Así que... Alex y tú, ¿no?

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Aquel ocho de marzo del 2015 fue un día que marcó mi vida, pero supuse que había sido solo un milagro y que, a partir de entonces, todo seguiría igual.

Era lunes (qué alegría), y apenas entré a mi colegio, me dije:

–Necesito vacaciones.

Sebastian, que por más que sea mi hermano va a mi misma clase, se rió por mi comentario y entramos al aula juntos. A lo lejos vi a Alex y ocurrió lo mismo de todos los días: me lo quedé viendo como una acosadora hasta que volteó, y yo fingí estar leyendo algo detrás suyo. Nunca he entendido la necesidad de las personas de observar a quienes les gustan. ¿Era para admirarlos? Porque eso me parecía ridículo, pero... yo también lo hacía.

Creo que nunca entenderé por qué uno mira a la persona que le gusta a lo lejos, pero lo único que sé es que es algo inevitable.

–¡Nicole! –gritó Natalia, sacándome de mis reflexiones.

–Te vi muy cariñosa con Alex el sábado –me dijo Amanda con tono de burla.

–¿Qué? ¡No! ¡Para nada!

–Por Dios, Nicole. Ya sabemos que te gusta Alex, no tienes por qué ocultarlo –continuó Natalia.

Mierda, mierda, mierda. Esto tiene que ser una broma. Ellas no podían saberlo. Nadie podía saberlo. Este es mi fin, repito, es mi fin. Ok, Nicole, actúa natural.

–¿Alex? ¡Claro que no! Es como mi hermano, ustedes lo saben.

–Eso no nos pareció en mi cumpleaños –respondió Zoe con diversión.

–¡No! –intenté calmarme por un momento y continué–. Chicas, sé que me quieren y que están un poco obsesionadas con que me guste alguien ya que no creo en el amor, pero eso... simplemente, no va a pasar.

–Sí, Nicole. Como digas –contestó Natalia, riéndose.

Esto en serio debe ser una broma. Me había pasado un año entero ocultando este secreto para que todo se arruine en menos de un día. Lo peor de todo era que ya estaba harta de mi situación con Alex, estaba harta de que se estuviese convirtiendo en un mujeriego y, en especial, estaba harta de ser tan tímida e insegura como para no hacer nada al respecto. Si tan solo se pudiera comprar pastillas de autoestima en los mercados...

La primera clase del día era educación física, justo lo que necesitaba para que este increíble día mejore aún más (nótese el sarcasmo). Lo único bueno era que en esas clases nos dividían en grupos, así que era muy probable que me separaran de mis amigas. Obviamente, en circunstancias normales hubiera buscado estar en el mismo grupo que ellas, pero ahora lo agradecía: necesitaba pensar en buenas excusas e idear un plan maestro para que todas se olviden de lo sucedido en el cumpleaños de Zoe. Pero, como el destino me odia, no quedé sola.

–Así que, hablando de Alex –me dijo Zoe una vez empezada la clase–, ¿en serio no te gusta?

–No.

–¿Ni en lo más mínimo?

–No.

–¿Segurísima?

–¡Sí! –y, de pronto, la excusa perfecta apareció–. Zoe, él me cae demasiado bien como para que me guste. Le tengo mucho cariño y no dejaría que algo tan tonto como las hormonas malogren toda nuestra amistad, ¿entiendes?

–Está bien... pero, ¿ni siquiera te parece lindo?

–Pff, ¡a quién no! –reí.

–Ok, pero, ¿no sientes celos cuando está con otras? –en plan de broma, se acercó a mi y rodeó mi cintura con su brazo derecho–. ¿No te gustaría que te abrazara así?

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