Prólogo

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"El principio de su final"

4/11/2007

— Señor, lo hemos hecho — anunció Bjorn desde una esquina de la habitación tras revisar su teléfono

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— Señor, lo hemos hecho — anunció Bjorn desde una esquina de la habitación tras revisar su teléfono.

No era obligatorio para él permanecer a mi lado todo el tiempo, pero tenía una extraña manía a ser demasiado meticuloso con su trabajo. Lo observé por encima de los papeles que sostenía. Nadie era tan eficaz como él en su trabajo, por eso había llegado a ser mi mano derecha, dejando una gran diferencia entre él y el resto. Su presencia sombría, pero, a veces me hacía repensarme si era buena idea tenerlo todo el día pegado a mí.

— Bien — mascullé.

Era el momento, al fin. Tras años intentando lograrlo, luchando contra los continuos ataques de ese hombre con el que compartía sangre, finalmente había acorralado a Jensen Deberaux contra las cuerdas.

— Hay un problema, señor — continuó Bjorn, mis ojos se centraron en él — su familia viajaba con él — familia, nunca tuve una como para saber qué significaba exactamente esa palabra. Todos aquellos años siendo hijo de una madre soltera, juzgado y rechazado por la sociedad. Apartado por no poseer lo mismo que el resto de niños. Mi padre me abandonó con seis años tras conseguir otra familia. Tantos años de rencor finalmente habían acabado... con su muerte — y me temo que hay una superviviente.

Mi expresión continuó siendo la misma, inexistente.

— ¿Alguna de las putas de mi padre? — demandé, listo para volver la atención a mis papeles.

Bjorn tragó el nudo en su garganta y se agachó — una niña, señor, es una joven de dieciséis años.

Jamás creí que lamentaría tanto todo lo que ocurrió después.

04/12/2007

04/12/2007

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Muertos.

Mamá y papá estaban muertos.

Hacía ya un mes del accidente de coche. Pero no podía recuperarme, el alma me pesaba, las lágrimas no dejaban de salir y mi mundo colapsaba a cada segundo que transcurría postrada en esta fría camilla. Un accidente de tráfico me había arrebatado la felicidad y ahora estaba en esta oscura habitación, sola.

La puerta chirrió cuando alguien empujó para abrirla. Salí de debajo de las sábanas.

Había un hombre allí de pie. Su cabello rubio oscuro estaba peinado hacia atrás. Tomé una bocanada de aire al observar sus trabajados brazos y la parte que dejaba ver su camisa blanca cuyos dos primeros botones estaban desabrochados.

Tragué un poco de saliva para recuperar la humedad de mi boca, que se había quedado seca al ver a semejante hombre. Él, humedeció sus carnosos labios y se acomodó las mangas de su chaqueta antes de alejar a la enfermera que le impedía el paso e insistía con que se marchase.

"No te vayas", supliqué, inconsciente.

Sentí un escalofrío en mis piernas.

— No puedes quedarte eternamente aquí — me dijo, una sonrisa tiró de la comisura de sus labios y me quedé un poco más embobada, de ser posible — ¿Sabes hablar? — demandó al ver que permanecí callada y con mis grandes ojos abiertos observándole en silencio.

Lo único que pude hacer fue asentir mientras me aferraba a las sábanas. Era hermoso. Sus ojos azules enmarcados por pestañas. Su cabello brillante y rubio al mismo tiempo, su piel bronceada y ese pendiente en su oreja. Sin duda era hermoso.

—¿Me recuerdas? — tenía un acento extraño, ruso tal vez — claro que no — se corrigió él mismo — eras solo un bebé... — divagó — soy hijo de Jensen Deberaux, el hombre que te crió. Soy tu hermanastro.

Mis ojos se abrieron, aunque aquella noticia era como un balde de agua fría que ahogó el cosquilleo de mi estómago, también resultaría ser el principio de mi castigo.

Había sido una chica casi feliz durante 16 años.

¿Seguiría siéndolo?


Sumisa ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora