36. Una mirada acusadora

331 26 8
                                    

En la tranquilidad de la habitación notando la respiración de Eva junto a mí calentando mi pecho se hace hueco de nuevo el pequeño maullido que parece funcionar como un indicador de cuando debemos parar. Antes, fuera, ha hecho que acabásemos juntos en mi cuarto de este dichoso sitio para que nada nos molestase. Solo su mirada, que ahora se repite consigue alertarme en cuanto la veo de que deberíamos estar haciendo algo más aparte de juntar nuestros cuerpos todo lo que podemos buscando un calor que a ratos desaparece. Gruño en voz baja para llamar la atención de Eva pero empezando a enredar mis dedos en su pelo, ya que la mano que tenía descansado en su cintura ha ascendido un poco por todo su cabello para ir bajando por él hasta llegar a las punta donde se entretiene enredándolas con las yemas de los mismos. Noto como frota su pequeña nariz en mi cuello chocando los labios en el mismo de vez en cuando para dejar tímidos besos que me hacen sonreír.

-Mmmmh- hago en un ronroneo como el del gato.

Dejando un último beso se acerca a mi para rodearme al completo con sus piernas y brazo gruñendo como una niña pequeña que no quiere separarse de su objeto más preciado. Apoyo mi barbilla en su cabeza para volver a ver la imponente mirada del gato que he bautizado como Sullivan o más bien Sulli. 

-Creo que Sulli intenta llamar nuestra atención- digo cerrando los ojos.

Oigo la voz de Eva chocar contra mi pecho provocándome la risa por lo confortable que le han parecido mis brazos desde que hemos deshecho la cama, y es que cuando hemos empezado a dejar caer las prendas de ropa su capa ha sido la indicadora de que se preveía un auténtico ciclón al cuál nadie podría frenar. Con el suave caer y sus pies rozando el suelo como si fuese de cristal hemos tardado más bien poco en desordenar cada parte del cuarto por el que a ratos incluso parecíamos bailar como lo hace el mar en alto temporal de tormentas. Puede que Eva y yo seamos eso dos mares distintos que cuando se juntan no pueden parar de unir sus aguas para crear diferentes corrientes, cálidas y heladas.

-No te he oído pero seguro que has dicho que estás deseando levantarte y empezar un nuevo día- rio desenredándome de su cuerpo aunque me cuesta.

-No, no he dicho eso ni mucho menos- me gruñe.

-Una pena porque ya estoy casi levantado- me siento en la cama dándola la espalda.

Sus brazos vuelven a rodearme y noto como deja caer todo el peso detrás de mí en sus rodillas apoyando su pecho en mi espalda y dejándome una huella de besos por toda la cara que hacen imborrable mi sonrisa.

-Eso no va hacer que me quede aquí que lo sepas- la digo arrastrándola conmigo al intentar levantarme.

-Ya, pero así me levantas tú- ríe deteniendo su ataque repentino de romanticismo.

-Vaya así que no eres nada romántica entonces- me giro ayudándola a levantarse de la cama.

-Dependiendo del momento como has podido comprobar pero en la vida hay que ser más interesado que romántico o sales perdiendo.

-Hablas desde la voz de la experiencia- rio mientras jugamos con nuestras manos.

Sonríe dejando ver esos labios gruesos que están algos más hinchados por la larga noche que hemos pasado nadando entre sábanas. Me paro a mirarla al completo para afirmar una última vez todo lo que durante esta noche no he podido parar de pensar y es que he estado junto a la mujer más guapa que he visto en la vida.

-¿No tenías prisa?- dice burlándose aún jugando con mis manos.

-Si, pero quería ver por última vez esas marcas en tu piel, lo que tu llamas...-intento recordar el nombre- ¿tabús? No, así no.

Los ojos del océanoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora