Capítulo 30

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Me desperté repentinamente, tenía el corazón acelerado, me calmé al ver al chico que estaba a mi lado. Si, estaba ahí abrazándome.

Acaricié su pelo suavemente antes de depositar un beso en su mejilla y la frente. Me levanté con cuidado de no despertarle, había pasado una mala noche, y bajé a preparar el desayuno. Eran las once y media de la mañana. Mis padres se habían ido hacía ya varias horas. Preparé dos cuencos y los llené de cereales con leche. Cogí dos cucharas, un par de servilletas y lo puse en una bandeja que subí arriba.

- Despierta- susurré.

- Mmm...- gimió.

- Te he traído el desayuno- se levantó de golpe al oír que era yo.

- Buenos días.

- Buenos días- contesté sonriendo.

- Eres la mejor.

- Te quiero. Venga, vamos a almorzar.

- Seguro que está delicioso.

Dejé la bandeja sobre su regazo y me senté a su lado en la cama.

- Siento... Lo de esta noche- dijo avergonzado mientras devoraba el desayuno.

- No te preocupes. Es lo mínimo que podía hacer. ¿Como has dormido a parte de las pesadillas?

- Me duele todo el cuerpo. Pero dormir doce horas y en una cama es un lujo después de un mes sin poder dormir apenas y en un establo apestoso, asqueroso y sin luz.

Lo abracé, lo abracé con todas mis fuerzas, era lo que necesitaba en ese momento, necesitaba tenerlo ahí después de mucho tiempo, abrazarlo fuertemente para saber que no iba a irse, que no volvería a desaparecer.

Dejé de apretarlo cuando se quejó, tenía el cuerpo magullado, lleno de heridas y moretones. Bañarlo ayer fue horrible, quitarle toda la suciedad y el barro y estiércol seco e incrustado en su piel. Limpiar todas esas heridas que había que frotar fuertemente si o si. Lo pasé muy mal viéndole sufrir e incluso llorar de dolor.

- Lo siento.

- No te preocupes. Gracias, era lo que necesitaba. Fuiste la única que se calló las palabras inútiles, la única que en lugar de decirme palabras de consuelo, no dijo nada y me abrazó, eso es lo que realmente necesitaba. Eres la mejor hermana del mundo. Te quiero.

- Yo también te quiero Fran. No sabes todo lo que llegué a echarte de menos. Quise disimularlo todo lo posible, no quise parecer destrozada, no quería que la gente sufriera por mi. Me pasé los días intentando hacer cualquier cosa para quitarme de la cabeza que cuando llegara a casa tu no estarías. Pero cuando legaba y volvía a la realidad, lo único que conseguía hacer era tumbarme en tu cama y llorar hasta dormirme.

Entonces fue él el que me abrazó después de secarme las lagrimas con el pulgar.

- Ya está enana, ya estoy aquí ¿vale? Y no me volveré a ir. Te lo prometo.

- Lo siento Zayn- dije por teléfono- esta tarde voy a acompañar a Fran al hospital.

- Vero, ve con Zayn- me dijo Fran quien estaba comiendo los macarrones, sentado con la pierna enyesada en un taburete- de verdad, no me importa. Ya has hecho por mi mas de lo que deberías.

- Quiero acompañarte Fran, te lo digo en serio, no voy a dejarte solo.

- Puede venir otra gente si eso te preocupa.

- No es eso...

- Hacemos una cosa, si no encuentro a alguien que me acompañe, vienes conmigo. Pero si sé de alguien que me acompaña, te vas con Zayn.

Nada es lo que pareceDonde viven las historias. Descúbrelo ahora