Capitulo 24 - Empecemos otra vez

123 17 1
                                    

Quizás subestimó que tan rápido iba.

Cuando ese alguien se atravesó, Adrian fue incapaz de frenar, advertir o cambiar el rumbo de sus pasos.

Todo ocurrió en menos de un segundo, sus reflejos no fueron lo suficientemente rápidos, cayo junto a quien tuviera la suerte (o el infortunio) de haber estado transitando tranquilamente en las calles.

/.../

—¿No ibas un poco rápido? —Murmuró Alexander con la unica intención de romper el silencio.

Adrian resopló en su sitio (el modelo los había conducido a ambos dentro del parque a una banca que encuentras solo si la estas buscando, lejos del ojo público) observando los codos sangrantes del chico, "poco" solo era un eufemismo si había sido capaz de dañarlo así.

Eso o Alexander era demasiado fragil, Adrian deshechó el pensamiento tan pronto apareció.

Cuando el moreno se metió en su camino, logró detener su carrera obligándolo a frenar con la intervención de su propio cuerpo, a cambio, ambos habían caído gracias a la fuerza del choque, la peor parte se la llevó el extranjero pues fue quien recibió toda la fuerza del impacto. Alexander se había golpeado la cabeza, parte de su ropa estaba rasgada en la parte de la espalda y su codos sangraban levemente.

—Mierda, ¿estas bien? —Preguntó Adrian, apoyando la mayor parte de su peso sobre sus palmas, lo último que Alexander necesitaba es que alguien lo aplastara, especialmente no él.

Tan bien como puede estarlo alguien que ha sido embestido. —Bromeó para dejar ir la tension del ambiente, no obstante, Adrian solo se sintió peor al respecto. Alexander corrigió sus palabras. —Estoy bien.

—Déjame ayudarte.

Y ahi estaban.

—Deja de verla.

—Tratar la herida de alguien sin ver la herida en cuestión es peligroso.

—No estas tratando la herida, te estas atormentando a ti mismo.

—Por favor. Flexiona el brazo, Rossi. —Necesitaba saber que tan profundo era el dolor, hasta qué punto el extranjero podia moverse. Por supuesto que no se estaba atormentando.

Alexander dejó de intentar confortarlo, maniobró sus brazos conforme el héroe guiaba sus movimientos, flexionando y estirando a un ritmo que pudo haber despertado su aburrimiento de no ser provocado justamente por la persona frente a él. La mirada llena de concentración que Adrian mantenía sobre su persona era sofocante, saber que aquel par de ojos esmeralda detallaba con tanta precisión sus rasgos, analizando con cuidado sus reacciones era abrumador, pero no en un mal sentido. La sensación que experimentaba, el modo en el que se sentía, evocaba recuerdos que olvidó tener.

—Esto puede doler. —Advirtió Adrian antes de empezar a tallar la herida con un algodón bañado en agua oxigenada.

Alexander apenas reacciona. Adrian tenía la impresión de que ni siquiera es consciente de lo que ocurre, de lo que hace sobre él. El moreno parece perdido en sus pensamientos,  con los ojos nublados, Adrian intuye, por un recuerdo.

Era preocupante, como atender a un muñeco sin vida y de trapo. Sin embargo, el que no se moviera, el no escuchar quejidos o lloriqueos lo llenaba de seguridad, conseguía que lograra concentrarse mejor en su tarea.

Lo que fuera estuviera pasando dentro de la mente del italiano lo agradecía.

/.../

Después de limpiar y desinfectar la herida de su codo izquierdo, Adrian se toma la libertad de vendarle el brazo. Alexander había vuelto en si hace rato y de nuevo, apenas reaccionaba ante lo que le hacía. Una parte de Adrian, la más mezquina, quería apretar de más con el fin de comprobar si se estaba haciendo el fuerte o de verdad no le dolia.

—No está mal. —Alexander detalló el vendaje entrono a su brazo izquierdo, el modelo de verdad sabía lo que estaba haciendo al tratarlo.

—Por supuesto que no está mal, se lo que estoy haciendo. —Su respuesta fue instintiva, Adrian no buscaba tener una conversación con el moreno, pero que cuestionaran sus habilidades activaba una vena sensible en él.

—Asi parece...Eres demasiado bueno en esto.

No iba a contestar, no estaba en la posición para hacerlo, no con una amenaza pendida sobre la punta de su cabeza, especialmente no con la persona que la puso ahi, pero algo dentro de él pudo más que su raciocino.

—Tengo la sensación de que no me estas halagando.

—No lo hacía.

Adrian suspiró.

—Una crítica, entonces.

—Es más como... una observación.

—Aja.

—¿Porque sabes hacerlo?

—No es necesario que lo sepas, Rossi.

—Alexander. —Corrigió. —Mi nombre es Alexander.

—Esa es una línea que no quiero cruzar. —Mustió Adrian.

—¿Como vamos a ser amigos si no?

—¿Disculpa?

—No mentía cuando dije que quería un amigo, vamos a estar juntos a partir de ahora, conozco tu secreto, uno mas, uno menos, no es tan importante.

Leng observaba el intercambio de palabras, escondido entre el follaje de un arbol, acostado sobre una rama, no estaba seguro de si Alexander era consciente de su escondite, sin embargo, su Eve sabía que aunque fuera incapaz de verle siempre estaría cerca, al alcance de un llamado.

—Decirme porque sabes... —Alexander continuaba con su parloteo, y a diferencia del Eve, Leng fue el único capaz de identificar un cambio en la actitud del modelo. Enterró sus garras en la corteza del arbol al mismo tiempo que Adrian apretó de más el vendaje del brazo derecho. Si Leng no saltó fue porque Alexander lo había encontrado, le mandó una mirada de advertencia tan rápida que ni siquiera le dio tiempo a actuar. Su Eve regresó su atención al chico frente a él. —¿Te ha molestado algo de lo que dije?

—Yo... Lo siento, me he alterado. —Deshizo el último nudo en las vendas (aquel que apretó de mas) y empezó de nuevo.

—No es necesario que te disculpes. No soy bueno hablando con las personas, puedo llegar a ser bastante insensible, es fácil que me malentiendan... No es apropósito . —Confesó apenado.

—¿Porque me estás diciendo todo esto?

—Porque seremos amigos, no puedes ser amigo de alguien que desconoces.

—Tampoco puedo ser amigo de alguien que me está amenazando con revelar mi secreto.

—Lo siento, no tengo una buena respuesta a eso.

Supongo que no. Adrian no supo exactamente porque, pero algo en la expresión del extranjero lo hizo suspirar y desistir de su actitud a la defensiva, parecia un niño que nunca aprendió a tratar correctamente con las personas. Extendió su mano ocasionando que Alexander lo observara con un semblante lleno de sorpresa y tal vez, algo de alivio.

—Me llamo Adrian, tengo 17 años, me gusta la sensación de adrenalina, las cosas dulces y algunas veces soy incapaz de comprender el significado de las cosas, es posible que me digas algo y no entienda lo que me quieres decir. No me gusta aprovecharme de mi popularidad y me molesta cuando toman decisiones por mi.

Alexander respondió al gesto estrechando su mano con la del menor.

—Soy Alexander, tengo 19 años, me gusta tomar el té y tener mi propio espacio, lo del té es un gusto adquirido recientemente, tengo...un pequeño problema con los espacios cerrados y no soporto las multitudes.

Desde la cima del árbol. Leng agitó sus colas, interesado.

Dato curioso: Leng es un zorro de dos colas y no es algo que le esconda a su Eve. Alexander es perfectamente conciente de ello, sin embargo, para el resto del mundo y las pocas personas que han visto a este pequeño zorro caminar a la par que el humano, Leng solo tiene una cola (las enreda de modo que parezca una sola extencion de su cuerpo, una extencion demasiado grande y esponjosa)

De Heroes y ContratosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora