31. El amor de otra forma

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En solo una semana habíamos conseguido avanzar bastante en cuanto al orden en Otpor, las familias tenían asignada una habitación donde cabían perfectamente todos y los víveres habían dejado de escasear por fin desde la llegada de las más de cien familias. También se les había buscado alguna tarea que hacer para que no pasaran las horas perdidas mirando las paredes y tampoco perdieran el sentido del horario, es decir, que el Sol salía y se ponía cada día dando paso a la Luna que ahora en esta época brillaba coronándose como la reina de a temporada. Algunos se encargaban de un pequeño huerto que con ayuda de Ana y sus conocimientos sobre las plantas, de ahí pronto empezaríamos a sacar frutos que podríamos servir aumentando así las reacciones de comida que ahora mismo apenas eran dos diarias para cada persona. Comida y cena. El desayuno no lo contábamos porque el pan lo conseguíamos fácilmente y habíamos encontrado un par de vacas que criar de las que conseguíamos sacar leche para los más pequeños. Yo aportaba mi ayuda en la pequeña granja que se estaba intentando hacer ya que preveíamos que pronto tendríamos muchas más bocas que alimentar por lo que debíamos de darnos prisa en mejorar todo lo que pudiésemos. Aquellos que tenían una edad cercana a la mía se habían empezado  a formar para ayudar en las expediciones fuera de Otpor ya que como bien me dijeron este era un pequeño grupo de jóvenes que mostraban resistencia y solo aquello jóvenes eran los que podían formar parte del equipo para coger un arma y matar a quien se interpusiera. Por lo que mientras que los mayores se encargaban de ayudar con la comida los jóvenes se entrenaban duro para la salida que pretendía ser lo más inmediata posible, cuando tuviésemos una mayoría listos y que pudiesen regresar, no estábamos dispuestos a perder ni una sola vida más, a todos se nos había quedado la muerte de Gèrard muy grabada.

Por otra parte, Eva y yo nos seguíamos entrenando, esta vez juntos, con la ausencia de Bruno que estaba bastante ocupado con los chicos nuevos enseñando lo justo pero necesario para su supervivencia. Nos solíamos poner espalda con espalda para que mientras ella disparaba yo acuchillaba y desgarraba a todos aquellos imaginarios enemigos que se les ocurría acercarse por su espalda o si quiera rozar un poco con la mirada su capa. Estábamos aprendiendo a formar equipo y todo parecía ir bastante bien, incluso las vueltas a casa donde ya no había silencio sino más bien comentarios sobre los entrenos y lo bien que lo habíamos pasado juntos porque tras todo el tiempo junto por fin habíamos descubierto que teníamos una cosa en común que era matar por muy poco romántico que suene aunque desde luego que el color rojizo que envuelve a la palabra amor sobraba y nos salpicaba.

-Me dijo mi tío que ayer montaste en mi caballo favorito- dice Eva cambiando de conversación camino a la base.

-Si, me dejó montar él porque solemos cabalgar juntos una vez a la semana ya que apenas sabía y bueno más bien fue el caballo quien quería salir.

-Ten cuidado con él, sabe mucho y le tengo demasiado enseñado- me sonríe antes de volver a fijar la vista al suelo.

-Se nota, con todos ha ido bien pero él, ayer no hacía ni falta que hiciese gesto alguno- digo siendo cortado por ella.

-Era como si te leyese la mente, sí él simplemente sabe a donde quieres ir. Es el mejor caballo que han tenido mis tíos y yo llevo con él desde que nació, apenas tres años después que yo.

-¿Fue tu primer caballo?- pregunto asombrado.

-Si, el único que he tenido porque en mi casa no tenemos o al menos yo mis hermanas sinceramente me desentiendo de ellas- dice- Mucha gente cree que es porque soy la mayor y no sé pero es que ellas no entienden nada Hugo, ellas están ansiosas por llevar una vida de... de cuento de princesas como el que nos leían antes de dormir y que tanto me abrumaba a mí.

Se frena junto a la puerta de la base que ahora está más camuflada que nunca ya que se ha tenido que reforzar la protección por la gran cantidad de gente que hay bajo tierra en las paredes conocidas como Otpor. Su mirada se clava en mí con un frío helado en ella y noto que está siendo sincera, está abriendo sus pequeños sentimientos a exponiéndomelos a mí.

Los ojos del océanoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora