Capitulo 13 - El deseo del pianista.

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—No lo haces más fácil— Se dijo a sí mismo, sosteniendo con fuerza su pecho, justo por encima de su corazón, que golpeaba con fuerza, haciendo que fuera imposible escuchar sus pensamientos.

Tragó con esfuerzo y miró con cierta duda el balcón de la habitación numero 24, lo quisiera o no, tenía que hablar con Licht, prolongarlo solo empeoraría las cosas, terminaría por volverse loco.

Se paró sobre la barandilla y tomando impulso, saltó. No era una gran distancia, apenas unos metros, de encontrarse concentrado hubiera podido hacerlo sin complicaciones, sin embargo, el sonido de un gato rasgando la terraza más próxima fue lo suficientemente desestabilizador para la poca convicción que logró reunir, ocasionó que se turbara, que de pronto no fuera el gato quien quisiera verlo fallar, era Licht.

Creyó oír un jadeo de prepotencia, ver una mirada cruel, después solo había hastío, desprecio, en su mente su Eve lo veía por encima del hombro, cansado de su presencia, del contrato.

Trastabilló al aterrizar y aunque cayó dentro del balcón se llevó un buen golpe en uno de sus costados. Se quejó apenas, eso no había dolido, había sobrellevado cosas peores, de igual forma era humillante que ni siquiera un salto pudiera dar.

—¿Que me estás haciendo, Licht?— Se preguntó a sí mismo, no necesitaba respuesta, la conocía. Él chico era su razón, su cordura.

La oscilación entre el bien y el mal, la causa de su pecado, su motivo.

Se puso de pie y se sacudió el polvo inexistente que había impregnado su ropa, finalmente dejó de perder el tiempo, enfrentó su reflejo en la puerta de cristal y se miró a sí mismo con los que esperaba fuera decisión, intentando darse ánimos. Vacilante extendió su mano y corrió la puerta, entró.

No podía ver nada de forma clara, estaba demasiado oscuro y él, con su cuerpo obstruía el paso de la luz de la única ventana que no tenía las cortinas corridas.

—Si soy sincero contigo, pensé que terminarías huyendo— Lawless se sorprendió, Licht no estaba tan lejos de él como creía, giró su cabeza a donde creyó provenía el origen de la voz, la oscuridad no le hacía las cosas más fáciles.

—Eso no es...

—No puedes culparme por llegar a esa conclusión después de cómo te has estado portando— Pasos, tenía la impresión de que miles de personas caminaban dentro de la habitación, donde, donde, donde, ¿Dónde estaba exactamente su Eve? ¿Esta era otra forma de enloquecerlo?

—No tenía la voluntad suficiente para prolongar esto— Confesó de forma desalentada, avanzando, dejando que la oscuridad de la habitación lo envolviera, si él no podía ver a su Eve, era justo que su Eve tampoco pudiera verlo.

La oscuridad se lo tragó, por alguna razón, no se sentía seguro en ella. No sabia en donde estaba, en cualquier momento podría tropezar, desaparecer.

Patético.

¿En qué punto dejo de respetarse? ¿Dónde dejo su amor propio? ¿Alguna vez había existido? ¿Cuándo terminó reduciéndose a sí mismo, convirtiéndose en algo más vil que una simple sombra?

Definitivamente, era un vampiro con más demonios de los que podía controlar, todos empezaban a salir esa noche.

—¿Ahora si quieres resolverlo? ¿Después de todo vamos a platicar?— Lawless detuvo sus pasos, procesando lo que acababa de oír, la bruma que se había ceñido a su alrededor, ahogándolo, comenzó a disiparse. Si lo que entendía era cierto, el pianista no había tenido planeado retomar la plática de la tarde (aquella que se insinuó cuando lo salvo de ser arrollado por una bicicleta fuera de control) hasta que él quisiera hacerlo y lo supo por la forma en la que se expresó. Conocía demasiado bien los distintos matices que adquiría su voz, el tono de irritación que había usado era prueba de que se había estado conteniendo (independientemente de que la idea no le agradara) de preguntarle por lo que había ocurrido esa tarde, por lo que le ocurría.

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