En la oficina

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Jarvis bajó las escaleras que llevaban al taller de su jefe, llevaba en una mano, con toda la maestría de sus años de mayordomo, una bandeja con una tetera y dos tazas, así como un plato con algunas galletas de mantequilla y de chispas de chocolate. Había notado algo en su jefe los días siguientes a aquella mañana en la que había llegado y se había puesto su anillo de matrimonio frente a él. Algo que no le molestaba, que incluso le agradaba ver en él, pero que no era normal. Así que estaba dispuesto a hablar con él.

Tony estaba sentado frente a su banco de trabajo, encargándose de los tornillos de una pequeña pieza de metal de la que Jarvis no tenía idea de qué era.

—El té, señor—anunció.

Tony volteó a verlo un poco desconcertado, pero, sin decir nada, apartó algunas cosas que tenía sobre la mesa y Jarvis pudo dejar la bandeja sobre ésta. Mientras su mayordomo tomaba asiento, Tony se lavó las manos en el lavabo que ahí tenía y regresó a su lugar. Su primera elección fue una galleta de mantequilla.

—Hace tiempo que no teníamos una hora del té—dijo.

Jarvis sonrió suavemente, al tiempo que levantaba la tetera y servía un poco de su contenido en las tazas de porcelana blanca.

—Me parece, señor, que tenemos una plática pendiente—dijo—. Sabe que no me gusta entrometerme en sus asuntos, por ello no insistí en saber la razón por la cual no llegó a dormir esa noche, ni por qué se quitó su anillo. Pero, siento que necesita hablarlo.

Tony le miró con la galleta mordida suspendida a medio camino a su boca. Suspiró pesadamente y asintió. No había querido tocar el tema, después de todo, se dijo, ya había pasado. No tenía ningún lazo con ese chico, ni siquiera su número de teléfono. Había sido una noche agradable para ambos y ahí terminaba el asunto. Por otro lado...

—Me avergüenza un poco—confesó—o, quizás, para ser más exactos, tengo una culpa extraña.

—¿Culpa?

Tony asintió.

—Me acosté con un joven barman—dijo y Jarvis bajó la taza que había llevado a sus labios sin tomar nada de té—. Para serte honesto no sé qué pasó.

—¿A qué se refiere?

—Quiero decir, fui infiel y nunca lo había sido, ni siquiera lo había considerado... ni siquiera ahora que las cosas... ya sabes—respiró profundo—. Sólo me gustaba verlo, me gustan las personas atractivas, ¿a quién no? Así que sólo quería verlo, como una canción, un pasaje de un libro o una escena de una película que te gusta tanto que la repites una y otra vez.

—Entiendo.

—Pero entonces, él me habló, me besó...

—Lo sedujo.

Tony se encogió de hombros.

—Sí, supongo que así se le dice—Tony se echó toda la galleta a la boca—. En fin, no pude decir que no. Me atrapó, me desarmó de tal manera, que acabe siguiéndolo a dónde él quiso.

—¿Por ello se siente culpable?

—Sí, pero tampoco me arrepiento, eso es lo curioso.

—¿Lo volvería a hacer, señor?

Tony pensó su respuesta o, más bien, se la tragó con un poco de té.

—Estoy seguro que para él fue sólo un momento de una noche. es muy joven, Jarvis, es intrépido y apasionado. Si quería la experiencia con un viejo, ya la tuvo.

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