63 | Ana.

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"Desearlo y no poder tenerlo, qué castigo tan mundano...."

Ángel.

Agosto, 2008.

(Se ha cambiado los acontecimientos de este capítulo, ahora todo sucede en el pasado, antes de que Alex y Ángel tuvieran ningún tipo de relación más que ser hermanos)

Es verano, estoy de vacaciones antes de cursar mi último año en el colegio. Ese es el principal motivo por el que estoy en la empresa de papá. Alex está trabajando mientras leo algunas revistas en un salón vacío, cerca de su despacho. Dos grandes hombres aguardan mi puerta y por si fuera poco, Alex me castigó sin teléfono cuando me escapé la semana pasada para ir a una fiesta de disfraces.

¿Cómo no iba a participar?

¡Sorteaban un año de chocolate gratis!

Pero Alex llegó justo en el peor momento y nunca supe si gané el primer premio. Chasqueo la lengua y arrrojo la revista de vuelta a la mesita. Los productos de regalo que venían en los paquetes de las revistas, están desperdigados por todas partes y ya he ojeado la mayoría de ellas.

Todo lo que me queda hacer en este aburrido lugar es investigar este lugar. Me pongo en pie de un salto y camino hacia la salida con una sola idea en mente. Una vez tiro de la manija de la puerta de cristal, los dos hombres se giran para mirarme.

— Señorita, ¿se le ofrece algo? — demanda uno de los guardias.

Últimamente, la mayoría de las personas que me custodian, hablan español. Imagino que Alex lo habrá puesto como uno de los requisitos para no darme problemas. Esos pequeños detalles suyos hacen más soportable su sobreprotección, por lo menos, a veces.

— Quiero ir al baño — les digo — necesito... ya sabéis, hacer mis necesidades.

Los hombres se miran entre sí y asienten. Luego, me guían hacia el baño de los empleados y se detienen, sin llegar a entrar en el baño de mujeres. Todo guardaespaldas tiene sus límites. Una vez me adentro en los baños de mujeres, puedo respirar el olor a lejía y jabón flotando en el ambiente. El lugar está limpio, no es para menos, Alex debe gastar una fortuna en la limpieza de estas oficinas, papá lo hacía y el debe haber mantenido el mismo procedimiento. De hecho, excepto algunas modificaciones que ha hecho mi hermano, este edificio sigue tal y como lo recordaba.

Me adentro en uno de los baños y bajo la tapa para sentarme en el bater. Tras cerrar la puerta y acomodarme en mi asiento, ,tengo que subir los pies para estar más cómoda. Solo entonces saco el teléfono de Bjorn. No hago nada del otro mundo, solo mirar noticias y mis redes sociales. O lo hago, hasta que escucho los tacones de una mujer entrando en el baño.

Ella canturrea algo mientras se detiene sin llegar a entrar en ningún cubículo. En silencio, espero a que se marche, debe estar retocándose el maquillaje. Todas las mujeres quieren arreglarse para verse bien frente a Alex. Tienen una predilección por él, no las culpa, la fantasía del jefe empleada es algo atrayente. Yo misma leo muchas novelas con ese género, son mi pequeño gusto.

— Con esto... Deberaux, vas a ser mío — ríe.

Mis ojos se abren al escuchar cómo nombra a Alex. Con las orejas algo más despejadas, guardo el teléfono y asomo mi cabeza por encima de la puerta tras ponerme en pie. Mis ojos observan a una mujer rubia en un extrabagante y ajustado traje rojo. En sus manos, lleva una copa de cristal. Hay un líquido en su interior, pero lo sorprendente es que acaba de mezclarlo con un polvo blanco.

Sumisa ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora