"El verdadero demonio es un ángel a ojos de quien ama"
El agua helada se cuela a través de la fina tela del pijama que llevo puesto y llega hasta lo más profundo de mis huesos. Entre brazadas hacia el exterior, escucho los ruidos de las bombas que han colocado en todo el barco. En cuanto saco la cabeza del agua doy una bocanada y llamo por Ángel.
Ella no aparece por ningún lado. Giro mi cabeza en busca de su cabello rojizo, no está. Las bombas continúan explotando en el barco, dejando caer trozos de objetos rotos sobre mi cabeza que tengo que esquivar mientras busco a Ángel.
No logro hallarla hasta la tercera zambullida en lo profundo del helado río Sena. Ángel lucha en medio de la nada. Incluso cuando me acerco no logra reconocerme, así que tomo su cintura con fuerza y la obligo a sacar su cabeza fuera del agua.
Ella toma una gran bocanada de aire por la boca y se aferra a mis hombros.
— Estaba... había alguien ahí abajo — jadea.
Estaba sola ahí abajo, pero no es momento para contradecirla.
— Luego nos encargaremos de eso. Ahora vamos a la orilla.
Ella mueve la cabeza. Su cabello mojado se pega a su mejilla y puedo ver sus pezones erectos por debajo del agua. Intento concentrarme en nadar .
Bjorn está teniendo una lucha con un grupo de hombres. Nuestros coches funcionan a modo de escudo a los disparos. Por su ropa mojada imagino que también ha saltado al agua, lleva pijama, aunque solo la parte de arriba. Alice está detrás de él, llorando y también mojada.
Ángel es la primera en llegar a la orilla de piedra, sube ella misma y se sienta junto a Alice. Parece un gato saliendo a toda prisa del agua.
— ¿Estás bien? le pregunta, puedo notar la preocupación en su voz.
La mocosa solo asiente.
— ¿Qué coño ha pasado? — exijo, saliendo del agua.
— No estamos seguros, señor. Beau los descubrió merodeando, pero ya habían colocado los explosivos para entonces.
Observo a Beau, disparando hacia el grupo que intenta también está mojado. Todos mis hombres están mojados.
— ¿Muertos?
— No, solo un herido, está en el coche. Edmond. Cayó al agua tras una de las primeras explosiones.
Suspiro.
Ángel está sorbiendo por la nariz, se abraza a sí misma y respira. Observo su dedo, todavía conserva el anillo y eso logra traerme un poco de paz ante tanto caos.
— ¡Alex! — braman desde el otro lado.
Había olvidado a ese hijo de puta. El fuego deja de llegar desde el otro lado y ordeno a mis hombres que se detengan.
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Sumisa ©
RomanceLibro 1 Sumisa: Seduciendo al dragón rojo. #SAGAMENTIRAS Alex Deberaux había logrado tener un nombre en el bajo mundo junto al poder que siempre había ansiado. El dragón rojo era sin duda el sueño de muchas mujeres, y también su perdición. El apodo...