40. moving on

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— ¿Qué hago con estas cajas?

— Puedes ponerlas en el armario — indique, — luego me haré cargo de ellas.

El día de la mudanza había llegado y Jungkook me había ayudado a trasladar todas mis cosas.

Mientras que yo ordenaba la cocina, él ayudaba armando mi vieja cama. Le eche un vistazo por encima de mi hombro y sonreí al verlo sentado en el suelo, con el ceño fruncido mientras leía el pequeño libro de instrucciones.

Una vez que termine de guardar la poca comida que había traído del antiguo departamento, salte al cómodo colchón que aún estaba tirado sobre el suelo. Todavía quedaban varias cajas esparcidas en el pequeño espacio y hacía falta ordenar varias cosas, pero cada vez iba tomando más forma.

Cuando vi al chico tan concentrado decidí hacerle una foto sin que se diera cuenta. Al escuchar el sonido de la cámara, Jungkook levantó la vista para verme con sus grandes ojos.

— ¿Y eso? — pregunto.

— Te ves muy mono — conteste, tomando una segunda fotografía mientras mi rostro sostenía una boba sonrisa.

— ¿Mono? Venga — bufo falsamente mientas devolvía la mirada a las instrucciones; aún así, pude notar el gesto que hace cuando se pone vergonzoso. — Soy guapo, no lindo.

— Se puede ser ambos — dije. — Demuestra tu dualidad en cuanto a los factores que te hacen atractivo.

— Escucharte decir eso es gracioso después de todas aquellas veces que me comparaste con... ¿qué era? — pretendió pensar mientras veía al techo. — Un chimpancé.

— Reconozco que el animal elegido no era el correcto — sonreí. — Eres más parecido a un conejo... o un venado.

— Animales de cuento de hadas. Encantador.

Solté una risa mientras me colocaba boca arriba sobre el colchón, viéndolo de forma juguetona.

Luego de un rato en el que Jungkook termino de armar la cama, nos dejamos caer sobre el pequeño sofá. Coloque mis piernas encima de las suyas y solté un suspiro.

— Los chicos no deben tardar — señale luego de ver la hora. Los había invitado a pasar el rato para que pudieran conocer el lugar.

Jungkook acercó su rostro al mío y empezó a depositar pequeños besos en mi mejilla.

— ¿Y si mejor les cancelas para quedarnos solos, tú y yo? — el toque de sus labios se deslizó a mi cuello y su voz se fue haciendo cada vez más profunda.

— ¿Qué dices? — me reí, a pesar de que sus besos me tenían en un modo casi hipnótico.

— Podemos, tal vez, ir a cenar y luego volver a estrenar la cama que arme para ti — musitó.

— Pero si la cama no es nueva — sonreí con todos los dientes. Cuando retiró su rostro del hueco entre mi hombro y mentón, aproveché para acariciarle la mejilla.

— Estrenamos el suelo, pues — sus mejillas se elevaron a causa de la divertida sonrisa que su propio comentario le ocasionó. — Ese si que es nuevo.

andrómina • jjk ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora