Capitulo 3 - Un erizo.

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—Explícame porque tengo que desperdiciar mi tiempo aquí— Gruñó el pianista, mirando con una muy mal disimulada antipatía la entrada del instituto Françoise Dupont.

El mánager exhaló, lo esperaba. Con Licht las cosas nunca eran sencillas, bueno, las cosas que no involucraran un piano y él tocando, no lo eran. Si dijera que no le extrañó su apacible postura ante el hecho de que prácticamente lo obligaba a dejar de practicar con el instrumento para ir al instituto estaría mintiendo.

Lo único que agradecía es que Lawless se mantuviera más neutral. No le importaba lo suficiente para quejarse, pero tampoco estaba contento con la idea... De hecho, últimamente Hyde no estaba contento con nada, la mayor parte del tiempo se mantenía abstraído. Ausente. Empezaba a preocuparle su falta de interés con el mundo que lo rodeaba. Miró de reojo al vampiro, nuevamente se encontraba sumergido en sus pensamientos.

—Sigo pensando que esto es innecesario— Repitió el pianista con ese tono que estaba en camino a convertirse en un bufido.

Lawless evitó asentir de acuerdo, así como también evitó mirar el edificio frente al cual estaban estacionados, a él tampoco le entusiasmaba mucho la idea de que su Eve llevara una vida tan... común.

Hasta el momento, se habían hospedado en los mejores hoteles de cada ciudad en la que se habían presentado, dentro de la habitación él solía admirar el modo en la que los dedos del pelinegro danzaban sobre las teclas el piano, largos, finos, rápidos. Llenando el silencio del lugar con sinfonías arrebatadoras, tristes, coquetas, juguetonas o macabras. Licht solía ser algo imprevisible cuando estaba sentado frente al piano, sin embargo cada interpretación conseguía dejarle con la piel erizada y los nervios a flor de piel. Usualmente se quedaba embelesado cada que lo contemplaba, cuando lo escuchaba tocar, el sonido que desprendía aquel instrumento lo colmaba entero, nunca podría explicar la forma en la que las notas le envolvían, dejando su voluntad a merced de ese piano.... De ese pianista, que de pronto le quitaran eso era desconcertante, su Eve no debería perder el tiempo repasando temas que ya conocía (no por nada había tenido a los mejores tutores encargados de su educación cuando era un niño) él tendría que estar sentado en un taburete frente a un resplandeciente piano de cola, tocando, dejando su alma en la interpretación de la pieza. Haciendo vibrar la habitación con cada nota, llenando el salón de los colores desprendidos con cada tono. Y por la cara del pelinegro, el debería estar pensando lo mismo. Sin embargo, confiaba en Rosen, el solía tomar buenas decisiones y si decía que esto sería bueno para su Eve, evitaría quejarse de ahora en adelante.

—Ya lo hablamos Licht— Su mánager giró el rostro, viendo a través del cristal polarizado el instituto francés. —No creo que necesites practicar, no de forma obsesiva, sabes lo que haces cada vez que estás frente a un piano, cada una de tus acciones, tus movimientos, vienen a ti como si se tratara de algo mecánico, instintivo— Sonrió para sí mismo, ese chico había logrado tanto en tan poco tiempo, estaba orgulloso de él y de su arduo trabajo. —Te concedo que puliste de increíble manera tu técnica, pero... Entiende que encerrarte a ti mismo es descartable, el mundo está afuera, no en un escenario. Tu vida no puede reducirse a eso, solo quiero que la vivas durante un tiempo y antes de que lo digas, no. Salir a caminar de noche con Lawless cómo escolta no es vivir tu vida... Además, la publicidad será buena para ti. Tal vez más personas vayan a verte... Tal vez puedas conmover a una nueva audiencia— Agregó al final, conociendo que esa era la única forma de convencerlo, el chico era débil ante esa línea.

—Bien, pero no te prometo nada.

—Por el momento es suficiente, lo disfrutarás, te lo aseguro.— Rosen Crantz se relajó contra el asiento del vehículo, no iba a arriesgarse tensando la cuerda, era más de lo que esperaba obtener de parte del pelinegro. Así que estaba bien.

—¿No habrá algún problema con la presencia de los chicos?— Cuestionó Misono, hasta el momento se había mantenido en silencio, escuchando el desarrollo de la plática, pero ahora que pareció finalizar era libre de hablar. Lily aleteo sobre su hombro, apoyando la pregunta.

Poniéndolo en retrospectiva, que los dos alumnos nuevos, llegaran al colegio con un animal custodio sería extraño. Llamarían más la atención de lo que querían.

—Sobre eso, Lawless tendrá que permanecer oculto en la mochila de Licht, una mariposa puede pasar desapercibida... Un erizo no es tan discreto.

—Ni hablar, me niego a cargar a cuestas con él todo el día.

—Que directo Ángel-Chan— Exclamó entre dientes el vampiro, de un tiempo hacia acá los comentarios hirientes de Licht empezaron a azotarlo con fuerza. Dejar entrever eso era ponerse una soga al cuello, diferente al hecho de que el contrato prácticamente lo encadenada a los deseos de su Eve, volviéndolo su razón, su causa, su lucha.

—No te escuché, demonio.

—El pesar oculto, como un horno cerrado, quema el corazón hasta reducirlo a cenizas...— Citó el servamp de la codicia, más para sí que para los presentes. —William Shakespeare— Esta vez le regalo una sonrisa tórrida a su Eve, incomodándolo. Sólo que aquel gesto era parte de su propio espectáculo, una acción inconsciente a la que se había acostumbrado antes de que empezara a aceptar su pasado.

Se congeló un segundo, se había prometido a sí mismo que cambiaría, que sería aquel que Ophelia recordaba, incluso tal vez... Alguien mejor.

—Creo que prefiero cuando no hablas, demonio idiota— El vampiro asintió distraído, aquello ya lo había oído demasiadas veces en un pasado. Evitó mirar a su verdugo y se mantuvo impasible. Esperando la condena.

En su lugar, Licht abrió la ventana del coche, la luz del sol se empezó a filtrar dentro del auto como hasta hace un momento el polarizado del vidrio no lo permitía. De forma inmediata el cuerpo del vampiro se transformó y donde debería haber estado Lawless solo había un pequeño erizo que se mantenía encorvado, más apagado de lo usual. El pelinegro pasó por alto que esta vez los chillidos indignados de Hyde no llegaron, simplemente sujeto al animalito, con más cuidado del que admitiría y lo metió en su mochila.

—Permanece quieto, Hyde. Dejaré la mochila entreabierta.

Omake.

—Cargar contigo en la mochila es extraño. —Murmuró Licht a Hyde, mientras se encaminaba al aula que le habia sido asignada para impartir sus cursos.

—No voy a volver a la jaula, Licht. —Comentó Hyde, asomando su cabeza por sobre el hombro del pianista.

—No te estoy preguntando.

(No, Hyde no volvió a la jaula y cuando Licht se negaba a cargarlo en la mochila el erizo viajaba en los brazos de su Eve... ¿De qué forma le decía a Licht que prefería la jaula?)

De Heroes y ContratosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora