32| Crimen.

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"El infierno de tiene miedo, Dragón, porque has pecado pero sigues teniendo alas"

"El infierno de tiene miedo, Dragón, porque has pecado pero sigues teniendo alas"

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Alex.

— Lo siento mucho, señor — se disculpa.

— ¿Sabes que iba a matar a Bjorn por mucho menos? Solo porque dejó que el trasero de mi mujer sufriera un golpe. ¿Te crees mejor que Bjorn, Robert? Tal vez es que te he dado demasiada libertad.

— Entendí que usted quería que...

— ¡Me importa una mierda lo que entendiste! — bramo — ¿Sabes la clase de crimen que has cometido?

Robert, ya agotado, cae al suelo de rodillas. Sus manos siguen atadas a las cadenas del techo.

— Señor, realmente no creo que la intención de Robert fuera hacerle daño a la chica — interrumpe James.

La comisura de mi labio se eleva. Me levanto del suelo, donde estaba acuclillado y dirijo mi mirada directamente a James. Algo de lo que me ha dicho me ha jodido el cerebro. Es una palabra sin importancia, probablemente a cualquier otro le importaría una mierda. Pero yo he tenido a esa mujer entre mis piernas y he estado comiéndome su coño hace unas horas. No es una chica o la chica de alguien más. Es mi puta mujer. Mia.

Y estaba aquí encerrada, llorando porque se atrevieron a meterla en esta mierda de pocilga.

Doy dos pasos en su dirección. Mi pulso está acelerado y no estoy pensando acorde, pero me importa una mierda. Tomo a James por el cuello y lo estampo contra las rejas de la celda donde nos encontramos.

— ¿Quieres convertirte en el siguiente? — demando en un gruñido.

— No, señor, lo lamento, yo.... — jadea.

Veo cómo su rostro va tomando un color azulado, hasta que empieza a temblar. Puedo admirar que no se ha atrevido a tocarme pese a que lo estoy ahorcando. Decido soltarle, pero no le doy tiempo a reaccionar antes de estampar su cabeza contra uno de los barrotes de madera.

— Es mi mujer. ¿Estás entendiendo? — demando.

Con la punta del alicate, golpeo levemente la cabeza de James, que ahora está en el suelo. Yo estoy a su lado, de cuclillas.

— Lo entiendo — se esfuerza a decir — lo entiendo, señor.

— Eso es.

Beau desvía la mirada en silencio mientras Bjorn sonríe con sorna. Pero esto no ha acabado aquí.

— Por favor, máteme, señor.

— Nah, no vales la pena. Solo te estoy torturando porque mi mujer estaba aquí abajo, llorando, por tu maldita culpa. Ni siquiera yo he creado lágrimas en ella para que venga un mierda como tu a hacerla llorar — maldigo, asestándole un golpe con el alicate.

Sumisa ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora