Una dulce guerra y un (aún) más dulce sentimiento (Parte 1)

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Dicen que mientras más alto vuelas, peor es la caída... y quien sea que lo dijo por primera vez, tenía razón.

Pero primero, contaré todo lo que pasó antes de caer. Pienso que debería contar todo desde el principio: el verdadero principio. Ya vendrá luego la parte triste de la historia.

Ese día, el ocho de marzo del 2015, fue cuando se cumplió un año desde que me comenzó a gustar Alex oficialmente. ¿Cómo sé la fecha exacta? Fácil: todo comenzó en el cumpleaños número catorce de Zoe (2014), justo un año antes de la fecha actual. Incluso me acuerdo del momento exacto en el que empecé a sentir algo por Alex.

Creo haber mencionado antes que me gustaron otros chicos antes de Alex, y el último de estos fue Gabriel: el chico popular y mujeriego. Gabriel y Zoe no eran precisamente amigos, pero como él se juntaba con algunos amigos de ella, ambos se conocían y hablaban a veces. Es por esto que, cuando Zoe organizó su cumpleaños, aprovechando la situación y sabiendo lo que yo sentía por el chico, decidió invitarlo. Durante la semana anterior al ocho de marzo del 2014 estuve nerviosa, emocionada, impaciente y asustada al mismo tiempo: no podía esperar a que llegue el cumpleaños de mi amiga y, si tenía suerte, hablarle a Gabriel.

Pero él nunca llegó. Decidió irse a una fiesta mejor, donde, de seguro, había alcohol y varias chicas fáciles. Eso me decepcionó de una manera indescriptible y, simplemente, acabó con mi estado de ánimo durante la mayor parte de la noche.

No fue hasta que las chicas decidieron hacerle una broma a Zoe que mi felicidad regresó. Para llevar a cabo la ingeniosa broma, compramos un globo, un recipiente descartable de aluminio, cinta adhesiva y dulce de leche, ya que no había crema chantillí en la tienda a la que fuimos. Habiendo conseguido los materiales, inflamos el globo y lo pegamos al recipiente, para luego pintarlo con el dulce de leche de manera que asimilaba la forma de un pastel de cumpleaños. Por último, colocamos una vela rosada en la cumbre de nuestra obra de arte y la llevamos a la terraza de Zoe, lugar en el que hacía todas sus fiestas. Cantamos "feliz cumpleaños" y, cuando Zoe tomó el cuchillo para partir la "torta", las cinco amigas nos miramos con malicia.

Nada sucedió como lo planeado. Al ser el dulce de leche más pesado de la crema chantillí, cuando Zoe cortó el "pastel" y el globo explotó, el dulce no salió volando, sino que se hundió junto al globo de una forma en verdad penosa. Zoe nos miró con odio y, súbitamente, una guerra de dulce de leche se desató. Todos los invitados nos llenamos las manos de la dulce crema para untarla en la cara de los demás. Todos corrían por la casa de Zoe, creando un verdadero estropicio. Yo, muerta de miedo y completamente embadurnada de dulce de leche, decidí alejarme de los demás y, sigilosamente, ir a la sala de estar de Zoe, donde no parecía haber nadie.

Entré y vi solo a una persona: Alex, el guitarrista de mi banda y uno de los mejores amigos de Sebastian, mi hermano.

-Por favor, te lo ruego: no me ataques -supliqué.
-No te preocupes, no tengo nada -me respondió, levantando sus manos en el aire.
Suspiré aliviada y una idea cruzó por mi cabeza.
-Alex, ¿me puedes hacer gran un favor?
-Claro.
-¿Me ayudas a quitarme la porquería de la cara? Esto me está matando.

Alex se rió suavemente y, sin responder a mi pregunta, estiró su brazo derecho de manera que su mano tocaba mi rostro. Con cuidado, retiró los rastros de dulce de leche de mis mejillas, de mi frente, del puente de mi nariz. Su delicado tacto me hipnotizó por unos segundos y me asustó durante los siguientes, pero no pude hacer más que contemplarlo, intentando descifrar qué me sucedía, cuál era el extraño efecto que este chico, quien era tan solo el guitarrista de mi banda y un amigo de mi mellizo, había causado en mí. Me quedé perpleja, pero intenté disimularlo. Agradecí al dulce de leche por cubrir parcialmente el color de mis mejillas. Recordé de pronto la conversación que había tenido con Ariana poco antes: sobre como Alex y yo éramos totalmente shippeables y ninguno de los dos parecía haberse dado cuenta de eso.

Luego de ese confuso episodio, le agradecí y ambos salimos de la sala de estar para ver en qué había concluido la batalla.

La guerra de comida fue un desastre: se mancharon paredes y muebles, varios se cayeron y golpearon, otros (ejem, Zoe) terminaron bañándose con ropa... y yo, bueno, supe que algo había sucedido conmigo cuando, por primera vez en mucho tiempo, el nombre de Gabriel no fue el último en el que pensé antes de dormirme aquella noche.

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¡He vuelto! Perdón por tardar: Llegué a mi casa el domingo en la tarde y (lo juro) tenía planeado actualizar, pero estaba tan cansada que me dormí cuando quise "tomar una siesta" a las seis de la tarde -_- . Pero bueno... ¡aquí está el capítulo! Espero que les haya gustado <3

¡Y muchas gracias por los 9k leídos! ¡Podría vomitar arcoíris en cualquier momento! En serio: ¡muchas, muchas, muchas, muuuuuchas gracias! <3

Los ama <3,

Pink <3

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