67 | Enemigos aliados.

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"Perdóname, he pecado al amarla"

Alex.

— ¿Estás celosa? — me jacto.

Ella evita mirarme a los ojos mientras asiente.

— ¿Si? — demando con una sonrisa.

Alargo mi mano y acaricio sus labios con mi pulgar, ella me mira al fin y pierdo el control allí mismo. La atraigo hacia mí y no dudo en besarla.

Su boca se abre y busco su lengua con la mía. En un compás frenético saboreo sus labios todo lo que puedo. Ángel gime en una queja que no será escuchada. Subo su falda lentamente por su muslo y meto mis dedos entre sus piernas. Sus bragas están húmedas y sus mejillas rojas.

— Aquí no — suplica mientras dejo una marca roja en su cuello.

Quiero marcarla. Quiero hacerla mía. Que nadie se sienta con el derecho de tocarla. De tenerla. Porque me pertenece desde hace demasiado tiempo.

Tuve que fingir que los inversionistas y demás personas importantes se oponían a ella tomando el mando para poder casarme con ella. Todo para tenerla conmigo. Y ahora no pienso dejar que nadie la tenga.

Me detengo porque no se ha negado, solo ha pedido hacerlo en un lugar mas cómodo. Asiento y ella sonríe. Creo que es la primera vez que quiere esto tanto como yo. Quiero pedirle al conductor que de la vuelta, pero ya hemos llegado a mi oficina.

No lo pienso demasiado, acomodo la falda de Ángel y tiro de ella para sacarla del coche. Subimos por el ascensor, ella se aferra  a mí, maldice por lo bajo, pero no parece tener demasiado miedo.

Las puertas se abren, al pasar por recepción le ordeno a mi nueva secretaria que atrase mis reuniones. Entonces introduzco a Ángel en el despacho y cierro la puerta.

— No voy a hacerlo en ese sofá — gruñe.

Me pregunto si sabe que ahí es donde solía acostarme con Laura, entre otras. Niego, pese a que he cambiado el sofá, ese lugar sigue siendo algo... sucio para mi esposa. En su lugar, la dirijo a mi lugar privado.

Ángel, confusa, intenta detenerme mientras la tomo en brazos y la acuesto en la cama. Empiezo a tomar su ropa entre besos que la dejan algo confusa. Pronto está desnuda y sin aliento. Sonrío y me desnudo frente a ella. Sus ojos titilando entre miedo y anticipación son algo digno de ver.

Una vez desnudo, tomo sus rodillas y las separo lentamente. Como supuse, está completamente húmeda, pero no me está mirando. Así que pellizco su pezón y ella, entre gemidos, dirige sus ojos a los míos.

Me inclino para besarla, ella enreda sus brazos alrededor de mi cuello y sus piernas abrazan mi cintura. Sentir su piel desnuda contra la mía es uno de mis placeres más culpables.

— Eres mía — gruño en su oreja mientras me introduzco en su interior — solo mía.

Ángel asiente — mmm — gime.

Sus uñas se clavan en mi espalda, como de costumbre.

— ¿Te duele? — demando.

Ella niega — pero es grande — se queja con sus mejillas tomando un nuevo tono rojizo más intenso.

Sonrío, satisfecho, empiezo a moverme en su interior. Ángel balancea sus caderas para sentirme más cerca de ella, y enloquezco en sus pequeños gestos de deseo.

La canción de Mirrors suena en la radio mientras me pierdo en los gemidos de placer de mi mujer.

Es la primera vez que lo hacemos de esta manera y se siente como un pequeño pedazo del cielo.

Sumisa ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora