En el ático

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18+

El día cero, como Tony lo llamó, llegó más rápido de lo que hubiera esperado o, incluso, querido. La semana transcurrió sin cambios ni sobresaltos. Tony tras ir a trabajar a la empresa, regresaba al departamento, donde comía con Steve cuando éste volvía de clases. Luego, cuando Steve se iba a trabajar al bar, él se quedaba en el estudio trabajando en sus proyectos personales. Por la noche, cenaba con Jarvis y esperaba que Steve llegara en la madrugada, se iban a la cama, a veces hacían el amor, otras veces simplemente se acurrucaban uno contra el otro y conciliaban el sueño. Era una rutina agradable, que comenzaba a ganar la simpatía de Tony por su carácter hogareño, del que siempre estuvo hambriento. Durante esa semana dorada, Tony no recibió ni un solo mensaje de Víctor lo que le hizo olvidar por largos periodos, hasta días, que estaba casado. En cuanto a Steve, los días transcurrieron con normalidad, tener a Tony en casa no le significaba ningún problema, se había adaptado rápidamente a ello y estaba seguro que extrañaría no tenerlo cerca cuando éste quisiera marcharse. La amenaza que recibió pareció quedarse en eso y sólo en eso, nada había pasado y el esposo de Tony no había vuelto, pero, aun así, se mantenía alerta.

El 3 de julio Steve fue a trabajar y se despidió de sus amigos. El 4 julio era una fecha en la que el bar tenía muy buenas ganancias, pero su jefe era empático y siempre les daba el día libre a sus empleados en sus cumpleaños, mala suerte para él que el de Steve fuera en esa fecha.

—Lástima que tenemos que trabajar—se quejó Bucky—; si no, iríamos contigo.

—Salúdame a Sarah—pidió Nat al darle su abrazo de cumpleaños adelantado—, dile que estaremos ahí para día de gracias.

—Sí, y pídele una dotación de galletas, ¿sí? —pidió Bucky.

Steve rió y asintió.

—Nos vemos el lunes—les dijo y sus amigos asintieron.

Cuando llegó a casa, Tony tenía sobre la cama una maleta abierta, lucía nervioso y parecía abrumado con los preparativos del viaje, a pesar de ser Jarvis quien estaba arreglándole la maleta. Steve no estaba muy preocupado, en su casa tenía ropa, así que en su mochila sólo debía meter los regalos que llevaba para sus padres y algunos adminículos personales.

—¡Qué bueno que llegas! —le dijo Tony—. Dime, llevo el traje de corte inglés o...

—No es necesario que lleves traje, Tony—le dijo Steve—, es una celebración casual.

—Pero... bueno, ya sabes, la primera impresión...

—Tranquilo—Steve le entreveró el pelo y le besó en la mejilla—, de verdad no tienes de que preocuparte.

Tony no estaba para nada seguro, a pesar de las palabras de Steve se llevó de todo, por si acaso. Esa noche se acostaron temprano, puesto que saldrían por la mañana. Se llevarían la camioneta de Tony y tomarían la carretera para llegar cerca de medio día a la casa de los padres de Steve. Tony durmió mal por culpa de su preocupación, en sus sueños aparecieron muchos escenarios de corte apocalíptico respecto al encuentro con los progenitores de su amante. No tenía idea de cómo iba a presentarse, no tenía idea de si Steve contaría la verdad respecto a su relación; temía la reacción de los Rogers cuando supieran su edad y, en definitiva, se sentía terriblemente inseguro.

Su sueño inquieto, afortunadamente, fue interrumpido por un suave beso en la mejilla cuando el sol salió. Abrió los ojos y descubrió a Steve mirándole. Los rayos del sol entraban por la ventana e caían sobre el cabello del muchacho, dándole un aura dorada.

—¿Ya me morí? —dijo somnoliento—. Creo que estoy viendo un ángel.

Steve sacudió la cabeza y rió ante lo que creyó una broma.

SugarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora