39. Hilar personas.

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El tiempo que he pasado entrenando en Otpor me merece la pena, lo noto cuando tengo que empuñar el arma ya que pese a que mi padre me había enseñado a defenderme no pudo inculcarme todo lo que le hubiese gustado o al menos todo lo que Bruno ha hecho que aprenda. Aparte de defenderme también he mejorado mi forma pasando de poder correr solo diez minutos seguidos dejándome la vida en ello a los veinte o incluso la media hora si consigo llevar un ritmo adecuado. Esto lo considero un gran beneficio porque a la hora de tener que luchar contra los vigilantes les supero en una carrera combinándolo con la agilidad que he afinado un poco más. Desde luego solo he sacado ventajas de este lugar porque no solo a la hora de la batalla sino que también en lo personal aumentando mis amistades, pese haber perdido a Gèrard, y encontrando a quién creo que es la persona que quiero. Por esa persona corro intentando no dejar a Flavio detrás ya que él no ha recibido ningún entrenamiento, piso exactamente donde debo allá por donde vamos en el bosque no como la primera vez que me metí aquí costándome casi la vida.

Eva ocupa todos mis pensamientos por más que intento concentrare en los pasos de mi amigo para no tener que pararme cada segundo a comprobar que me sigue incluso después de su insistencia de que si nos separamos sabrá volver solo. Si voy yo únicamente con el mensaje de que todo esto solo era para provocar a Eva haciéndola entregarse ella sola desde luego que me tomarán por un romántico desesperado que no aguanta más de un día sin ver a la chica que ama.

-Flavio ve alternando el peso, pisadas grandes- le indico para que me alcance lo más rápido posible.

Afirma siguiendo mi consejo hasta llegar junto a mí para empezar de nuevo a movernos al mismo ritmo esta vez siguiendo yo el suyo sin adelantarle. Ya que no puedo oírle porque mi cabeza anda distraída pensando en las manos de Eva acariciando mi pelo en cuanto llegue a Otpor al menos tenerle en mi campo de visión para no ser interrumpido en la carrera.

Veo la puerta de entrada antes de lo esperado haciendo que frene a un par de metro para girar sobre mis propios pies esperando encontrar los ojos marinos de Eva entre tanto marrón de los árboles. Mis ojos se paran en aquel árbol de nuevo, donde no podré olvidar como se mesclaron el odio con el amor haciendo que nos enredáramos con nuestras manos y cuerpos hasta ser interrumpidos por aquel gato, por Sullivan.

-¿Hugo?- dice Flavio junto a la puerta casi sin aire- Venga no hay tiempo.

Pestañeo reaccionando a su llamada siguiéndole para adentrarme en Otpor junto a él. Se nota la diferencia entre ese caos y desorden que era ayer al silencio mezclado con los cuchicheos de la gente que anda por los pasillos. Ahora comprendo porque este sitio era tan grande, parece que estaba preparado para algo así, acoger a multitud de personas que huyen de la guerra provocada por su propio rey que lo hace por el odio hacia alguien. El pastor sacrificando a un par de sus ovejas para encontrar a la que le causa aquello que le molesta.

-¿A donde primero?- me pregunta mientras andamos juntos sin rumbo.

-Vamos a la enfermería, tengo que preguntar a Rafa si ha estado con él mientras estábamos fuera.

-¿No crees que primero deberíamos avisar a Mai o a sus tíos?

-Probablemente sí- me paro ante su idea valorando que hacer- Está bien, vayamos hablar con los Stark puede que sepan algo.

Sin nada que añadir y con un rumbo claro vamos directos a la sala de reuniones donde esperamos encontrarlos dados a la nueva relevancia que ha sido otorgada a Liz por haber pertenecido a los inicios de Otpor e incluso esa buena relación que la une a mi padre, relación que yo desconocía al completo. Dándonos paso la lentitud de la puerta nos adentramos en la sala principal donde a un lado están Maialen junto a Nía y al otro Liz con Herg que se levanta acercándose a mi nada más verme.

Los ojos del océanoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora