Nunca nos habíamos visto cara a cara aunque muchas veces había deseado hacerlo. ¿Cuántas veces había soñado en cruzar las distancias que nos separaban? y ahora la tenía allí, parada, a unos metros de mí. Estudiándonos mutuamente. Habían pasado cuatro o cinco años ya, pero era ella, sin duda. Si eso hubiera pasado en esa época, ahora mismo estaríamos ambas corriendo a abrazarnos intentando que nada nos volviera a separar, posiblemente llorara si eso hubiera sucedido. Por lo contrario, después de todo, ahora era muy diferente.
- Tú- empezó ella bruscamente en español- ¿qué haces aquí?
- ¿Lo mismo podría preguntarte yo, no?- rechisté secamente.
- Vero, ¿conoces a Irene?- preguntó Vicky emocionada.
Vero era como la recordaba, solo que un poco más alta, ahora con mis tacones estaba a su misma altura, tenía el pelo castaño, casi pelirrojo como la pequeña, largo y ondulado, llevaba gafas y tras ellas se escondían unos fríos ojos marrones. Nos habíamos acercado unos pasos sin dejar esa extraña batalla de miradas que se había generado, ausente a lo que sucedía alrededor, todavía con cara de asombro.
- Ella es mi hermana- me dijo Vero sin bajar la mirada.
- Ya lo he visto- respondí- ¿qué haces en Londres?- volví a preguntar.
- Hay un puente de unos días y he decidido venir a visitar a mi familia. Yo me fui a Madrid a estudiar, ahora tengo mi vida allí.
- ¿Tu vida perfecta verdad?- maticé el perfecta alzando un poco el tono de voz.
- Bastante bien estoy, sí- se giró un poco y le dijo a su hermana- Vicky, espérame fuera, ahora vengo.
- Vale- dijo la niña sonriendo. Luego se giró con la mochila en la espalda y se fue hacia fuera del gimnasio.
- ¿Y tu porqué estás aquí?- me preguntó sobresaltándome.
- Nos trasladamos por noviembre o así. Y ahora trabajo aquí como entrenadora de natación y también hago de socorrista.
Se hizo un silencio incómodo. No sabíamos que más decir.
Entonces me puse a recordar nuestra historia, no sé el porqué, la había olvidado hacía ya mucho y aunque eso me había costado, pero lo había conseguido, ahora todo volvía como dardos apuntando a una diana en el centro de mi cabeza.
Conocí a Vero por twitter gracias a una novela que escribía, nos hicimos muy amigas a pesar de que yo era de Castellón y ella de Badajoz y que no nos podríamos ver. A medida que hablábamos nos fuimos haciendo más y más amigas.
Empezó a contarme que no se lo pasaba tan bien con sus amigas de allí que conmigo, aunque solo habláramos por Whatsapp. Porque ellas eran unas aburridas y siempre se quedaban en un banco charlando y Verónica quería ir y hacer algo en los recreos. Además, las anteriores amigas que había tenido, le habían estado haciendo el vacío y la habían ido apartando y dejando de lado, abandonándola sin motivo.
Mientras los meses y el curso pasaban, nuestra amistad se fue fortaleciendo. Hasta que apareció un chico. No apareció de golpe, ese chico hacia unos años le gustaba ella pero a ella no y ahora a ella le empezaba a gustar pero no sabía si a él aun le gustaba.
Por todo lo que me contaba yo tenía casi claro al cien por cien que se gustaban mutuamente. Estuvimos un mes montándonos historias que si el chico no se qué, que si no se cuantos. Hasta que un día se enteró de que le gustaba una chica de un curso más. Y ella lo pasó fatal, después de todo estábamos las dos muy esperanzadas pensando que le gustaba ella. Yo la estuve apoyando de la mejor forma que pude a pesar de la gran distancia que nos separaba. Nos habíamos convertido en pocos meses en mejores amigas, incluso llegó a ser más amiga mía que Sandra y Lara. Y yo en esos momentos me moría de ganas de poder estar ahí y poder abrazarla. Pero tenía que resignarme, siempre la maldita distancia.
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Nada es lo que parece
Hayran KurguRisas, lágrimas. Amor, odio. Coraje, miedo. Timidez, atrevimiento. Sinceridad, mentiras. Lealtad, traición. Palabras antónimas que tantas veces hemos disfrutado o sufrido. ¿Cuantas veces un siempre, ha terminado? ¿Cuantas veces nos han dicho: voy a...