"El peor error de dos almas atadas por el hilo rojo del destino, es cuando ambos lo cortan confundiéndolo con una simple atadura"
Abro los ojos. Las luces neón molestan demasiado. Alex debe haberles bajado la intensidad, porque ayer eran mucho más rojas, pero aún así molestan.
Me duelen las piernas. Intento moverlas, recibiendo solo el dolor del cansancio del día anterior. Si tan solo fueran mis piernas estaría satisfecha, pero también son mis brazos, mi cuello... hasta las orejas.
Salvaje.
Le observo dormir tan plácidamente que solo tengo ganas de molestarle. El maldito me hizo rogarle al final. Me vengaré de esto.
Más adelante.
— Maridito— jadeo.
Él tantea con sus manos y los ojos cerrados alrededor de la cama, en busca de mi cuerpo, luego tira de mí, acomodándome en su pecho nuevamente. Intento zafarme pero solo veo su sonrisa burlona dibujada en sus labios.
— Tuve una pesadilla — me quejo.
Él me acurruca, sus ojos se abren y me mira.
— Qué pasó — exige.
Mentiría si digo que su voz de recién despertado no me atrae un poco más hacia él, arrastrándome al limbo que me negué a cruzar al principio de esto.
— Es que soñé que durábamos casados hasta viejitos.
Lo primero que hace es sonreír, luego me da un azote en el trasero y acerca su boca a mi oreja.
— Sigue — me desafía.
— No, ya no quiero — me quejo en un ronroneo que lo enloquece un poco más, lo sé por la forma que se mueve en la cama, como si no encontrara un lugar del todo cómodo.
Él acaricia mi trasero, enterrando sus dedos donde me ha azotado.
— Vas a tener que empezar a preparar maletas — informa.
Mi dedo está dibujando los tatuajes en su pecho mientras me explica que iremos a París.
— No me gusta París — admito.
El frunce el ceño — ¿porqué?
Suspiro — odio a los franceses.
La única razón, que el no sabrá, es que la investigación sobre mi padre biológico que llevé a cabo tiempo antes de perder la memoria, acabó en Francia. No pude sacar muchos más datos. Mi madre biológica se acostó con él en un hotel, fui un error para ella, es normal que me desechara como a un bulto inservible. Entonces Lia, la que considero mi madre, me salvó y consiguió que Jensen me tuviera a salvo.
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Sumisa ©
RomanceLibro 1 Sumisa: Seduciendo al dragón rojo. #SAGAMENTIRAS Alex Deberaux había logrado tener un nombre en el bajo mundo junto al poder que siempre había ansiado. El dragón rojo era sin duda el sueño de muchas mujeres, y también su perdición. El apodo...