En Symkaria

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Tony se levantó del sofá y se sirvió un whisky. Steve, todavía recostado en el sofá, le miró con la mejilla apoyada en el brazo de éste. El castaño le sonrió.

—No me mires así —le dijo llevándose el vaso a los labios —. Parecería que quieres comerme de nuevo.

Steve le devolvió la sonrisa y sólo por, quizás, un poco de vergüenza, bajó la vista por un momento.

—No parecería —contestó.

Tony regresó a su lado en el sofá, se sentó en la orilla y con su mano libre le apartó el cabello de la frente.

—Lo que parece es que te traes algo entre manos. ¿Qué sucede?

—No sé a qué te refieres.

—Por favor, Steve, dijiste que querías hablar conmigo, y algo me dice que no era del todo sobre tu irrevocable participación en este plan o de tu "alianza" con Hydra.

Steve se removió un poco incómodo. La verdad era que no quería decir la razón urgente de su visita. Si bien había querido ir y hacer las paces, también tenía asuntos que tratar con él.

—Suéltalo —le dijo Tony y se terminó su trago de whisky.

Steve respiró profundo.

—Tengo que pedirte algo, algo de lo que ellos me pidieron que te convenciera —dijo despacio—. Me llamaron para decirme que es importante que aceptes viajar con Von Doom cuando él te lo pida.

Tony levantó una ceja.

—¿Para qué quieren eso?

Steve se encogió de hombros.

—Según la comandante Carter, puede tratarse de un intento de controlar la situación. Si van a hacer, como tememos, las pruebas con los microchips, si estos llegan a fallar de alguna manera, te tendrán ahí para solucionar el problema.

Tony suspiró y se estiró para dejar su vaso sobre la mesa de centro.

—No me hace gracia viajar con Víctor, pero si no queda de otra... —dijo con desgano —¿Qué hay de ti?

—Me dijeron que iría también, para que estuviera tranquilo con respecto a tu seguridad. Pero no creo viajar contigo y von Doom, porque tu esposo no tiene que verme.

Tony hizo una mueca de desagrado. No le gustaba ya como sonaba "tu esposo" y menos dicho por Steve. Se recordó que lo que estaba haciendo era un intento para librarse de él precisamente.

—Bien, terminemos con esto —dijo —. Porque ya estoy harto.

Él y Steve se despidieron con la llegada del sol, antes de que los trabajadores comenzaran a arribar a la empresa. Tony se quedó otro rato en su oficina, liberando pendientes y salió en dirección a su casa cuando el movimiento habitual se estaba restableciendo.

Al llegar a su casa, sólo encontró a Jarvis preparándose un té.

—¿Víctor? —preguntó Tony.

—No regresó anoche, señor.

A Tony no le sorprendió. Subió a su habitación y se dio una ducha. Víctor apareció cuando él terminaba de arreglarse frente al espejo.

—¿A dónde vas tan elegante? —le preguntó von Doom al entrar en la habitación.

Tony volteó a verlo por un breve instante, pero regresó la vista al espejo y a su corbata. Víctor sonrió y cruzó la habitación. Se acercó al castaño y le rodeó la cintura con un brazo.

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