En el bar

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18+

Tony apoyó las manos en la pared para evitar, así, darse un golpe en la nariz. No, no estaba peleando, al menos no de la manera que entendemos comúnmente por pelear. Pero sí, estaba con alguien, ese alguien lo había empujado de frente contra la pared, aunque no había sido con mala intención, al contrario. Ese alguien, también, estaba prácticamente sobre él, y forcejeaba, pero para desabrocharle el cinturón del pantalón.

Lo había conocido en el bar, simplemente no pudo ignorarlo. ¿Cómo hacerlo? Era el barman, necesitaba pedirle sus tragos, pero, además, era un chico muy apuesto. Era como ese hombre con el que alguna vez había fantaseado, ¿conocen a los príncipes de los cuentos de hadas? Bueno, pues mejor. Mientras Tony bebía un whisky tras otro, sus pupilas siguieron la pista de ese joven, quien, en su uniforme de camisa blanca y pantalón y chaleco negros, preparaba cocteles, charlaba con sus compañeros, y reía. Tenía una risa contagiosa, estridente, y por concordancia, una sonrisa bonita y atractiva. Siempre que ponía una nueva copa enfrente de Tony, le dirigía esa sonrisa y Tony se maravillaba no sólo de ésta, sino de la mirada amable y de pupilas azules que éste tenía, tanto como de su flequillo rubio al que le gustaba ver caer apenas sobre su frente. Y como bonus extra, se notaba, por encima de la ropa, que el chico hacia ejercicio.

Pasó tres noches seguidas ahí, encaramado en el banco de la barra del bar, viéndolo todo el tiempo, embobado. La cuarta noche, cuando fue al baño, se lo encontró; justo en el momento en el que él se lavaba las manos, el barman entró. De hecho, éste último se quedó quieto por un momento al verlo, pero, después, para sorpresa de Tony, caminó hasta él. Le dirigió una de esas sonrisas asesinas y le dijo:

—Lo he notado, señor.

—¿Qué cosa? —pregunto Tony tragando saliva, sabía que era alto, pero el tenerlo así de cerca, hacia más evidente qué tanto en comparación consigo mismo.

—No ha dejado de verme durante tres noches.

Tony sintió que enrojecía al verse descubierto. Pero con todo el orgullo que conlleva su apellido, sacudió la cabeza.

—No sé qué tratas de insinuar—dijo e hizo amago de esquivarlo y alcanzar la puerta.

Pero el joven barman lo detuvo rodeándole la cintura. Tony dio un paso hacia atrás, el chico uno hacia enfrente, sin soltarle, y otro y otro, hasta llevarle al otro lado del baño, contra la pared.

—Si lo sabe—le dijo o, más bien, murmuró al oído.

Tony sintió algo que ya no recordaba: esa sensación de deseo que no tiene fin. Levantó el rostro hacia el joven, sus labios se entreabrieron, pero nada salió de ellos. Tal vez, aquello fue una señal para el barman, quien inclinó el rostro y atrapó sus labios con los propios. No fue sorpresa, Tony lo deseaba, así que correspondió, sin dudar, al beso. Cerró los ojos y se sujetó de los hombros del chico, quien no sólo lucía bien, besaba bien. Su cuerpo fue aplastado por él peso de éste y el calor lo inundo, el beso se volvió más hambriento y entonces pasó. El chico se apartó de él y lo giró sobre sus talones, empujándolo contra la pared de nuevo. Está vez pegó su cadera al trasero de Tony. Este gimió y enseguida sintió como desabrochaban su cinturón, el botón y finalmente el cierre de su pantalón; luego, sintió al tacto frío de la mano ajena, colándose por el resorte de su bóxer. Volvió a gemir, incluso echó la cabeza hacia atrás cuando esa mano frotó su erección. El barman aprovechó y le lamió la oreja, le mordió el lóbulo y le besó el cuello, mientras tanto movía la cadera contra el trasero de Tony, simulando las embestidas de una penetración. Tony tembló, esa mano que lo masturbaba, combinada con aquella dureza que presionaba de vez en vez su trasero, lo llevaron al orgasmo. Cuando dejó de estremecerse, el chico se apartó por completo y le tendió un poco de papel del baño, para que se limpiara. Tony vio de reojo que la mano de éste estaba pringada de su simiente.

Después, cuando el chico se lavaba las manos y Tony se había subido el pantalón, le llamó sin saber bien a bien que decir. O si enfadarse o si pedirle su número. No tuvo que resolver el asunto, una vez que lavó sus manos, el joven volvió a sonreírle.

—Hoy mi turno termina temprano—le dijo—. Si me espera, podemos ir a otro lado.

Tony abrió la boca, sólo para cerrarla de nuevo y tragar saliva. No dijo nada, no ponderó nada, no se cuestionó nada, solamente asintió. El joven barman sonrió más ampliamente.

—¿A las 10 en la salida? —preguntó.

Tony volvió a asentir, él otro volvió a sonreír. Y finalmente, Tony volvió a quedarse sólo en el baño. Se miró en el espejo. No podía creer lo que había pasado, y ¡vaya atrevido! ¿qué tal que alguien hubiera entrado al baño entonces? Después miró su reloj, faltaba sólo una hora. Aún podía huir, pero el tacto y el beso de ese joven seguían latiendo en su cuerpo y labios, como una droga de la cual necesitaba otra dosis. 

Espero que les haya gustado

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¡Nos estamos leyendo!

Este fic está basado en una confesión de la página Marvel Slash Confesiones; y está publicado originalmente en el grupo Stony Shippers en FB, y es ahí dónde se publicarán primero los capítulos más nuevos. 

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