En Washington

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—Eso sería todo por el momento.

Rhodey asintió ante el informe dado por la capitana Danvers, no sólo a él, sino a toda la unidad de la que eran parte. Carol le miró brevemente, tan breve como la sonrisa que le dirigió, fue como un parpadeo y el teniente coronel no estuvo seguro de haber visto bien. La reunión se disolvió con la consigna de seguir trabajando y él tuvo la oportunidad de acercarse a ella con el pretexto de charlar un poco más sobre el informe.

—¿Tiene alguna pista de lo sucedido en Helsinki? —preguntó mientras caminaba hombro a hombro con la capitana.

Carol torció los labios y negó con la cabeza. Helsinki había sido blanco de un ataque terrorista hacia unos meses atrás, habían explotado unas bombas durante una convención en un hotel de prestigio.

—Lo mismo que al principio —contestó ella —. Sabemos quiénes fueron, sus motivos... bueno, son los de siempre. Pero, no hemos localizado la célula operativa aún.

Rhodey asintió.

—Capitana, si hay algo en lo que pueda ayudarle, sólo tiene que decirlo.

Carol le sonrió, y esta vez no hubo duda.

—Le tomaré la palabra —dijo ella haciendo un pequeño alto —. Tengo una pista sobre los aviones robados en Ucrania, o al menos eso creo, ¿podría darme su opinión?

Rhodey volvió a asentir.

—Tengo los documentos en mi oficina.

—Yo la sigo.

Carol reanudó su andar. Cruzaron el pasillo, subieron en elevador y se dirigieron a la oficina de la capitana. En la sala de espera había dos personas sentadas en el sofá. Rhodey reconoció a una de ellas de inmediato, Carol a la otra.

—¡Steve! —exclamó Carol adelantándose varios pasos con los brazos abiertos.

Steve se levantó del sofá de inmediato y cerró el abrazo.

—Tenía mucho tiempo sin verte —continuó ella —. Hablé hace unas semanas con tío Joseph, y me dijo que tuviste un accidente, ¿cómo te encuentras?

—Ahora, bien, Carol—respondió el muchacho.

—Me alegra mucho. Es tan raro verte por aquí en Washington.

—Sí, bueno, es que necesito tu ayuda.

Carol ladeó el rostro y frunció el ceño, por un momento creyó comprender y chasqueó los dedos como si algo en su mente hiciera clic.

—¡Oh, ya sé! ¡Has cambiado de opinión y te unirás al ejército, ¿verdad?! No me cabe duda de que te irá bien, es más, estoy segura que, en poco tiempo, podrás ser capitán.

Steve sonrió un poco ante la apreciación de la chica, pero negó suavemente.

Mientras ellos hablaban, Rhodey se acercó sigilosamente a la otra persona sentada en el sofá, se sentó a su lado y le habló quedamente.

—¿Qué haces aquí, Tony?

Tony despegó la vista de los dos rubios que no hace mucho habían intercambiado un abrazo.

—Venimos a ver a la prima de Steve —contestó —. ¿Y tú, Rhodey? No sabía que estabas aquí.

—Estoy en una comisión... espera, ¿dijiste la prima de Steve? ¿Steve tu amante?

—Mi novio —lo corrigió Tony.

—Como sea —Rhodey levantó la vista para observar al joven que charlaba con la capitana Danvers —. ¿Él es primo de Carol?

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