Capitulo 29 - Culpa.

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Nathalie se mantuvo callada el resto del día y Gabriel se negó a disculparse por su comportamiento en el cuarto de su hijo.

Entre ambos existió un denso y prácticamente palpable silencio que prevaleció por sobre las responsabilidades de cada uno, sin embargo los años de trabajo juntos, amistad, conciencia de las habilidades mutuas y entendimiento, hicieron posible que cada uno se dedicara a sus actividades diarias e hiciera correctamente el trabajo aún sin indicaciones o instrucciones de por medio. Funcionaron decentemente, pero ambos se ahogaban en sus sentimientos.

Cuando termina su trabajo, algunas horas después de su conversación con Adrián, decide que su primogénito obtuvo el tiempo suficiente para la práctica de la pieza.

Gabriel desatiende sus obligaciones, Nathalie deja de teclear en su computador al ver a su jefe salir de su oficina.

—Señor.

—Nathalie.

Gabriel no necesita decirle a dónde se dirige, Nathalie tampoco requiere preguntarlo. La mujer muerde el interior de su mejilla izquierda, debatiéndose entre seguirlo o no, después de todo, se trata de un asunto familiar. Ella no tiene cabida en ese aspecto. Vuelve a su trabajo.

Gabriel suspira hondamente. —Acompañame.

El hombre alzo la bandera blanca, Nathalie obedece, pero no cede. Como hombre, como padre y como su mejor amigo no va a perdonarlo, a su jefe no obstante, no puede contradecirlo.

(...)

Gabriel se acomoda sobre el sillón de cuatro plazas de cara al piano, listo para escuchar la interpretación, Nathalie se mantiene de pie a su lado, con las manos tras su espalda y postura recta.

Adrian tiene frente a sí mismo las teclas, está sentado sobre el banquillo pero se siente incapaz de solo tocar, no quiere hacerlo solo.

—¿Te gustaría tocar esta pieza conmigo, padre? ¿Como un dúo?

Los Agreste somos solistas.

—No estoy seguro de que sea...

Los Agreste somos solistas.

—Si no puedo ir al concierto con mis amigos, al menos, concédeme esto.

Los.Agreste.Somos.Solistas.

—Está bien.

Y Adrian no es el único sorprendido por aquella declaración. Nathalie se relaja, su corazón se caliente un poco al escucharlos tocar, quiere sacarles una fotografía, pero siente que cualquier movimiento podrá ser suficiente para destruir aquella frágil cercanía. Se queda quieta y solo sonríe tenuemente.

(...)

Al mismo tiempo, cerca del Río Sena. El oficial Roger comprueba por segunda ocasión con su sonómetro el nivel de ruido que produce la indumentaria de dentro de aquel barco con tan libre capitana.

(...)

Nathalie aplaude en cuanto ambos finalizan con la pieza, Adrian enrojece ante la calidez con la que está siendo observado.

Gabriel percibe que están en paz cuando ella lo observa de forma conciliadora, Nathalie a alzado su bandera, y quizas, solo quizas, era importante compartir la música.

—Puedes ir al concierto de tus amigos si eso quieres realmente.

—De... ¿De verdad?

—No voy a repetirlo, Adrian.

—Gracias, padre. —Lo abraza, aun le debe una disculpa, pero sabe que su padre no desea escucharla, quizás Gabriel lo conoce más de lo que él mismo cree, Adrian está seguro de que notó sus intenciones en cuanto sus miradas se encontraron y esa fue la principal razón por la que no le dio tiempo a hablar y le ordenó tocara.

(...)

Alexander se había mantenido al margen de la situación cuando el Oficial Roger arribó al barco, sobre la proa y tras el escenario improvisado, se acomodó en la silla que apenas se sobrepone a aquel desorden que amenazaba con acabar a su paz mental.

Leng descansa a sus pies y él termina de apoyar su espalda en el respaldo, faltan algunas horas para que empiece el concierto, Alexander no se siente preparado para ello aun, pese a que consideró la oferta de Camille probablemente se hubiera hecho de alguna excusa para faltar a la invitación, él solo... No estaba preparado para interactuar normalmente con personas de su edad, personas con las que no tenía gustos afines, personas que se conocían desde antes y habían formado su propio grupo, grupo en el que no tenía cabida.

—El oficial Roger expresó su descontento con las lecturas mostradas en su sonómetro nuevamente— Camille tiene la extraña habilidad de llegar en sus momentos autodestructivos, le distrae y le obliga a salir de tan oscuros pensamientos.

—¿Eso hizo?— Abre sus ojos y se endereza, va a pararse, no puede permitirse ser el único sentado en aquella conversación, Camille lo detiene apoyando una bebida fría sobre su mejilla. Alexander se siente desconcertado, no se mueve de su sitio y en su lugar sostiene el envase permitiendo que la mujer lo suelte y se aleje un poco.

—Pero nos ha dado luz verde por ser el día que es—. Comenta distraídamente.

—Al final todo ha salido bien entonces—. Murmura con el mismo tono ensimismado, dándole un trago a su limonada. —Está deliciosa para ser de lata.

—Me estas cambiando el tema, sabes que quiero preguntarte. —Alexander sonríe de un modo que Camille sólo puede describir como zorruno y astuto. Lo ignora y continúa hablando—.¿Cuánto tiempo te mantendrás apartado, jovencito?

—No estoy... —La mirada que le dirige Camille lo persuade lo suficiente para no continuar por ese camino. Suspira hondamente—. ¿No esperas demasiado de mi, Camille?

—Convivir con personas de tu edad, no te hará daño.

—Supongo que no.

—¿Lo intentaras?

Alexander asiente.

(...)

Camille lo dejó solo instantes atrás, Alexander termina su limonada, se incorpora y camina directamente a donde los músicos, y por lo que ve, protagonistas de la noche, aun preparan el escenario y afinan sus instrumentos. Leng se queda atrás pero Alexander no piensa en ello, siempre esta al alcance de un llamado.

Se acerca Luka, la única persona que lo hace sentir comodo, las chicas tienen demasiada energia e impetu y tiene la sensacion de que no le cayó bien a una de ellas, siendo concretos la de cabello negro azabache, el muchacho grandote solo tiene ojos para la niña de rastas en el cabello y el moreno con lentes, al igual que Marinette no le dirige la palabra desde que se entero de su nombre.

La melodía que toca Luka cambia abruptamente cuando él se acerca, Alexander se ve reflejado en ella y antes de que dicha canción llegue a los oídos de alguien más coloca su mano sobre el mango de la guitarra, ahogando la canción y sacando a Luka de su trance.

—¿Puedes dejar de hacer eso?

—Lo siento, no fue a propósito. Solo la escuche y necesitaba dejarla salir.

—Mis sentimientos no son tuyos para contar.

Luka abre sus ojos, Alexander se pone pálido. Teme la nueva canción que sea capaz de escuchar, la culpabilidad lo invade como no lo había hecho hasta ahora y el golpe de gracia llega cuando Adrian hace su aparición.

—¡Hola, amigos! ¡Hola, Sra. Couffaine!



¿Qué creen que sucedera a continuación? Nos estaremos leyendo.

De Heroes y ContratosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora