En el estudio

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—¿Y qué vas a hacer? —preguntó Bucky acodado en la barra.

El bar había cerrado, y los únicos dentro del establecimiento eran Steve, Nat y Bucky. Steve estaba desechando las últimas botellas vacías de alcohol, mientras sus amigos, sentados en la barra, le miraban con preocupación.

—No lo sé—respondió sinceramente.

Nat y Bucky suspiraron.

—Deberías dejarlo—opinó Bucky—, ese hombre no se detendrá y si fue capaz de enviar a esos tipos a golpearte, no dudes que se le ocurrirá algo peor para la próxima vez.

—Creo que, está vez, coincido—dijo Nat—. Es un esposo agraviado, Steve, no juegues con fuego.

Steve respiró profundo; no tenía una respuesta ni cercanamente clara en la mente para la situación en la que estaba. No dudaba que Víctor von Doom cumpliera con su amenaza, y que lo que le tenía preparado era peor que aquella emboscada en el callejón. Él era el amante, el que sobraba, lo podía entender. Se había prometido abandonar su relación con Tony cuando así fuera necesario o prudente; no le gustaba meterse en líos. Pero, las cosas habían cambiado. Tony había hecho que su resolución anterior se fuera al traste. ¿Por qué? Porque había sido el castaño quien había dicho que lo quería, había ido él quien le había propuesto vivir juntos, formalizar su relación y quien, apenas unas horas atrás, le había asegurado que se divorciaría. En ese panorama, ya no era él quien sobraba.

—Steve...—Natasha interrumpió sus pensamientos, ella lo conocía muy bien y ya podía ver en él la terquedad de siempre —. ¿De verdad crees que se divorciará?

—Eso me dijo.

—Eso dicen todos los casados a sus amantes—replicó Bucky.

—Sería interesante saber cuál es su nivel de compromiso—propuso Nat—. Yo veo que tú estás dispuesto a pelear como lo hiciste anoche, sin importarte cuántos de esos golpes te lleves, pero ¿qué hay de él?

Nivel de compromiso...pensó Steve mientras se dirigía a casa, para él era suficiente con la promesa del divorcio, con saber que Tony estaba en ese momento esperándole en casa. Pero las dudas eran inevitables, su posición en aquel asunto era peor que estar en una cuerda floja.

Cuando llegó a casa, Tony estaba en la computadora, tomando café y bostezando. No le dijo nada sobre la visita de Víctor al bar ni mucho menos, se limitó a arrastrarlo a la cama para que descansara. Tony se abrazó a él y se quedó dormido casi de inmediato. Pero él no pudo dormir hasta unas horas más tarde.

Durante el desayuno, al día siguiente, Tony planificó con Jarvis ir a su casa por ropa y otras cosas. No quería volver a ella, a pesar de ser suya; ni quería ver a Víctor ni siquiera de reojo. Lo único que realmente le preocupaba eran las cosas en su taller, aunque la puerta estaba bloqueada, Víctor era muy inteligente y quizás lograría burlar los códigos, así que tenía que ir por algunas cosas de ahí, y mudar algunas al taller que tenía en las instalaciones de Industrias Stark. Jarvis propuso ir él por las cosas, pero Tony negó enérgicamente.

—No quiero que vayas tu solo, Jarvis—dijo Tony—. Podría ponerse impertinente y no quiero que te lastime.

—Puedo ir con ustedes, si quieren—dijo Steve.

Pero Tony volvió a negar. No quería que Víctor conociera a Steve, no quería siquiera que tuviera idea de él, aunque puede que ya la tuviera. Por supuesto, él no sabía que su temor ya era una realidad.

—Le llamaré a Rhodey, él puede acompañarnos—dijo Tony. Rhodey era un amigo suyo, coronel del ejército y que seguro causaba impresión—; y a Strange, tal vez, Pepper pueda convencerlo.

SugarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora