Capítulo 11

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Me puse el uniforme con unas medias largas pues hacía frío, la camisa por fuera y me até un cinturón que colgaba de mis caderas, además le di otro toque personal al uniforme atando un pañuelo de color blanco encima de la manga izquierda de la chaqueta. Cuando terminé de peinar mi pelo castaño liso bajé a desayunar.

Ahí estaba Fran con su uniforme y la corbata desatada colgando a ambos lados de su cuello, a decir verdad, el azul marino le quedaba fenomenal, y para que mentir, mi hermano era guapo y según mis amigas estaba "de toma pan y moja" además había heredado los ojos avellana de mi padre y con la piel un poco morena, y el uniforme, se veía sexy.

Nos quedamos mirando, revisándonos el uno al otro, eso del uniforme era nuevo para nosotros. En España nunca habíamos tenido una forma fija de vestir. Acto seguido nos miramos ambos al cuello y empezamos a reírnos, mi corbata estaba igual, desatada, no había conseguido atármela, y eso que había pensado en ver algún video o algo, pero se había quedado en la intención.   

- Quiero hacer un trato contigo- me dijo de repente. 

- Uy, siempre que hago un trato contigo tengo las de perder.

- Esta vez no, te lo prometo, los dos ganamos. 

- Haber, cuenta y decido si hay trato. 

- Yo te ato la corbata a cambio de que tú me ates la mía, no hay truco. 

- ¿Seguro, no me vas a ahogar?

- No sería buena idea, entonces me quedaría sin nadie que me atara la corbata a mí el resto de los días. 

- Buen punto. Entonces, trato hecho- le dije estrechando la mano que me tendía. 

Un cuarto de hora más tarde salíamos toda la familia de casa hacia el nuevo coche que habíamos comprado días antes. Mi padre conducía y yo iba nerviosa en el asiento trasero al lado de mi hermano que parecía demasiado tranquilo. Él era muy abierto mientras que yo era muy tímida. 

No tendría a Sandra, una de mis amigas españolas, sin una pizca de vergüenza. Pero ahora no era momento de pensar en eso. Ellas me habían abandonado, aunque yo fuera la que me hubiera ido. Durante esa semana y media de vacaciones no había recibido noticias de ellas, y eso que me había conectado al Facebook varias veces y tenía el Whatsapp, pero nada, yo ya no existía. Lo peor de eso era que no era la primera vez que alguien en quien confiaba mucho me dejaba de lado, pero por suerte eso quería decir que sabía cómo remediarlo. Olvidando. Iba a empezar una nueva vida aquí, la antigua Irene desaparecería, mi vergüenza desaparecería, aquí nadie me conocía así que podría ser quien yo quisiera, dejaría de ser un ratón de biblioteca, aunque eso no implicaría dejar de leer fabulosos libros...

Pero Fran me sacó de mis pensamientos diciéndome que ya habíamos llegado, y todos esos pensamientos positivos se desvanecieron cuando el miedo a perderme volvió a mí.

Fran y yo cogimos nuestras mochilas del asiento del medio y, a ordenes de mi madre, nos dirigimos los dos entre la masa de alumnos, yo guiada por mi hermano, hasta el despacho de la directora. 

- Buenos días chicos. Aquí tenéis vuestros horarios. Antes de llevaros a vuestras clases, voy a mostraros vuestras taquillas para que podáis dejar los libros en ellas. Seguidme por favor.- nos abrió la puerta por la que habíamos entrado momentos antes y salimos siguiéndola.

Vimos a la gente que se saludaba después de haber pasado una semana de vacaciones. Muchos se nos quedaban mirando y cuchicheaban entre ellos mientras íbamos detrás de la directora y se apartaban de su paso. Subimos un piso y le mostró la taquilla a mi hermano y le dejó en la que iba a ser su nueva clase. 

Nada es lo que pareceDonde viven las historias. Descúbrelo ahora