Capitulo 19 - Clases de piano

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Adrián despertó sintiéndose extraño, quizás abducido. No recordaba mucho de los eventos ocurridos el día anterior y en general desde que llegó a casa su cerebro prácticamente se durmió, cerró sus ojos, una pequeña lágrima se deslizo por el costado izquierdo de su mejilla, bostezó y sé estiro en su cama de una forma más felina que humana, cuando acabó decidió permanecer un poco más acostado. Su alarma no había sonado aún, tampoco escuchaba a Plagg dedicarle versos su queso como cada día, debería ser extraordinario temprano si su kwami continuaba durmiendo, porque a pesar de que a Plagg le gustaba holgazanear, su desayuno tempranero nunca se lo perdía. En un pasado era el gato quien le despertaba antes de que su alarma sonara. Y hoy, por alguna razón el cansancio le había abandonado.

—Mi cabeza duele— Se oyó diciendo con un tono de voz que no reconoció como propio, tenía la garganta seca, sus ojos ardían y algo obstruía su nariz.

¿Había llorado? Se pregunto e intentó recordar.

—Lo hice— Suspiró con debilidad mientras frotaba sus ojos para desaparecer la sensación de hinchazón, sin darle mayor importancia al asunto. Su secreto dependía de la buena voluntad de alguien más, la idea hubiera resultado más alentadora si ese alguien mas no estuviera involucrado con la familia Rossi. Alexander... Nunca había escuchado hablar de él. Si Lila lo hubiera mencionado estaba seguro de que su cerebro no hubiera dejado correr la información. —¿Cómo termine en mi cama de todas formas?— Continúo hablando sólo. Creía recordar que se había encontrado con Nathalie en la entrada y que esta, después de fruncirle los labios por la hora a la que llegaba, y reprenderlo con severidad por haberse escapado nuevamente, le revolvía el cabello con cariño y le escoltaba directo a su habitación.

Te vez cansado, ¿Que tanto estuviste haciendo?. El eco de la voz de la asistente de su padre repiqueteo en su cabeza. Si Nathalie se dio cuenta de que se sentía sobrepasado por los acontecimientos de ese día tuvo muchísimo tacto para no mencionarlo. ¿Le habría dicho algo? No recordaba haber contestado, en general no recordaba mucho de la tarde anterior. La extraña bruma que envolvía su mente le otorgaba una sensación de amnesia pesada. Quizás melancólica, emociones pesadas, consumidoras.

La próxima vez que quieras salir, Adrián. Avísale al guardaespaldas, por algo tu padre lo contrató.

A todo esto, ¿Su padre lo sabría? ¿Nathalie le habría delatado? ¿Le diría algo por haberse escapado de nuevo?

Por Plagg, tenía que empezar a inventar una excusa....

Pero no quería pensar.

—¿Que ocurre conmigo? No suelo ser asi de desmotivado. Piensa Adrian, piensa.

Cuando aquella idea llegó a su cabeza sonrió de lado en un gesto que expresaba ironía y cierta diversión insana. ¿Y si solo decía la verdad? Con un poco de suerte (representaba un gato negro, suerte no tenia) su padre creería que mentía al escuchar que él era el héroe de Paris y al saber que no pensaba decirle la verdad simplemente se rendiría.

La situación hipotética le divirtió durante un momento. Después esa aura pesada volvió a instalarse en su cabeza, porque... —No puede ser así de fácil— Desistió. La mueca en su rostro que delataba su enfermiza satisfacción por tomarle el pelo a su padre con nada más que la verdad desapareció. En lo que sonaba su alarma (o en lo que Plagg despertara, daba igual, lo que ocurriera primero) decidió perder su mirada en algún punto del techo mientras sus pensamientos vagaban.

(...)

Bajó a desayunar sintiéndose pésimo. Por alguna razón, (un italiano de apellido Rossi) no se encontraba con ánimos de hacer nada el día de hoy. Saber que nadie lo acompañaría en el comedor no hacía mucho por mejorar su humor. Afortunadamente su kwami, sintiendo que no era un buen momento se había mantenido sabiamente callado, lo que era raro, y si no se sintiera como lo hacia le preocuparía.

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