En la casa de seguridad

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Adv. 18+ /Violencia, se recomienda discreción 

—¿Está seguro de que puede con la programación, Dr. von Doom?

Schmidt miró a Víctor por encima del hombro por un breve momento, justo antes de mirar hacia enfrente. Ahí tenían el primer misil de fragmentación instalado y listo para ser enviado a la franja desértica que servía de frontera natural entre Latveria y Symkaria.

Víctor gruñó a manera de respuesta. No volteó a verlo, en parte porque sabía que Schmidt tampoco lo estaba mirando. Sabía programar los microchips, sin duda. Conocía a la perfección la tecnología de Tony, había visto sus patentes, sus planos, conocía su trabajo y lo entendía, quizás, mejor que nadie. Esa había sido una de las cosas que los habían empujado al matrimonio. Tenían mentes compatibles.

Terminó de ingresar el código, y se apartó del teclado y la pantalla.

—Cuándo quieran —dijo con tranquilidad.

Schmidt sonrió de medio lado.

—Póngalo en marcha. De todas maneras, si no sirve, tenemos a Stark —añadió aquello deliberadamente, tratando más que de herir el orgullo de von Doom, hacerle notar que no era indispensable, que su presencia en sí, no era tan relevante.

Víctor no dijo nada, se limitó a apretar un botón en el teclado y se cruzó de brazos. En la pantalla apareció una cuenta regresiva. A unos metros, donde habían colocado el misil de prueba, se escuchó el rumor de algo parecido un motor encendiéndose. Schmidt y otros oficiales miraron por los binoculares.

En el momento en el que la cuenta regresiva terminó, el misil salió disparado. Lo vieron cruzar el cielo como una flecha. En la pantalla apareció una nueva cuenta regresiva y, cuando terminó, el misil se fragmentó. Pequeños misiles se diseminaron y dibujaron diferentes parábolas mientras caían hacia la arena dorada del desierto. Al impactar produjeron no solo un ensordecedor estallido, sino también olas de arena que incluso alcanzaron a los oficiales más cercanos.

Schmidt apartó los binoculares de sus ojos y volteó a ver a Víctor.

—Esplendido —dijo —. Mañana, Dr. von Doom, le entregaremos Latveria.

—Estoy seguro que esto los alertará —Víctor miró con intensidad el basto espacio que lo separaba de su país.

—Supongo que no esperaba una victoria sencilla.

—En absoluto.

Schmidt se encogió de hombros y dio órdenes para retirarse, así como para preparar el ataque del día siguiente.

—Supongo que desea ver a su esposo —dijo el agente de Hydra a Víctor —. Regresemos.

Víctor no estaba realmente deseoso de ver a Tony, sabía que estaría enojado, más que eso, quizás. Lo había llevado a un país desconocido y le había dicho que jamás volvería a su hogar, era de esperarse que estuviera furico. A ello debía sumarle a ese guardia que, sin duda, lo habría incomodado. Tony no soportaba a los guardaespaldas.

Lo que no sabía era que Tony podía soportar un guardián, ese guardián con el que compartió más que solo besos triunfales. La prueba había sido exitosa, no sólo porque Hydra ahora podía confiar en los microchips que les había entregado, sino porque al introducir el código, también le habían dado acceso a todo el sistema de Hydra. Todos sus secretos y planes estaban a su alcance. Tony estaba seguro que la prima de Steve y Rhodey estarían felices con ello. Aunque nada de eso lo pudo compartir del todo con Steve, debido a los micrófonos que, sabía, inundaban la habitación.

Leves toques a la puerta los arrastraron fuera de su burbuja.

—Mr. Stark —escucharon —. El Dr. von Doom solicita su presencia.

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