En la calma

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18+

La puerta chirrió cuando la abrieron y una vez más, cuando la cerraron. Luego se escucharon unos pasos sobre el suelo de cemento, pasos seguros, duros, como martillazos. Víctor frunció el ceño y se llevó las manos a ambos lados de su cabeza, adolorido, rodó sobre su costado en el colchón de paja sobre el que estaba tendido y les dio la espalda a esos pasos.

―Comandante ―escuchó que decía una voz masculina a poca distancia, pudo notar que, a sus espaldas también se encendía la luz de una lámpara, no tenían más medios en ese lugar miserable, se dijo ―, los médicos dicen que está bien, sus heridas son menores y puede viajar.

―Bien ―respondió una voz femenina ―. Víctor von Doom, soy la comandante Carter, estaré a cargo de su extradición a suelo norteamericano.

Víctor dio un respingo, giró suavemente de nuevo, de frente a la luz, la cual lo deslumbró. Se sentía molido y como si tuviera una resaca espantosa. Puso su mano frente a sus ojos para bloquear un poco la luz. Así distinguió dos figuras humanas de pie ante él. Hizo el esfuerzo y se sentó en la paja.

―¿Qué ha dicho? ―preguntó ― ¿Extradición?

―Así es, el gobierno norteamericano solicita su presencia para ser juzgado por los cargos de terrorismo y traición a la nación ―respondió la comandante, quien, prosiguió cantándole sus advertencias Miranda.

La vista de Víctor comenzó a adecuarse a los claroscuros de la habitación, mientras la voz de la mujer le parecía lejana y ahogada, su rostro comenzó a tomar claridad.

―¡Es usted! ―dijo interrumpiéndola ―. ¡La sugar mommy de ese niñato!

Peggy calló y le miró con seriedad. Por un breve instante no dijo nada, luego, retomó lo que decía, como si no lo hubiera escuchado. Después de todo, no tenía por qué darle explicaciones de ningún tipo.

―Fue una trampa ―dijo Víctor para sí mismo, en un murmullo repetitivo―, fue una trampa.

―Póngase de pie ―ordenó la comandante ―, dé media vuelta y ponga las manos sobre la cabeza.

Víctor no pareció escucharla, no se movió. Entonces, aquel que acompañaba a la comandante se acercó y lo obligó a ponerse de pie, y lo esposó. Ya no dijeron nada más, lo empujaron hacia la puerta de la celda. Víctor no opuso resistencia, su mente acababa de hacer conexiones, y solo pudo repetir una y otra vez: "fue una trampa".



Tony despertó calientito, envuelto en cobijas. Al abrir los ojos lo primero que vio fue la ventana del ático, de la habitación de Steve, pero no podía ver a través de ella, una película blancuzca la empañaba. Sin duda, el invierno estaba ya ahí, más que sólo pisando los talones del otoño. Afuera estaba helado, todas las ventanas tenían escarcha, no tardaría en nevar.

No quería salir de su refugio y se hundió un poco más en las mantas, le había bastado con sentir la punta de su nariz fría como para darse cuenta que no era una buena idea levantarse. La puerta se abrió entonces, e hizo un suave clic cuando se cerró de nuevo. Escuchó unos pasos suaves, amortiguados por la alfombra en el piso, acercándose. Sonrió contra las mantas cuando se detuvieron y de inmediato sintió un peso caer a su lado, casi al mismo tiempo unos brazos lo rodearon por encima de las mantas y lo apretujaron contra un cuerpo tibio.

―Buenos días ―dijo.

―Buenos días ―respondió Steve ―. La calefacción se arruinó, abajo hace un frío espantoso, mi padre ya llamó para que vengan a arreglarla, mientras tanto, será mejor que te abrigues bien.

SugarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora