42 | Olvido

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"El precio de ganar, muchas veces es perder todo"

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"El precio de ganar, muchas veces es perder todo"

Ángel.

Me llamo...

Tomo un gran respiro.

Cierro los ojos. Visualizo a mi alrededor. A la gran habitación en la que me encuentro. Sus paredes blancas decoradas con diseños dorados. Una gran cama, de suaves sábanas. La cálida luz de la mañana en contacto con mi piel. 

Al abrir la puerta, sé que un pequeño rellano donde el suelo está cubierto de una alfombra blanca. A la derecha están las escaleras y a la izquierda está el final del pasillo, junto a unas escaleras que llevan a una terraza superior.

Ángel.

Me llamo Ángel Deberaux.

Si, eso es, me llamo Ángel Deberaux. Tengo...

18 años. Hoy celebramos mi cumpleaños porque le pedí que hiciéramos una fiesta. 

Humedezco mis labios y dejo de intentar recabar información a mi cerebro. Acabo de despertar y he entrado en pánico al no recordar quién era o dónde estaba. Hasta que le vi a él. 

Alex.

El hombre que duerme a mi lado, es mi marido también, Alex Deberaux. Mi hermanastro, y el hijo de mi padrastro, Jensen Deberaux. Estamos en un matrimonio arreglado. Es lo que puedo recordar hasta ahora.

Jade.

Siento que esa palabra es importante, pero no logro encontrar nada al respecto en mis confusos pensamientos. Me encuentro en la cama, sentada sobre mis glúteos y con las rodillas unidas, mi cabello despeinado tapa parte de mi visión pero todavía puedo ver claramente a Alex, así que mientras él esté aquí, no me importa estar algo desorientada.

— ¿Estás bien? — demanda, se ha levantado por culpa de mi respiración agitada, cuando apoya su mano en la cama para levantarse noto los músculos de su brazo y abdomen tensándose, provocando que mis labios se separen ligeramente — ¿Ángel, qué tienes?

Muerdo mis labios — me duele la cabeza, me duele muchísimo — susurro mientras me dejo acostar en la cama.

Alex me acaricia la cabeza — te dije que no comieras tan tarde, Ángel. Te lo dije.

— Lo se, lo siento — murmuro.

Alex sale de la habitación y vuelve con una pastilla en la mano y un vaso de agua en la otra.

— Gracias — susurro.

Con cuidado, me ayuda a levantarme y tras tragar la pastilla vuelve a acostarme.

— Tu fiesta será este fin de semana, ¿quieres atrasarla un poco más?

Niego — no, así está bien, no comeré chocolate por un tiempo.

Sumisa ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora