Extra: Pasado

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Atención: Este apartado contiene un total de 9 capítulos porque Wattpad solo permite un total de 200 capítulos y al sobrepasar el límite ya no puedo seguir subiendo los capítulos por partes como quería así que esta parte al ser nueva he decidido agruparla. También, de esta forma sabéis que todo esto sucede en el pasado.

Capítulo 63

"El dolor y el amor son causados por recuerdos, deja ir esos recuerdos y todo lo que quedará es el daño que te han hecho"

Diciembre, 2007.

Ángel

El frío ha congelado el tiempo, o, esa es mi sensación. En mi manos, sostengo la cadena de oro blanco que mi padre siempre llevaba en el cuello. Contiene unas placas de estilo militar con su nombre. En algunas ocasiones dijo que, si algún día encontrábamos esas placas, significaba que no necesitábamos buscarlo más. Él nunca se desprendía de este colgante.

Hablo en pasado.

Duele hacerlo.

Creer que no está más. Y no hay nadie para recordarle, porque he perdido mis recuerdos. Hundo los dedos en la tierra húmeda. La niebla hace imposible ver más allá de un metro, pero no tengo miedo. No me desconcierta nada porque mi mente está casi en blanco.

Solo sé que he perdido a mis padres en un accidente de tráfico. Recuerdo su cara, sus sonrisas. El calor de sus manos al tomar las mías. Pero todo eso se ha desvanecido. Lo han arrancado de raíz y no queda nada en mi corazón. Solo un vacío silencioso y abrumador.

Detrás de mí, una figura se aproxima a pasos lentos. Puedo notar el calor de su cuerpo cuando me alza en brazos. No lo he notado, pero estoy llorando. Las lágrimas bajan por mis mejillas.

Alex suspira, su aliento choca contra mi nariz y me dejo acomodar en el asiento de su coche.

Durante el viaje, no digo nada. Mantengo su silencio porque tampoco hay mucho que tengamos que decirnos. Él es mi hermanastro, el hijo biológico del hombre que me crio. Eso es lo que dijo al conocerme.

— ¿Van a darme el alta, verdad? — al ver a lo lejos el hospital, no he podido aguantarme las ganas de preguntar.

Alex me mira por un segundo, luego, vuelve la vista hacia la carretera. Le veo suspirar y tensar su mandíbula. Mis ojos viajan hacia su cuello, por donde una gota de sudor desciende, desapareciendo al transferirse a la tela de su camisa blanca.

— Ya lo sabías — dice, de forma seca, aunque sus ojos se suavizan al echarme un vistazo y ver cómo me hundo en el asiento del coche – por eso viniste aquí, querías estar en ese lugar una última vez.

Tiene razón.

— Vas a... — suspiro — ¿vas a dejarme en un orfanato?

No me atrevo a mirarle. Tengo miedo por su respuesta.

— Te llevaré a tu antigua mansión, aquí, en Nueva York. Esta es mi ciudad. Así que te mantendré aquí hasta que puedas valerte por tí misma. Cuando cumplas dieciocho años, podrás hacer lo que quieras. Sé que es difícil para ti porque no tienes amigos aquí, pero nos piden vivir juntos en el mismo lugar para poder ser tu tutor.

— ¿Por qué me ayudas? — demando mientras él detiene el coche frente a las puertas del hospital.

No escucho ninguna respuesta por su parte. Alex solo sale del coche y mi puerta es abierta por un hombre que siempre le acompaña. Es un ruso alto, de cuerpo tan fornido como el de mi hermanastro, aunque su rostro es incluso más taciturno que el de Alex. Y sus ojos... tan grises y fríos, dan miedo.

Sumisa ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora