Capítulo 3

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Me levanté, era temprano todavía, pero estaba bastante emocionada y no podía volver a dormir. Fui hacia el cuarto de baño y me metí bajo el agua caliente de la ducha. Me demoré un buen rato, relajándome y meditando. Al salir, ya vestida y arreglada, vi a mi madre bajando a desayunar y me uní a ella. 

Una hora más tarde me encontraba en el autobús con ella y Fran dirección al instituto.

Estaba nerviosa, llegar a medio curso, tener que adaptarme, las clases en inglés, conocer a gente nueva...

Y me encontraba en frente de una puerta marrón, con un pequeño cristal en la parte superior, en este, estaba escrito en letras mayúsculas "Dirección". Mi madre se adelantó y dio un par de suaves golpes con los nudillos de los dedos en la puerta. Unos segundos más tarde oímos una voz prominente de dentro que nos indicaba que pasáramos. 

- Buenos días, soy la directora Demetriou, encantada- nos tendió la mano a mi madre, mi hermano y finalmente a mí. 

Empezó a relatarnos los horarios, las clases, un poco de la historia de la escuela, instituto e universidad. Era realmente inmensa, como había podido comprobar para llegar al despacho donde me encontraba en ese momento, sentada en una cómoda silla mascando un chicle de fresa. La directora, una mujer de unos cincuenta años, con gafas de pasta cuadradas colgando de su cuello con una fina tira metálica, castaña con alguna que otra cana que iba apareciendo y los ojos azules, siguió explicando las normas de convivencia hasta terminar. También estuvo repasando nuestras anteriores notas. Fran había repetido un curso, 1º de la ESO, yo también, ese mismo año, haciendo 2º.

Ese año fue un mal año, murieron mis abuelos con los cuales estábamos muy unidos. A raíz de eso, Fran empezó a sufrir de sobrepeso, se pasaba el día comiendo chucherías, bollería, chocolate, cualquier porquería, además pasaba el tiempo encerrado en casa jugando a videojuegos o viendo la tele. Mis padres no estaban apenas en casa por el trabajo y a mí no me tenía el suficiente respeto para hacerme caso. Llegó un momento en que, cuando conseguí que se diera cuenta, era demasiado tarde, no quería ir al instituto por las burlas de sus compañeros, tampoco quería salir a la calle por vergüenza propia. Después de estar a dieta un tiempo, tuvo que terminar casi un mes en el hospital. Yo estuve con él todo el tiempo que no me quitaban las clases, mis padres trabajaban y era la única que podía hacerle compañía. Aun lo recuerdo como si hubiera sido ayer. Lo pasé muy mal esa época, salía de la escuela e iba hacia casa para prepararle la comida, yendo con él al gimnasio y a la piscina, a correr por el parque… En apenas dos años, conseguimos que recuperara su peso normal. Y ahora, era todo lo contrario que entonces. Iba al gimnasio por lo menos tres veces a la semana, cuando yo entrenaba a los niños en la piscina él venía conmigo y se pasaba el rato nadando. Incluso creo que desde entonces no le he visto comer nada que no fuera sano y es que yo lo pasé mal todo ese tiempo, pero él lo pasó peor. Pero nos costó un curso.

- Y por último- dijo la directora terminando el discurso que apenas escuché y, agachándose a un lado de su silla, cogió algo del suelo- está prohibido mascar chicle- añadió acercándome una pequeña papelera mirando hacia mí con una mirada severa. Me ruboricé y saqué mi chicle de la boca para depositarlo en el contenedor. 

- Lo siento- me disculpé.

- A las cinco infracciones será expulsada una semana, tiene suerte de que esta no cuente todavía.- Mi madre me miró seriamente y agaché la cabeza. Acto seguido la señora Demetriou continuó- para el tema de los uniformes tienen que ir a mirar las tallas a esta dirección- nos tendió un papel- el segundo bimestre empieza el lunes que viene, hasta entonces tienen tiempo. Y yo ya no tengo nada más que decirles. ¿Tienen alguna pregunta?

- Nada más.

- Entonces hasta pronto- se levantó de la silla y nos acompañó a la puerta del despacho- si tienen algún problema o duda, aquí me pueden encontrar. Señora Sánchez- inclinó la cabeza tendiéndole la mano a mi madre, después repitió el mismo proceso con mi hermano y por último conmigo mirándome no muy amigablemente. 

Nada es lo que pareceDonde viven las historias. Descúbrelo ahora