En la fiesta

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Steve se cruzó de brazos y suspiró exasperado. Ni en un millón de años, pensó que podría estar en una situación parecida.

Esa tarde al salir de su trabajo se encontró con un viejo conocido. Rumlow, el hombre que, junto con otros, lo había atacado meses atrás en el callejón adyacente a su antiguo trabajo. Ese mismo hombre se acercó con la mano en alto como si saludara a un amigo y le sonrió como si de verdad fueran cercanos. Steve se tensó y se detuvo a unos pasos de cruzar el arco de marcaba el límite de la academia en la que daba clases.

—Vengo en son de paz —dijo Rumlow al tiempo que bajaba la mano, pero no borró su sonrisa.

A Steve le pareció un poco escalofriante, porque no tenía idea de lo que ese hombre de verdad estaba pensando, ni siquiera podía escudriñar en su mirada algún atisbo de ello, porque llevaba lentes oscuros.

—Sólo quiero hablar —dijo Rumlow levantando las palmas hacia arriba, como indicando que no tenía nada.

—¿De qué? —le dijo Steve ariscamente, dando un par de pasos más cerca, pero quedando a una buena distancia del otro.

—¿Qué tal un café y de lo explico con todo detalle?

Steve frunció el ceño, sabía que la propuesta tenía, sí, la intención de hablar, pero también de mostrar buena voluntad o, más bien, que no había nada malicioso detrás de sus palabras.

—El café de la esquina, en una hora —dijo y pasó de largo.

Entonces, sí, la sonrisa de Rumlow se diluyó. No le hacía gracia alguna seguir las instrucciones de ese pedante niño, pero su orden era ser amable, ser, incluso, complaciente. Su jefe parecía estar entusiasmado con la posibilidad de reclutarlo, más de lo que había estado con nadie. Rumlow no lo entendía. Sí, bueno, el chico había derrotado sin pestañear a un equipo de elite entrenado por años... pero si era honesto consigo mismo, odiaba a ese mozalbete por eso, su orgullo estaba profundamente herido. Pero una orden era una orden.

Una hora después, Steve encontró a Rumlow en una mesa de aquel café. Había esperado que no fuera, pero sabía que era una esperanza falsa. Y así, tras pedir un té que no tenía ganas de probar, se encontró en esa extraña situación.

—Supongo que debes estar completamente confundido—dijo Rumlow.

Steve hizo un gesto que indicaba que sí, pero no habló, aguardó a que el otro continuara.

—Iré al grano —El agente de Hydra suspiró, entendía que el muchacho estuviera molesto, él mismo lo estaba. De hecho, no entendía cómo es que aquel había aceptado tan fácilmente esa reunión.

La razón era simple: Steve no estaba del todo confundido, sabía que ese momento llegaría. La comandante Carter había ido a verlo días atrás para informarle de las intenciones de Hydra. Ellos querían reclutarlo, así que lo vigilarían y contactarían en algún momento. Steve lo sabía y lo notó la noche que fue a ver a Tony.

—Quisiéramos limar asperezas contigo por el pasado e invitarte a ser parte de nuestra organización.

Steve levantó una ceja.

—¿Por qué?

—Porque creemos que tienes potencial, un poco más de entrenamiento y podrías ser uno de los mejores agentes que podríamos tener.

—¿Un agente como tú? — preguntó Steve con un tono burlón en la voz que no pasó desapercibido por Rumlow, quien se tragó la grosería que tenía en la punta de la lengua, ¿qué más entrenamiento podía querer ese chico que solo había derrotado a todo un equipo de elite?

SugarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora