En casa

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18+

A la mañana siguiente, Tony despertó, contrario a su costumbre, antes de que saliera el sol. Era muy temprano, pero el joven a su lado ya estaba despierto, sentado a su lado en la cama, revisaba su teléfono celular en la oscuridad, así que Tony le vio coloreado por un resplandor azul. No dijo nada, se removió un poco en las sábanas, y comprobó lo que ya esperaba: cada musculo del cuerpo le dolía como si hubiera participado en el Ironman. Siendo honesto no esperaba menos ante aquel maratón de sexo que había compartido con aquel chico, con Steve, se recordó a sí mismo el nombre de éste. Hablando de él, al notar su movimiento apartó la vista del celular y le miró.

—¿Estás despierto? —preguntó.

Tony gruñó por toda respuesta. Steve sonrió y apagó el teléfono, lo dejó sobre la mesa de noche y se recostó en la cama. Tony sintió como lo abrazaba y atraía hacía sí, para después ser besado como toda aquella noche: con deseo.

—Espera—dijo apoyando una palma en los pectorales de Steve para separarse un poco de él—, no puedo hacerlo más, me matarás.

Steve rió por lo bajo, le sujetó la muñeca, para retirar la distancia impuesta por Tony, y se inclinó para besarle de nuevo.

—No haré nada, más que esto—le dijo tras ese beso.

Tony suspiró, sonrió y decidió que eso estaba bien. Le rodeó el cuello con los brazos y aceptó una ronda más de besos. Se sentía bien, cálido, y con una pizca de lujuria, por supuesto, contenida. Se sentía maravilloso hacer algo tan simple como eso: abrazarse a otro y ser consentido con caricias suaves, pero firmes, que le transmitían una sensación de seguridad que había olvidado. Cuando sus labios se separaron, Tony se acurrucó contra el pecho de Steve, se dijo que sólo quería un momento de calma, escuchando los latidos de un corazón ajeno bajo su oreja. Steve se quedó quieto, acariciando distraídamente el brazo de Tony, desde el hombro, hasta el codo. Así permanecieron unos minutos, hasta que el cielo tras las cortinas comenzó a clarear y la habitación comenzó a iluminarse. Entonces, Tony se apartó de nuevo de Steve y suspiró ante la perspectiva de levantarse. Steve le observó, sin moverse de la almohada, pero no necesitaba hacerlo para provocar una conmoción emocional en Tony.

—¿Qué es?—dijo Steve desde su lugar—¿casado, viudo o divorciado?

Tony, quien había conseguido sentarse el en colchón, tragó saliva y volteó a verlo.

—¿Qué?

Steve estiró el brazo para alcanzarle la mano izquierda. Tony miró entonces su mano y se dio cuenta. Si bien se había quitado el anillo, la marca de éste (producto del sol), había quedado ahí, delatándolo. No había esperado que Steve fuera tan observador, mucho menos en la frenética actividad que habían tenido.

—Ah... eso... es...—apartó la mirada y también su mano del agarre de Steve—...es... algo que...

Steve sonrió y dejó escapar una suave risa.

—Está bien—le dijo—, entiendo. No tienes que decirme nada, no soy nadie para que le confíes algo tan personal.

Tony le miró ligeramente atónito. No dijo nada, apartó las cobijas y se incorporó de la cama, sosteniéndose de la mesa de noche y poco a poco.

—Me daré un baño y me iré—dijo.

Steve asintió y apartó las sabanas también, a diferencia de Tony, se incorporó como un rayo; luego, rodeó la cama y lo cargó a modo de princesa antes de que pudiera protestar.

—¿Qué haces?—le dijo Tony.

—Te ayudo.

—Yo puedo solo, sólo tengo que...

SugarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora