yo y se acerca un poco a mí- Hugo si no hubieses hecho eso con el cuchillo ese no sé que habría pasado pero desde luego que nada bueno así que ni te vas a cambiar de tropa ni me vas hacer caso, bueno si me vas hacer caso porque a partir de ahora no te voy a pedir que huyas como pasó con- traga saliva y niego para que no siga con la frase.

-A sus órdenes entonces arquera- sonrío ante el trato de paz que parecemos haber firmado.

Ella afirma mientras pestañea un par de veces conteniéndose las lágrimas, el silencio se hace con el poder del momento y nosotros nos limitamos a mirarnos buscando alguna respuesta a como seguir actuando en este preciso momento. Mis ojos se desvían momentáneamente a sus labios del mismo grosor que siempre e intactos seguramente tan suaves como la capa que suele llevar y ahora ha dejado en la orilla para no mojar, saca la lengua para humedecerlos volviendo a captar mi atención en sus ojos que parecen más cercanos a mí que nunca y me dejan una vista directa al océano sin sentir vértigo alguno ya que su mano se engancha a la mía como el día en que me condujo hasta el pequeño cuarto donde conocí a Gèrard y se convirtió en algo habitual para él y para mí pasar tiempo allí. Cuando dejo de mirar las manos que por un segundo habían captado toda mi atención vuelvo al inicio y la pillo haciendo lo mismo que yo pero con retroceso, sus ojos están desviados un par de centímetros más abajo de donde quedan mis ojos. El problema de ambos es que no sabemos como resolver esto que pasa entre nosotros y ella lo acaba pagando con rabia intentando protegerme y yo solo busco cuál es el problema.

Cuando por fin nos decidimos a juntos nuestros labios noto una ráfaga de aire frío bajándome por toda la garganta que llega incluso hasta la punta de los pies, somos cuidadosos al inicio por miedo a que algo fuese a estallarnos directamente por rozarnos de más pero cuando nuestros labios se acomodan en los del otro encontrando la postura correcta mi mano se desliza por su cuello subiendo por toda la cabeza rozando cada una de las raíces de su pelo sintiéndola a ella mientras que la otra mano, la que habíamos juntado el uno con el otro, queda libre y se desliza por la piel que cubre el agua hasta llegar a su cadera donde encuentro el sitio perfecto, todo en ella ahora es perfecto para mí. Eva no está quieta como yo, sus manos se remolonean en mi pelo mojado haciéndose nudos con los cabellos más largos. Cuando su lengua se auto invita a mi boca no le niego al paso e incluso choca con un pequeño sonido gutural que sale directo de mi garganta al notar el ligero roce de ella. El beso se vuelve algo salvaje pero sin perder la esencia de ser el primero entre nosotros dos por lo que sin duda alguna la chica que nos interrumpe no es otra que la otra arquera con una risa mojada de lágrimas y su mano en la cadera similar a una madre pillando a su hijo haciendo algo que no debería haber hecho.

Los ojos del océanoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora