Capitulo 33 - Alexander.

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—¿Porque te persigue? —Alexander era más rápido de lo que fue capaz de juzgar cuando lo conoció, guiaba el camino, tiraba de él y de alguna forma era capaz de anticiparse a cualquier emboscada que los zombies caballeros habían intentado hacerles.

—¿Crees que es un buen momento para tener esta conversación? —Replica Alexander sin voltear a verlo, concentrado en el camino, en la silueta del zorro al que perseguían.

—¡Por supuesto que no! ¡Pero correr sin rumbo es frustrante! ¿Hasta dónde piensas llevarnos?

—No lo sé, pero mientras puedas transformarte y yo pueda ocultarnos, nos servirá.

—¿Es un mal momento para mencionar que...

—¡Maldita sea, agáchate! —Grita Alexander, frenando de golpe. En un movimiento rápido, gira su cuerpo y se lanza sobre Adrian, tumbándolo al suelo justo a tiempo para evitar que un auto, arrojado por un ser mitad hombre y mitad dragón, los aplastara. Ambos rodaron por la acera, y Alexander se asegura de recibir el impacto con su propio cuerpo, protegiendo a Adrian entre sus brazos.

Adrian quedó aturdido, su mente atrapada entre el miedo y la incredulidad. El peso de la situación lo aplastaba: no podía transformarse, y todo lo que sentía era la abrumadora carga de ser una responsabilidad para todos, para la ciudad, para su compañera, y para Alexander.

—¿Estás bien? —Pregunta Alexander en voz baja, su respiración entrecortada mientras ambos permanecían tumbados en el suelo.

—Soy yo quien debería hacer esa pregunta —Susurra Adrian, sus ojos conectando con los de Alexander. Por un momento, se encontró con un rojo profundo en los ojos del joven, un brillo que antes había atribuido a un simple reflejo de la luz. —Tus... tus ojos, porque...?

Alexander maldice en italiano, o al menos eso le pareció a Adrian, el moreno deja de verlo y se levanta evitando que sus miradas se cruzaran de nuevo. Le tiende la mano y lo ayuda a incorporarse.

—¿Alexander?

—En otro lugar, hablemos en otro lugar. —Promete, y vuelve a tomar su mano para empezar a correr de nuevo.

(...)

Dentro de una panadería, se ocultaron tras el mostrador. Habían sido cautelosos al entrar, revisando cada rincón (Leng se encargó de eso) hasta asegurarse de que estaban solos en el negocio.

—Parece que estamos a salvo —Susurra Alexander, sosteniendo unas pinzas metálicas de las que los clientes usan para elegir el pan. Usó el reflejo de las pinzas para ver a los zombis caballeros fuera del local, buscándolos sin éxito. Parecía que ni ellos ni el dragón (quien alguna vez fue el guardaespaldas de Adrian) los habían visto entrar.

—Genial —Responde Adrian, aunque no sonaba ni aliviado ni tranquilo. Alexander capta la rabia contenida en su tono, y voltea su cabeza para observarlo. Están sentados hombro con hombro, pero Adrian se siente mucho más distante que eso.

—¿Por qué estás tan ansioso? —Cuestiona entre susurros, frunciendo el ceño. No comprende el origen del malestar de Adrian, y la incertidumbre empieza a jugar con el poco control que tiene sobre sí mismo.

—Probablemente porque no puedo transformarme —Objeta Adrian con voz tensa.

—¿Que no puedes qué? —La sorpresa de Alexander es evidente.

Adrian muerde el interior de su mejilla antes de responder—. Uno de los requisitos está en mi maletín... en el auto de mi guardaespaldas. Ese que dejamos atrás cuando huimos.

—Oh.

La tensión en el aire se vuelve palpable. También lo es la resolución en los ojos de Adrian. Cuando el modelo se levanta de golpe, Alexander reacciona casi al mismo tiempo, su ansiedad creciendo al comprender lo que Adrian está a punto de hacer.

De Heroes y ContratosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora