22. Cosas que hacer

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Distracción, según me habían enseñado significa acción y efecto de distraer y de ser así había cumplido con mi objetivo de mantener distraído al vigilante en el bosque mientras yo buscaba el pequeño estanque. Él se acabaría dando por rendido buscando la salida más cercana que a lo mejor si tenía algo de suerte no tardaría en encontrar y yo de mientras me esforzaría en recordar el camino que me marcó Eva en su día cuando mi espalda gritaba a voces que parase igual que agradeció el contacto con el frío del agua de aquel sitio. Esta vez tenía las muñecas algo cargadas, con ganas de querer mojarlas y liberarme de un pequeño surco de sangre que me había salido de una de las cicatrices aún por curar al darle tal puñetazo al vigilante. El primer intento de no usar mis partes dañadas había funcionado pero quizás en la segunda ronda el querer acabar o puede que la rabia o chulería me hubiesen hecho olvidarme de esas cicatrices que rodeaban mis muñecas y señalaban mi frente como una diana para ser disparada, como él mismo quería hacer.

Antes de llegar hasta aquel sitio donde el agua lo era todo cerré los ojos para poder oírla y al igual que solía hacer con las respiraciones poder encontrarlo cuanto antes fuese posible. Sabía que estaba cerca porque la pequeña cascada desde la que bajaba el agua sonaba demasiado cercana e incluso podía sentir el frescor que desprendía el agua parada de allí. Con un par de pasos me acerqué lo suficiente como para verla, había salido como intuía por la cascada en vez de por la parte baja donde el agua estaba calmada. Me acerqué lo suficiente a la orilla como para poder mojar las muñecas sin que resultase peligroso y solté un pequeño quejido más bien por el frío que la sensación de calma que me hacía sentir ese desliz de las gotas, metí ambas muñecas quedándome completamente tumbado en el suelo volviendo a cerrar los ojos una vez más no sin antes ver como un pequeño hilo de sangre se desprendía bajando con el curso del agua.

No tenía prisa por moverme ya que la única persona que podría esperar aquí era Eva pero ella me buscaría probablemente algo mas abajo, en el sitio donde me empapó la espalda e incluso me hizo ver una sirena en sus movimientos al nadar. Hice todo lo que pude por bajar, había perdido la fuerza al tumbarme y estaba algo sediento por la carrera que no había planeado, si no aparecían por aquí en un rato me tocaría buscar la base por mi mismo. Una vez abajo volví a coger la misma postura que tenía, mojando mis muñecas que ahora si que pedían un poco de agua e intentando recuperar las fuerzas que había perdido en este intento de ser el conejillo de indias. No sabía si había funcionado pero esperaba que al menos les hubiese servido para alejarles un par de kilómetros de ellos en busca de mí, el chico huidizo.

Centrado en mis pensamientos pero aún al acecho de que quién llegase hasta aquí no fuese el equipo que me acompañaba sino el novato aunque con unas altas probabilidades acabaría como yo en mi primera aventura por el bosque a diferencia de que a mí mi madre me salvó con sus años de medicina y no ser la primera vez que veía algo así, sin embargo ese pobre novato si llegase aquí solo me tendría a mi y a este montón de agua con lo que ninguno de los dos podríamos salvarle.

-¡Está aquí!- exclamó una voz alarmándome y haciendo que me levantase rápidamente.

-¡Hugo!- dijo alguien saliendo detrás de la primera silueta.

Eran mi equipo y sin duda el primero en verme había sido Gè que iba primero en la fila de uno que había montado. Eva se acercó a mí para examinarme con su arco a la espalda y el carcaj aún repleto, probablemente la señal de que no habían tenido que actuar ante mi plan fallido. Nos miramos intentando saber cuál de los dos sería el primero en hablar pero antes de que alguna palabra saliese de cualquiera de nuestros labios nos abrazamos como si llevásemos esperando este momento desde que nos conocimos. El sonido de las pisadas de Bruno nos hizo saltar velozmente para separarnos.

-Le tenemos Maialen- dice tocándose la oreja- Voy hacer un reconocimiento rápido pero creo que está bien.

Afirmó con la cabeza a alguna orden que nosotros no oímos y se acercó lo suficiente a mí como para poder comprobar que estaba bien, tenía las muñecas mejor que cuando había llegado hasta aquí y el golpe que él mismo me había dado un día atrás seguía igual de bien gracias a los remedios de mi madre. No tenía ningún rasguño, si algo de cansancio pero ya había podido recuperar gran parte de la fuerza que necesitaba o así lo había comprobado al haberme levantado ágilmente del suelo con un leve mareo más bien por la prisa que por la falta de fuerza.

Los ojos del océanoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora