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Tengo música puesta en mi móvil

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Tengo música puesta en mi móvil. Los auriculares impiden que nadie más pueda escucharme. Me mantengo observando el nombre de Bastian en mi teléfono.

Lágrimas en mis ojos que no derramo y mi respiración entrecortada por culpa del nudo en mi garganta.

Recuerdo nuestros días cazando juntos, la cantidad de veces que ha salvado mi vida. La cantidad de veces que yo he salvado la suya. Nuestras manos unidas en las noches de invierno en las que observábamos a algún objetivo. Sus dedos entrelazados con los míos. Cuando le regañaba por haberse ido a alguna misión solo, arriesgando su vida solo por la necesidad de sentir algo y luego recordaba que me ocurría lo mismo a mí.

Pero no puedo llamarle cuando llevo una semana dando vueltas en la cama. Cuando busco el aroma de Alex o sus besos de buenos días mientras me dice mi amor.

Paso las manos por mi cabello y suspiro. Llevamos una semana durmiendo en habitaciones diferentes. Se podría decir que es costumbre, que solo anhelo su cuerpo porque es, con diferencia, el hombre más caliente que he conocido. Porque puede estar ardiendo en rabia pero me conseguirá lo que le pido.

Concede mis caprichos.

Es útil para mí.

No tendría que haber ningún sentimiento más.

¿Dónde queda mi cordura cuando ansío tenerle lejos un segundo y estar en sus brazos en el otro?

Cansada de pensar, desconecto los auriculares. Y bajo a por algo de comer. No hay nada que sea más efectivo que algo de comida a la una de la madrugada para aliviar todos los pensamientos no invitados a tu cerebro.

Pero el siempre está donde no espero.

— Alex — susurro al verle en el sofá de nuestro gran salón.

Tiene algunas botellas de licor sobre la mesa de cristal. Todavía lleva su camisa y pantalones de trabajo. Aunque ha desabotonado algunos botones y su corbata descansa en el suelo. También se ha sacado los zapatos, está descalzo. Y borracho.

Una sonrisa brilla cuando me ve. Sus ojos azul oscuro me miran, dejándome sin aliento. Le veo apoyar el vaso en la mesa.

— Hola mi amor — saluda.

Muerdo mis labios, no hay respuesta de mi parte.

— ¿Qué haces fuera de la cama a esta hora? — demanda.

— Tengo hambre — susurro con los labios secos.

— Ven aquí — pide, alargando su mano para tomar la mía.

Las luces de toda la casa están apagadas. Una inmensa mansión sin luces, iluminada solo con la Luna y algunas luces del exterior no es nada agradable. Si agregamos un demonio de cuerpo perfecto, se vuelve una película erótica.

Acepto su mano. Alex tira de mí, me coloca sobre su pecho y besa mi frente mientras rodea mi cintura con uno de sus brazos.

Sin dejarme reaccionar, Alex me acerca una caja que no había visto.

Sumisa ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora