15. Robles y hojas secas

349 21 1
                                    

El dolor remite y desaparece de la misma manera que Ana me murmuraba que pasaría mientras me terminaba de curar del todo. Podría decir que me siento como nuevo pero las vendas un poco enrojecidas en ciertas partes desde luego que no me harían ningún favor. Ana ha recogido todo dejándome solo una vez más en la amplia sala con la libertad de poder moverme entre las paredes que vuelven a ser de un tamaño estándar. Me levanto con cuidado para no sentir el mareo que me pueda ocasionar el golpe en la cabeza y pongo mi silla en su sitio al igual que el resto, ordeno la sala colocando las sillas hasta terminar sentado encima de la mesa viendo que es más espaciosa de lo que pensaba o parecía.

-Vaya, ya te ha hecho efecto la pastilla- dice de nuevo Ana sobresaltándome por detrás.

La puerta tan silenciosa como he podido comprobar se ha abierto dejándola entrar a ella y al chico que me dio con la culata de la pistola, del cual no recuerdo ni su nombre en este momento. Ana mueve la cabeza hacia el otro lado de la puerta donde se encuentra el chico.

-Venga Hugo, tienes que hacer una prueba, será corta y con suerte saldrás rápido de aquí- dice intentando ganar mi confianza 

La miro con el ceño fruncido para después fijarme de nuevo en el chico que ha dejado el arma y ahora solo lleva un pistola a juego con el cinturón negro de su cintura. Él también parece mucho mejor sin manchas en la cara y el pelo algo mojado indicando que se ha aseado o fuera ha llovido bastante

-Está bien- suspiro levantándome de la mesa sin sentir apenas dolor.

Les sigo con Ana a mi lado y el matón de la pistola detrás nuestra más pendiente de cualquier falso movimiento que pueda hacer a estar pendiente de sus propios pasos, como diría mi madre 'Hay que mirar al frente pero con la vista pendiente a tus pies' y él ni mira al frente ni a sus pies, tiene todas las características para tropezarse dejando los dientes clavados allí donde caiga.

-¿A dónde me estáis llevando?- pregunto mientras andamos pasando un par de puertas.

-Vamos a unos campos de entreno, allí ya se verá pero de momento es donde te esperan- me confirma Ana

Ruedo los ojos por su repentina seriedad conformándome con seguirla en estos pasillos que a comparar con la única habitación en la que he estado, quitando el cuartucho donde me tenía el imbécil que nos sigue a Ana y a mí, son de un tono más apagado, como si llevasen demasiado tiempo ahí puestos con esa pintura y hubiesen vivido demasiado como para contarlo. No hay decoración alguna por todo el pasillo, nada más que líneas en el suelo de colores distintos acabando en diferentes puertas. Cuando pienso que seguimos una se acaba, primero con la azul oscuro y luego con la roja, hasta que la verde oscura que ha llevado en mi mente desde que la he visto ya que quién la pintó no tendría que ver muchos más colores aparte del verde, predominante por excelencia en este antro. Una puerta parecida a la de la sala de donde venimos se abre dejándome leer solo la mitad de la palabra que estaba escrita en ella "Sal.. d.. prue...". El sigilo y la rapidez de estas puertas va a ser algo a lo que no me voy acostumbrar aunque tampoco me vaya hacer falta hacerlo.

-Bueno, ya estamos- dice Ana mientras mira a el chico que quizás tiene más información.

-Ahora tu tienes que hacer de cebo- señala a Ana- métete por el bosque y él te debe seguir como hizo con Eva.

-Vale- dice esta segura y lista para entrar.

-¿Porque iba a seguirla? No voy a sacar nada de esto y no me merece la pena- me quejo rápidamente impidiendo lo que sea que quieran hacer conmigo.

-Debiste pensar lo mismo con Eva, no lo hiciste y ahora estás aquí campeón así que a seguirla como si tuviese ella tú libertad, que en realidad la tiene- me guiña el ojo y sale de la habitación dejándonos a solas.

Miro a Ana que duda por unos segundos sobre si es lo correcto o no, pero cuando da un paso hacia mí para comprobar las vendas algo en su interior la empuja a girarse rápidamente y salir corriendo por el bosque que se forma sin ningún aviso en un espacio que parecía mucho más pequeño al comparar con lo que se ha formado. Mi estado de alarma se dispara y salgo corriendo por donde la veo desaparecer guiándome por un par de huellas y señas que me voy encontrando, desde pisadas en un barro que no tarda en desaparecer a ramas rotas o semi rotas en los árboles a una altura humana y probablemente igual que la de Ana. Con el sonido de los pasos, los cuales se han vuelto cada vez más tranquilos, ando en esos sitios donde las pistas son confusas o no hay apenas rastro que seguir. Decido concentrar todos mis sentidos en los pasos que se oyen a lo lejos y con paciencia me dejo guiar por el diminuto o inmenso bosque ya que no se del todo si es real todo lo que piso o simplemente una mera proyección en el verde de las paredes que lo hacen parecer de verdad. A ratos oigo también su respiración forzosa y distingo algún que otro ruido de animal como podría ser un jabalí o una culebra moviendo las hojas hasta el punto de que alguien grita, más bien algo porque el poco rato que he pasado con Ana ha sido el suficiente como para reconocer que esa no era su voz. No concuerda la lejanía del chillido con la cercanía de los pasos y la respiración algo más tranquila con el transcurso del tiempo. Me vuelvo a parar en un nuevo intento de conseguir la ubicación de Ana y con los ojos cerrados y controlando mis pulsaciones por la agitación consigo ponerme a la par que la respiración de ella ya que sus paso se dejan de oír. Abro los ojos rápidamente fijando la vista en un roble cuyas ramas muestran su máximos esplendor dentro de los años que desde lejos parece albergar dentro de él. Intento ir con sigilo hasta él, seguro de que se esconde allí. Acallo mi respiración para comprobar que alguien está demasiado cerca y cuando estoy a centímetro del roble su pelo marrón como el mismo tronco se asoma por un lado seguido del oscuro color de su ojo.

-Mierda- murmura lo suficientemente alto como para oírla.

Intenta salir corriendo pero me tiro sobre ella frenándola y cayendo entre las hojas secas del roble que empiezan a desaparecer poco a poco a la par que yo desaflojo la fuerza con la que la agarraba las muñecas para no perderla.

-Lo siento- digo quitándome de encima suya y sentándome a su lado en el frío suelo verde de una pequeña sala.

-Yo también, debí hacerlo mejor pero sabía que por lo que habías hecho no te podíamos perder- se levanta sin ninguna muestra de dolor- Haré todo lo posible para protegerte a ti y tu familia que lo sepas.

Me sonríe tristemente y tiende su mano para levantarme pero yo solo la miro intentando procesar el significado de sus palabras. No sé donde me he metido ni el dolor que me puede traer lo que acabo de hacer ahora mismo en lo que llamaban la prueba. Han simulado algo, han intentando y conseguido sacar a la luz algo que querían ver de mi.

Miro a Ana con el ceño fruncido y algo de enfado en mi mientras la puerta tan sigilosa como lo he sido yo deja paso a el chico de la pistola y la mujer que parece mandar o al menos la que va a darme la peor información. Ana se va cabizbaja y con ayuda del chico me levanto del suelo. Antes de saludar o si quiera decir algo más recorro con los ojos la sala y compruebo que todo era una simulación. No había bosque, barro, ramas o robles donde estuviese escondida Ana y  mucho menos hojas secas donde caer.

-Bienvenido Hugo, yo soy Maialen y él es Bruno- dice sonriendo mientras me vuelvo en su dirección- Ven, te tengo que contar mucho.

Los ojos del océanoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora