En la puerta

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18+

Tony tropezó, pero para su fortuna cayó sobre el mullido colchón que había comprado para Steve. Rió ante ello y, luego, sintió que Steve lo sujetaba y le ayudaba a subir bien en la cama.

—Te traeré agua—dijo Steve y desapareció por la puerta de la habitación.

—Noo—se quejó Tony, y logró sentarse sobre el colchón.

Todo le daba vueltas; había tomado de más en aquella celebración a la que había arrastrado a Pepper y a Jarvis. Los había llevado para que conocieran a Steve, para que se dieran cuenta del porqué quería estar más y más tiempo con él. Que se dieran cuenta que no era un juego, ni para él ni para Steve, que a pesar de su juventud era un chico maduro, que sabía lo que quería, pero que no abusaba de la vulnerabilidad que Tony pudiera tener; para que comprobaran con sus propios ojos que Steve no le pedía nada y que, por el contrario, le daba más de lo que él podía retribuir. Creyó haber logrado su objetivo.

Steve volvió con un vaso de agua y se lo tendió. Tony lo tomó de mala gana entre las manos y le dio un trago, a pesar de que hubiera preferido otro trago de whisky reconocía que le había caído de perlas.

—Lo siento, Steve—dijo—. ¿Te molesta si me quedó hoy también?

—Por supuesto que no—respondió Steve, al tiempo que se sentaba a su lado en la cama.

Tony sonrió y le echó los brazos alrededor del cuello. Le besó brevemente en los labios y lego sonrió.

—Stevee—dijo arrastrando la palabra—, me gusta estar aquí.

—Y a mí que estés aquí.

—¿En serio?

Steve asintió. Tony le devolvió el vaso de agua vacío y, luego, comenzó una lucha con su saco para quitárselo, Steve le ayudó y también con los zapatos. Más libre, Tony trepó a la cama, gateó hasta las almohadas y se recostó en ellas.

—Steveee, ven—pidió Tony estirando los brazos desde su nueva posición.

Steve sonrió divertido, por un instante le pareció que tenía ahí a un niño mimado. Dejó el vaso de agua sobre la mesa de noche y se quitó sus propios zapatos pisando el talón de los mismos, se quitó la chaqueta y, finalmente, subió a la cama. Tony lo abrazó en cuanto lo tuvo a su alcance.

—¿Te cayeron bien mis amigos? —le preguntó.

—Sí, mucho—respondió Steve.

—Y tú a ellos.

Steve sonrió y giró un poco sobre el colchón, para atraer a Tony con él y abrazarlo de vuelta de mejor manera. Así, frente a frente, recostados en la cama se miraron a los ojos por unos segundos. Tony acarició con la punta de sus dedos la mejilla de Steve y, entonces, dijo algo increíble.

—Quiero divorciarme.

Steve frunció el ceño un poco confundido.

—Quiero divorciarme—repitió Tony—, y quiero vivir contigo.

No dio tiempo para una réplica por parte de Steve, adelantó el rostro y le besó brevemente en los labios.

—Steve, ¿te gustaría vivir conmigo?

—Sí—respondió Steve sin rodeos. Más que gustarle, lo soñaba. Cada día que pasaba a lado de Tony, se daba cuenta que era justo eso lo que quería, lo que más quería. Pero siempre reprimía el pensamiento porque se recordaba a sí mismo que lo que tenía con Tony era algo pasajero, que terminaría el día que Tony así lo quisiera.

SugarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora