En la cama

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Días después, Pepper encontró a Tony en uno de los talleres de Industrias Stark. Tony había decidido trabajar ahí en lugar de su casa, por sí, por alguna razón a Víctor le daba por husmear ahí. Sabía que su esposo entendería perfectamente cualquier diseño que hiciera, y que podría darse cuenta del sabotaje que estaba a punto de realizar para capturarlo y también a esa organización terrorista. Estando en sus oficinas, Víctor se vería en problemas para entrar, sin contar con la pereza que le daría ir hasta ahí. En fin, Pepper lo encontró y se dio cuenta que sonreía.

—¿Qué sucede? ¿Por qué tan feliz?

—Porque los tengo —dijo Tony y le mostró un pequeño, muy pequeño microchip que tenía sobre la mesa —. Hice la prueba anoche —explicó —. Resistirán una prueba, pero siempre los tendré bajo mi control, en el momento que así lo disponga, dejarán de serles útiles.

Pepper suspiró y se sentó a su lado.

—Entonces, ahora, ¿qué es lo que sigue?

—Necesito que hables con Rhodey y le digas, para que él informe a la capitana Danvers.

—De acuerdo.

—Y también necesito que me prepares una orden falsa de producción, para entregársela a Víctor y deje de estar molestando con sus jodidos microchips.

Pepper suspiró de nuevo.

—Bien —dijo —. ¿Cuándo se la entregarás?

—Tal vez mañana. Necesito alistar otras cosas, porque lo conozco y sé que no sólo querrá la orden.

—¿Te refieres a...?

—Sí. Cumplir su capricho para él significará que las cosas vuelven a la normalidad, que una vez más puede fungir como mi esposo en todos los sentidos. Negarme ahora, lo haría sospechar.

—¿A caso estás considerando acostarte con él?

Tony le sonrió.

—No y sí —dijo y dejó intrigada a su amiga.

Ese mismo día, Steve dio su primera clase en la Academia del Profesor Xavier. Todo había salido bien y tenía muchas ganas de ver a sus amigos para contarles, pero, en especial, a Tony. Sin embargo, sabía que, eso último, era complicado. Carol le había advertido que tenía que mantener mayor distancia con Tony después del incidente del bar. Aunque no fue su culpa, sin duda, de no haber llegado la comandante Carter, todo se habría ido al traste. Así que, durante los días siguientes a su incursión a la habitación de Tony en casa de ésta, no lo había visto ni hablado con él.

Eso le provocaba cierta ansiedad, en especial porque Víctor von Doom le parecía una amenaza constante contra la integridad de Tony. Pero no había recibido ninguna llamada de Jarvis, quien había prometido mantenerlo al tanto. Ese silencio, de alguna manera, lo tranquilizaba. Por ello, cuando, al salir de la Academia, se encontró con Jarvis esperándolo en la puerta sintió un hueco en el estómago.

—¿Tony está bien? —preguntó en lugar de saludar.

Jarvis le sonrió con sobriedad, con comprensión y asintió gravemente.

—No se preocupe, todo está bien. Pero necesito hablar con usted, joven Steve —dijo Jarvis —. Por favor, sígame.

Steve no rechistó y acompañó a Jarvis a un café cercano. El mayordomo se había asegurado de no estar siendo vigilado para llegar a él y mantuvieron cierta precaución al sentarse en un rincón del café.

—En los próximos días —comenzó el mayordomo —, el señor Stark hará las paces por completo con el señor von Doom.

A Steve no le gustó como sonó eso.

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