"La rutina es una forma de calmar el dolor"
Alex.
Han pasado dos semanas desde ese día.
Todo lo que hago desde entonces, es ir a darme una ducha cuando ya no puedo más. Comer lo mínimo para mantenerme con vida pese al dolor en mi estómago y... verla. Ya no me quedan fuerzas para seguir cantándole. Ya no me queda nada en realidad.
Estoy caminando por uno de los tantos pasillos de este lugar cuando una voz llama mi atención. Es el llanto de una niña que reconozco a la perfección. Cuando abro la puerta, puedo ver cómo Ámber tira todo lo que está a su alcance y chilla cuando alguien quiere acercarse a ella.
«Ha despertado»
Esa es otra de las cosas a las que le he prestado atención, de cierta forma. Porque si esta bebé llega a morir, Ángel no lo resistiría. Camille me mira cuando me ve aquí, de pie. Ella es la hermana de Ámber, presumiblemente muerta, pero está viva. Por eso Ángel se hizo cargo de Ámber.
«Yo sabía que se había robado a la bebé, siempre le gusta hacerse con cosas que no son suyas»
— ¿Qué pasa? — demando.
Camille traga antes de responder — ha empezado a gritar cuando la hemos intentado bañar — suspira, puedo notar el nerviosismo en ella.
Es la clase de sensación que se tiene cuando sientes que estás haciendo daño a alguien aquien amas.
— ¿Es que no sabes tratar con una niña? — gruño — ¿Y todos estos malditos ineptos? — gruño — sácalos de aquí, no sirven para nada.
Ámber está en una esquina de su camilla, llorando a lágrima viva. Chillando, arrinconada e igual de asustada que ese día en la celda. Cuando me acerco a ella, su llanto se minimiza aunque aún la veo luchar por alejarse de mí tanto como puede.
— Mami... — jadea.
Siento el dolor que produce esa palabra, ella puede ser una niña, pero debe notar que su madre está muriéndose. Por eso está inquieta y nerviosa al no tenerla cerca.
— Hola mi amor — murmuro, acercándome hasta ella y sentándome en el borde de la camilla.
Ámber jadea y me mira, ha dejado de llorar y sus ojos se mantiene alerta.
— ¿Qué pasó, qué tienes, mi amor? — le pregunto.
Ella jadea, pero empieza a relajar su cuerpo — mami... — repite.
— Ven aquí, mi amor, ven — le pido — ¿No te acuerdas de mí? ¿Me has olvidado ya?
Ámber duda, luego, lentamente gatea hasta mí.
— Mami — dice, cuando la acomodo entre mis brazos.
Ella enreda sus brazos a mi alrededor y suspira, parece agotada por haber luchado para mantener a todo el mundo lejos de ella.
— Ya está, estoy aquí — le aseguro, aunque no sé qué signifique eso — ¿Qué ha pasado, porqué estás llorando tanto?
— Me quieren bañar — se queja, pegada a mi hombro.
Una sonrisa se cuela en mis labios. La primera tras tantos días de agonía.
— ¿Ah, sí?
Ámber se separa de mí y me mira mientras siente — chi.
— ¿Y no quieres bañarte?
Ella niega — quiero — dice, sorbiendo por la nariz — quiero que me bañe mi mamá.
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Sumisa ©
RomanceLibro 1 Sumisa: Seduciendo al dragón rojo. #SAGAMENTIRAS Alex Deberaux había logrado tener un nombre en el bajo mundo junto al poder que siempre había ansiado. El dragón rojo era sin duda el sueño de muchas mujeres, y también su perdición. El apodo...