Un resultado completamente contradictorio

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Nunca me he enamorado. Me han gustado un montón de chicos (y por mucho tiempo, incluso por años enteros) pero nunca he amado a ninguno de ellos. Nunca me he enamorado porque nunca me he dado la oportunidad de hacerlo, y además, porque es un sentimiento mucho más complicado y fuerte que muchos otros. En realidad, me da miedo: no me siento lista para experimentarlo. No creo en el amor a primera vista: me parece totalmente ridículo. Eso sí, creo en la atracción a primera vista, existe gente muy bella en este mundo, hay que admitirlo. Sin embargo, el amor es algo mucho más complejo y yo creo que solo se consigue amar a alguien con mucho tiempo, tan solo cuando llegas a amar cada parte de esa persona, sus virtudes y sus defectos. Es imposible lograrlo al, simplemente, intercambiar miradas con un completo desconocido. ¿Qué pasa si es un asesino? ¿O un violador? ¿O homofóbico?

Siempre me he dicho que sabré que me enamoré cuando, a pesar de cualquier situación y por más difícil que sea, no quiera olvidarme de un chico. Y sé que no me he enamorado (por suerte) porque siempre termino obligándome a mí misma a olvidarme de alguien. 

Esta vez era el turno de Alex.

Había decidido que el último paso para olvidarme de él sería confesarle a Ariana que me gustaba Alex. Es decir, ella se lo merecía: fue la primera en shippearnos y nunca dejó de hacerlo. Supuse que después de hacer eso, me sentiría más libre y podría dejarlo atrás con mayor facilidad.

Así que, allí estábamos nosotras, caminando por nuestro colegio y conversando de temas aleatorios. Le había dicho que necesitaba hablar con ella de un tema serio, y creo que por un momento pensó que estaba embarazada. ¿Es en serio, Ariana? Sinceramente, ¿de quién podría estarlo?

Mientras paseábamos entre unos pasadizos del colegio donde no había mucha gente, decidí que era el momento indicado para decírselo.

–Ariana, tengo que confesarte algo desde hace mucho tiempo. Y lo siento por no contártelo antes, pero... no podía.

–No hay problema, dímelo.

Justo en el momento en el que tomé aire para confesarle todo... Alex pasó en frente nuestro.

Todo sucedió tan rápido que por un momento fue infinito.

Lo miré. Me miró. Sonreí. Él me sonrió también. Me sonrojé. Él también. Dirigió su mirada al suelo. Se fue.

–Nicole, no puedo con ustedes dos -exclamó Ariana, sacándome de mis pensamientos.

–¡Ariana! –respondí, y continué con cierta seriedad– Por favor... no nos puedes shippear, en serio.

–¿Por qué? Dime tres razones.

–1) Sería incesto, es como mi hermano 2) Todas sus perritas se me lanzarían encima y me matarían 3) Yo no le gusto.

¿Cómo iba a saber ella que yo enumeraba esas razones más para mí que para ella, y que tal vez las estaba usando para intentar convencerme a mí misma de que era lo correcto apartarlo de mí?

–Okay, no importa. Igual no los voy a dejar de shippear.

Y yo no esperaba de dejase de hacerlo.

Caminamos por unos minutos más y hablamos sobre cualquier otro tema menos Alex y yo. Atravesamos el estacionamiento del colegio y vimos a unos niños de unos nueve años jugar fútbol cerca a nosotras. Aparte de ellos, no había más gente alrededor. Supe que debía decírselo antes de que me arrepintiera. Y lo hice, de la forma más simple y directa posible:

–Ariana, me gusta Alex. 

Y luego:

–OH POR DIOS, ¡LO SABÍA!

Y... listo. Había completado el último paso para olvidarme de Alex.

Lo curioso es que, cuando lo dije por fin en voz alta, descubrí la razón por la que no lo había dicho antes: una vez que lo dices, todo se hace mucho más real, y yo no quería sentir eso.

Alex me gustaba, y ahora era de verdad.

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