Capítulo 28

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Me desperté de golpe pegando un grito, sudando y con la almohada empapada de lágrimas. Otra vez esa pesadilla. Llevaba ya casi un mes ya con la pesadilla de siempre, podía recordarla a la perfección, cada detalle, pero no era nada agradable hacerlo.

Miré a mí alrededor, estaba en la habitación de Fran. Ya se había convertido en costumbre. Pero lo que era peor era que su olor ya se había desvanecido, las sábanas limpias ya no olían a él, ya nada olía a él, se había aireado la habitación demasiadas veces. Y ya había perdido la esperanza, ésta se había desvanecido igual que el olor de mi hermano, y quizás ya no volvería a sentirlo más, quizás ya no escucharía más sus risas, sus ganas de hacerme enfadar, sus momentos tiernos, sus consejos, quizás ya no volvería.

La puerta de la habitación se abrió de golpe y volví a gritar.

- Tranquila, soy yo. ¿Estás bien? Te he oído gritar y he pensado que... ¿otra pesadilla verdad?

- Si, no te preocupes, vuelve a dormir.

- No tengo sueño, si quieres puedo quedarme aquí contigo un rato.

- Gracias Álvaro, pero no hace falta. ¿Qué hora es?

- Las tres de la madrugada, casi las cuatro.

- Pfff...

Nos quedamos en silencio, solo nuestras respiraciones se escuchaban, mi respiración se aceleró por los nervios y empecé a sollozar, no quería volver a llorar, no, pero cuando las lágrimas afloran a los ojos, nada puede detenerlas y caen como un par de cascadas descontroladas en busca de la calma.

Álvaro me abrazó y yo me recosté en sus piernas, me acariciaba el pelo a la vez que me susurraba.

- Shhh. Tranquila. Vamos a conseguirlo.

- ¿Conseguirlo?- pregunté un poco más calmada. Ahora estaba alerta, como si todos mis sentidos se hubieran disparado- ¿qué hay que conseguir?

- Nada. No he dicho nada.

- Álvaro, ¿qué me escondes?- dije alzando la voz.

- Nada Irene, déjalo.

- Es mi hermano el que está en peligro. Álvaro, te ordeno que me lo digas.

- De acuerdo, de acuerdo, te lo diré, pero no grites, vas a despertar a tus padres. Una semana después del secuestro llamaron a la empresa pidiendo un rescate.

- ¿Cuánto?

- Quince millones de libras.

Después de eso no conseguí dormirme de nuevo. Me sentía fatal, me habían estado ocultando eso durante tres semanas ya, debía saberlo, era mi hermano, y nadie me había avisado de que, aunque fueran malas, había noticias de él.

Al día siguiente había quedado con Zayn, necesitaba despejarme ya llevaba demasiados días en casa encerrada. Zayn pasó a buscarme en casa sobre las tres con una gorra y gafas de sol y fuimos a pasear con Álvaro siguiéndonos unos diez metros atrás. Luego decidimos ir a una cafetería a tomar algo.

- Entrad vosotros, yo estaré allí delante por si pasara algo- nos informó.

Zayn y yo entramos cogidos de la mano y nos sentamos en una mesa apartada. Al rato una camarera nos atendió y después de pedir y que nos lo trajera tuvimos la intimidad que queríamos.

- ¿Has hablado con Perrie desde...- pregunté.

- ¿Desde que lo dejamos?- acabó mi pregunta- Si, somos amigos, no hubo ningún problema. Ella también se había dado cuenta de que las cosas habían cambiado.

Nada es lo que pareceDonde viven las historias. Descúbrelo ahora